Drop Dead Diva: Temp 1
En vivo
La historia del boxeador que desafió todas las probabilidades no solo conquistó la taquilla y ganó tres premios Óscar, sino que también transformó a su creador en una estrella de Hollywood. Sin embargo, el ascenso meteórico no estuvo exento de consecuencias. Detrás del reconocimiento y la fama, Stallone enfrentó una lucha interna que casi lo consume.
En una sincera entrevista en el London Palladium, el actor Sylvester Stallone admitió que el éxito de Rocky influyó en su percepción de sí mismo y lo llevó por un camino peligroso. “Abusé mucho del poder”, declaró a la BBC, reconociendo que su actitud en aquel entonces distaba mucho de la humildad con la que inició su carrera. Incluso hoy, al revisar algunas de sus declaraciones de la época, siente vergüenza: “Leo algunas de las entrevistas que he concedido ahora y desearía poder volver atrás y darme un puñetazo en la cara”, afirmó con la crudeza de quien ha aprendido la lección con el paso del tiempo.
Convertirse en una sensación de la noche a la mañana tuvo efectos profundos en Stallone. No solo se volvió un ícono del cine de acción, sino que también empezó a creerse dueño absoluto de su destino. “Me convertí en alguien insufrible. Me volví una autoridad en todo”, confesó. El actor se dio cuenta de que, sin quererlo, había construido una versión de sí mismo que se alimentaba de la admiración y las expectativas ajenas.
Te puede interesar: Exempleado de Eminem es acusado de vender 25 canciones inéditas del rapero por $50,000 en Bitcoin
Te puede interesar: Voz de Los Simpson revela su batalla secreta contra el alcohol: 'Lo tenía todo, pero seguía vacío'
La industria no tardó en hacerle sentir el peso del éxito. Luego de Rocky, Stallone intentó diversificar su carrera con películas como F.I.S.T. y Paradise Alley, pero la crítica fue implacable. Para muchos, cualquier proyecto suyo que no estuviera a la altura de Rocky era considerado un fracaso. “Después de Rocky, casi parecía que estaba destinado a hacer una película que fuera un fracaso”, recordó en una conversación con el periodista Roger Ebert.
La presión llegó a tal punto que la pregunta sobre su futuro se convirtió en un interrogante constante. “Me estaban preguntando si Rocky II iba a salvar mi carrera”, relató. Y aunque sus intentos de alejarse del personaje no fueron fracasos en términos comerciales, el público y la industria parecían negarse a verlo más allá del boxeador que lo lanzó a la fama.
El desgaste emocional y profesional llevó a Stallone a un punto de inflexión. En Rocky III, decidió plasmar su propia experiencia con la fama y la arrogancia a través de su personaje. En esta entrega, Balboa pasa de ser un luchador humilde a un campeón acomodado, cegado por su éxito y rodeado de aduladores. “Hice Rocky III de forma autobiográfica”, confesó.
El actor reconoció que, al igual que su alter ego en la pantalla, necesitaba un golpe de realidad para recuperar el rumbo. “Eso es lo que pasa cuando te caes: estás protegido por agentes y nadie te dice la verdad”, reflexionó. Con el tiempo, entendió que su ascenso fulgurante no lo había hecho invencible y que, para mantenerse en la cima, debía reencontrarse con la esencia que lo había llevado hasta allí.
La historia de Stallone es la de un hombre que vivió el sueño de Hollywood y pagó el precio de la fama. Años después, con una carrera consolidada y una madurez que solo el tiempo otorga, el actor reconoce sus errores y se ríe de su propio pasado. Pero si algo le enseñó Rocky, tanto en la ficción como en la vida real, es que siempre hay una oportunidad para levantarse y seguir peleando.