Tendencias de la moda: Cuando comer barro era chic
Historias del mundo
¿Sabías que comer barro para mantener la palidez de la cara fue un moda de una época?
¿Te imaginas que en lugar de seguir dietas modernas, la nobleza del siglo XVII decidiera que lo más "in" era comer pedacitos de barro? Pues, aunque suene descabellado, la bucarofagia fue una moda tan extraña como fascinante, donde comer cerámica se convirtió en el último grito de la elegancia.
Esto fue una realidad en el siglo XVII. La práctica se llamaba "bucarofagia" y consistía en consumir trozos de cerámica, especialmente de un tipo muy particular llamado búcaro.
Este tipo de cerámica se elaboraba en lugares como Guadalajara, México, y Talavera de la Reina, España, y era muy apreciada por la nobleza europea, especialmente en la corte española. Pero ¿cómo empezó esta extraña costumbre y por qué alguien querría comerse un jarrón? Aquí te lo cuento.
¿Qué era el búcaro?
El búcaro era una cerámica fina y delicada hecha con un tipo especial de barro rojo. Este barro, rico en minerales, era conocido por su olor peculiar, y no solo se usaba para hacer jarrones y vasijas, sino también en la práctica de la bucarofagia. Además, estos búcaros eran tratados como auténticas joyas, y su valor iba más allá de lo meramente estético.
Estas piezas tenían un sabor y un aroma particular debido al tipo de barro con el que estaban hechas, lo que las hacía irresistibles para quienes las "comían". No se trataba simplemente de masticar barro al azar; se elegían búcaros específicos, los cuales pasaban por ciertos tratamientos para que fueran "comestibles". Esta práctica fue especialmente popular en la corte de Felipe IV, donde se convirtió en un símbolo de estatus y distinción.
¿Por qué comían barro?
La bucarofagia no era simplemente una excentricidad, sino que tenía varios trasfondos. Por un lado, algunas personas creían que el barro del búcaro tenía propiedades medicinales. Se decía que ayudaba a purificar el cuerpo, a mejorar la digestión y hasta a adelgazar. Estas piezas de arcilla roja muy fina y porosa hacía palidecer la piel, cortar hemorragias, tenía efectos anticonceptivos, y hasta efectos narcóticos y alucinógenos.
En una época donde los estándares de belleza eran sumamente estrictos, las mujeres, sobre todo, buscaban cualquier método para lograr una figura más esbelta. Y aquí es donde entra el barro.
El barro consumido tenía efectos laxantes, lo que llevaba a una pérdida de peso rápida, pero obviamente poco saludable. Sin embargo, en ese momento no se tenía el conocimiento que tenemos hoy sobre las consecuencias negativas de esta práctica. La gente simplemente veía los beneficios inmediatos: adelgazar y obtener un aire de fragilidad que estaba de moda en la época.
El glamour detrás de la bucarofagia
Más allá de las supuestas propiedades medicinales, comer búcaros se convirtió en una moda impulsada por las mujeres de la nobleza. De hecho, llegó a asociarse con la feminidad y la belleza, ya que los efectos de la bucarofagia no solo se limitaban a la pérdida de peso, sino que también afectaban la apariencia.
El consumo de barro llegaba a teñir los labios y la piel de las mujeres, dándoles una palidez y un aspecto frágil que, curiosamente, era muy valorado. Así, la bucarofagia no solo era una práctica médica, sino también estética.
Imagina a las damas de la corte, sentadas en sus lujosos salones, intercambiando trozos de búcaro mientras conversaban sobre los chismes del momento. Comer búcaros era un acto casi ritual, una señal de pertenencia a un grupo selecto de la sociedad. ¡Un símbolo de estatus en toda regla!
Las consecuencias para la salud
Sin embargo, aunque en su momento se pensaba que el barro tenía propiedades beneficiosas, hoy sabemos que la bucarofagia era en realidad bastante peligrosa. El consumo prolongado de barro y cerámica podía provocar intoxicaciones y graves problemas digestivos.
Los trozos de cerámica no eran del todo digeribles, lo que dañaba el sistema digestivo de quienes los consumían. Además, el barro podía contener metales pesados y otras sustancias tóxicas, lo que empeoraba la situación.
A pesar de estas advertencias, las mujeres de la época siguieron practicando la bucarofagia, impulsadas por el deseo de estar a la moda y cumplir con los cánones de belleza de la corte. La moda, como en muchas otras épocas, era más fuerte que el sentido común.
La desaparición de la práctica
Con el paso del tiempo, la bucarofagia fue perdiendo popularidad. Nuevas modas y avances médicos empezaron a mostrar los riesgos que esta práctica conllevaba, y eventualmente dejó de ser una tendencia. Sin embargo, el legado de la bucarofagia permanece como un testimonio curioso de las modas extremas a las que la gente puede llegar en su búsqueda de belleza y estatus.
Hoy en día, es difícil imaginar que una práctica como esta pudiera ser tan común, pero nos recuerda que las modas a veces pueden llevar a las personas a hacer cosas bastante extrañas. Comer barro puede sonar a una locura ahora, pero en el siglo XVII, fue toda una tendencia.
La bucarofagia es un claro ejemplo de cómo las modas pueden influir en el comportamiento de las personas, incluso cuando estas prácticas parecen irracionales o peligrosas. Hoy en día, miramos hacia atrás y nos asombramos de cómo la nobleza del siglo XVII llegó a consumir barro por estética o salud. Aunque ya no comemos búcaros, la búsqueda de belleza y perfección sigue siendo una constante en la sociedad, aunque ahora optemos por métodos más seguros (o al menos eso esperamos).