Burros amantes de Beethoven mantienen limpia una ciudad turca
El sol apenas se levanta cuando un grupo de burros del municipio de Mardin, en el sureste de Turquía, inician su turno de recolecta de basuras en las callejuelas de la ciudad antigua, antes de relajarse con un poco de música clásica.
A unos 60 km de la frontera con Siria, los edificios medievales construidos sobre una roca dan la impresión de estar apilados unos sobre otros, donde el tejado de una casa sirve a menudo de terraza para otra.
Los visitantes se pierden fácilmente en las empinadas calles estrechas y el laberinto de escaleras y pasajes que unen las fachadas de piedra, esculpidas como encajes.
"Nosotros utilizamos los burros para limpiar la ciudad desde hace siglos. Son los únicos que pueden pasar por las callejuelas estrechas. Si no, sería imposible hacer el trabajo", explica Kadri Toparli, del servicio de limpieza del Ayuntamiento de Artuklu, el sector de Mardin que incluye a la ciudad antigua.
Unos 40 burros cuyos nombres, como Kadife (Terciopelo), Gaddar (Cruel) o Cefo (Indulgente), reflejan su personalidad o sus características, suben y bajan todos los días las cuestas de la ciudad.
Guiados por agentes municipales, transportan las bolsas de basura depositadas por los habitantes frente a sus casas.
"Tienen estatuto de empleado municipal", dice sonriendo Toparli. "Trabajan como nosotros, ocho horas diarias, con una pausa en medio de la jornada".
Por la noche, tras los largos recorridos que hacen, los burros son llevados a los establos, donde los cuidadores les ponen música clásica.
"Dos veterinarios los visitan regularmente, los cuidamos. Todas las tardes ponemos música clásica o canciones tradicionales durante dos horas en los establos", cuenta Toparli.
Los animales tienen sus preferencias musicales: "Vemos que se alegran cuando ponemos algo de Beethoven", dice.
Derechos de los animales
Los burros usados en la colecta de desechos son seleccionados entre los denominados "damas", considerados como los más robustos para subir hasta 150 escalones diarios.
"Son también animales muy inteligentes, cada uno conoce de memoria su sector. A menudo no hace falta guiarlos para que regresen a su establo", comenta el responsable.
A inicios del siglo XX, cuando Mardin tenía solo 20.000 habitantes, las mulas municipales servían para transportar las cenizas provenientes de la calefacción a madera y carbón.
Actualmente, solo la ciudad antigua tiene 60.000 habitantes que generan 10 toneladas desechos por día.
"Compramos minivehículos que bautizamos como 'taxi- basurero'. Los usamos también, pero no rinden tanto como los burros para cargar desechos", asegura Abdulkadir Tutasi, alcalde de Artuklu.
El intento de sustituir los burros por vehículos se debe a la creciente sensibilidad entre la sociedad turca por el bienestar animal.
Una movilización sin precedentes de defensores de los derechos de los animales llevó a la municipalidad de Estambul a prohibir en 2020 los carruajes que eran símbolo de las islas Príncipe, a la entrada del Bósforo, y sustituirlos por vehículos eléctricos.
Para evitar posibles críticas, el ayuntamiento de Artuklu dice trabajar con organizaciones defensoras de los animales para vigilar las condiciones de los burros.
Reclutados a los seis años, los burros de Mardin se jubilan a los 14 o 15 años. Incluso se les hace una ceremonia con una bandeja de sandía que se les brinda a modo de pastel.
Los animales retirados son transferidos a un refugio donde pueden disfrutar de un merecido descanso.
Según el alcalde, Mardin sirve de modelo para otras ciudades, en especial en Francia o Italia, que han usado burros para servicios municipales en zonas de difícil acceso para los vehículos.
"Además es ecológico, los animales no contaminan", asegura.