Artistas cubanos dan vida y color a calles de La Habana

El artista Misael López que posa junto a una de sus obras artísticas en La Habana (Cuba) / EFE
Efe
28 2017 - 11:20

De formación artística tradicional de lienzo y caballete, dos jóvenes cubanos, Maisel López y Yulier P, han dado el salto al muro al decorar con sus obras las calles de La Habana, donde todavía no existe un movimiento de arte urbano, pero sí emergentes iniciativas aisladas con diferente aceptación.

Expresivos rostros de niños en gran formato, en el caso de Maisel, o imágenes oníricas que representan almas, firmadas por Yulier P, decoran el paisaje urbano de la capital cubana y entran en diálogo con su gente, más acostumbrada a los eslóganes socialistas y carteles de la Revolución.

Graduado en la Escuela de Arte San Alejandro, Maisel López, de 31 años, ha pintado por La Habana unos treinta murales con caras de niños de entre 2 y 8 años, en un sobrio blanco y negro, una depurada técnica de dibujo y estilo realista, obras bautizadas "Colosos".

"Me inspiro en el pensamiento de José Martí -prócer independentista cubano e intelectual que inspiró la Revolución- de que los niños son la esperanza del mundo. Los llamo colosos por ese sentido colosal y los agiganto para marcar esa importancia que la infancia tiene en el desarrollo de una nación", explicó a Efe.

En el populoso barrio de Marianao pintó recientemente su último coloso, en el exterior de la galería de arte Wilfredo Lam, donde en estos momentos se exhibe una selección de sus piezas de niños sobre lienzo, una disciplina en la que sigue trabajando.

"Empecé mi serie 'Rostros' en lienzo, pero sentí la necesidad de expandir la imagen y me decanté por los muros. Hice mi primer coloso en pared en 2015 y al ver el impacto que tenía en la gente, la fuerza de arte callejero, seguí adelante", contó Maisel.

Quiso convertir su barrio en una gran galería "sin ánimo de lucro", donde la gente pueda apreciar el arte mientras camina: "Los vecinos están contentos con las obras, las cuidan y velan por ellas".

Antes de pintar sus colosos, recorre las calles para fotografiar niños, con el permiso de sus padres, y luego selecciona las imágenes que mejor pueden funcionar como murales, que plasma en paredes de viviendas particulares o instituciones públicas, siempre con la autorización pertinente.

"Siempre que una obra no sea agresiva ni ofensiva va a ser bien recibida. El artista urbano debe ser responsable ya que está dialogando con un público muy heterogéneo", afirmó Maisel, feliz de la aceptación de su obra no sólo entre la gente, sino también ante las instancias oficiales, ya que ha llegado a pintar en fachadas de centros educativos y hospitales públicos.

Con una figuración expresionista, menos complaciente y más perturbadora, Yulier P ha pintado más de 150 obras en La Habana y otros lugares en las provincias de Matanzas o Mayabeque, imágenes fantasmagóricas y deformadas que utiliza como catarsis para expresar estados de ánimo e inquietudes que provoca la realidad "compleja" de Cuba.

"Siempre trabajo en espacios que estén destruidos o abandonados. No es sólo parte de mi discurso artístico, sino también una manera de transformar un lugar que estaba derruido o sucio en una propuesta de color y artística", explicó el creador, cuyo nombre completo es Yulier Rodríguez.

Asegura que la gente aprecia esa labor y le agradecen que dé "nueva vida" a espacios abandonados, aunque la falta de respaldo oficial le ha traído algunos problemas con la Seguridad del Estado, que lo ha citado un par de veces para preguntarle por su trabajo.

"El arte urbano tiene que entrar en contradicción con algo, sino no es una buena obra", asevera Yulier, que encontró en el famoso graffitero antisistema Banksy -cuya identidad se desconoce- una fuente de inspiración para su obra, cuando el lienzo se le quedó corto.

"Había algo que no me llenaba en el espacio tradicional formal y entonces descubro algunos artistas urbanos a nivel mundial que me abrieron este nuevo mundo", explica Yulier, que se formó en talleres comunitarios con artistas locales y de manera autodidacta tras no pasar las pruebas para entrar en el ámbito académico.

Algunas de sus obras ya han desaparecido, porque la pared se cayó definitivamente o porque se han borrado, algo que no sabe si achacar a simples actos de vandalismo o a una orden oficial.

No obstante, un paseo por los barrios de La Habana Vieja y Centrohabana o Vedado, los más transitados de la ciudad, permite toparse con varias de sus creaciones: rostros deformados, conejos de grandes orejas, figuras zoomórficas con caras humanas para provocar al espectador.

Temporalmente ha aparcado su labor en las calles, donde solía pintar a plena luz del día con viejas tintas de imprenta y barnices, para regresar al estudio y buscar nuevos horizontes y personajes para su lenguaje pictórico.

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