Una muestra explora el universo del genial Hergé, padre de Tintín
Hergé (1907-1983), autor del mundialmente famoso Tintín, fue un dibujante fascinado por el mundo del arte. Una gran exposición que se inaugura el 28 de septiembre en París le está enteramente dedicada, aunque deja a la sombra facetas misteriosas de su personalidad.
Por supuesto, Hergé es ante todo Tintín, que desde su creación en 1929 vendió más de 250 millones de álbumes en todo el mundo, traducidos a 110 idiomas y dialectos.
Sin embargo, Tintín no es más que la parte más visible de la obra del belga Georges Rémi, verdadero nombre de Hergé.
La retrospectiva presentada en el Grand Palais presenta hasta el 15 de enero el proceso creativo del dibujante y la influencia que ejercieron sobre él otras formas de arte, como la fotografía o el cine.
Autodidacta, Hergé hizo de su vida "una sucesión casi ininterrumpida de trabajos gráficos al servicio de un 9º arte", afirma Dominique Maricq, archivista de los estudios Hergé, que acaba de publicar "Hergé, Tintin y compañía" (Gallimard).
Para tomar consciencia del arte de Hergé en todo su esplendor, hay que observar sus croquis con carbonilla, "nerviosos, vibrantes de gran intensidad y precisión", señala el archivista.
Hergé pintor
Además de los 24 volúmenes de Tintín (el último, "Tintin y el Arte-Alfa" quedó sin terminar), Hergé fue el autor de la serie "Quique y Flupi", dos chicos traviesos de Bruselas, de "Las aventuras de Jo, Zette y Jocko" y de "Popol y Virginia". Fue además un brillante ilustrador, autor de cientos de portadas dibujadas para "Le Petit Vingtième" y para el "Journal Tintin", afiches publicitarios y tarjetas postales, hoy muy codiciados por los coleccionistas.
Los dibujos originales de Hergé siguen causando furor en las casas de remate, al punto que algunos apodaron a Hergé "el Van Gogh del cómic".
En 2014, una plancha doble con dibujos en tinta china realizadas para los álbumes de Tintín publicados entre 1937 y 1958 se vendió por 2,6 millones de euros, récord inigualado hasta el día de hoy para un comic.
Teórico de la escuela de dibujo de la "línea clara", Hergé fue un gran coleccionista de obras de arte (Noland, Fontana, Warhol y Lichtenstein fueron algunos de sus pintores favoritos) y firmó incluso una treintena de cuadros, seis de los cuales están expuestos en el Grand Palais, en los que se aprecia la influencia de Miró y Paul Klee.
En los años 1960, en pleno período de cambios de su vida privada cuando se enamora de Fanny Vlamynck, peluquera 27 años más joven que se convertirá en su segunda esposa, Hergé piensa en alejarse del cómic para dedicarse de lleno a la pintura.
"Quise ser pintor pero rápidamente me di cuenta que no tenía nada para decir en ese ámbito", confió el dibujante, un año antes de su muerte, a Benoît Peeters, especialista apasionado de la obra de Hergé y autor del libro "El mundo de Hergé" (Casterman).
Facetas controvertidas
La exposición otorga un gran espacio a la palabra del propio artista que se revela a través de numerosos testimonios y entrevistas.
Pero la vida de Hergé atravesó las turbulencias del siglo XX y tuvo sus claroscuros. Detrás de la figura sin fisuras que quiso dejar a la posteridad a través de la fresca imagen de su héroe reportero, se ocultaba una personalidad más atormentada.
El joven Hergé quedó muy afectado por el deterioro mental de su madre y el tema de la locura será recurrente en su obra.
También debió enfrentar el reproche --anacrónico según sus fans-- de ser colonialista. "Tintín en el Congo" (1930) está prohibido en los anaqueles de algunas bibliotecas norteamericanas.
Otros le reprocharon opiniones misóginas, antisemitas y una simpatía por el líder belga pro-nazi Leon Degrelle. Detenido brevemente una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, fue finalmente absuelto de todo cargo.
La muestra incluye una breve tira cómica poco conocida del dibujante de diciembre de 1939. En ella se ve a un hombre de aspecto tímido escuchando una radio que denuncia la neutralidad belga. Furioso, el personaje sale a la calle y escribe en una pared "Hitler es un loco".