Entusiastas mantienen vivo el cine analógico en Berlín
La revolución digital está terminando en casi todo el mundo con el cine analógico, pero en Berlín un grupo de jóvenes cineastas siguen defendiendo las virtudes del celuloide y se unieron para defender su opción artística.
El cine digital cambió el séptimo arte al punto que prescinde de la realidad: de "Avatar" a la escena del ataque del oso en "The Revenant", los efectos especiales logran resultados fuera del alcance del celuloide fotoquímico.
Los proyeccionistas de las salas que todavía operan con 35mm -cerca de la mitad en América Latina pero ya muy pocas en Europa- usan grúas portátiles para levantar bobinas que, tras el montaje, pueden superar los 200 kg.
Junto con las enormes máquinas de proyección, aquellas bobinas están pasando a ser cosa del pasado y el digital reduce todo eso a un simple disco duro, para el mismo resultado y por mucho menos dinero. Y ni que hablar a la hora de filmar.
¿El mismo resultado? No todos los cinéfilos están de acuerdo, al punto que en Hollywood la última "Guerra de las Galaxias" o el filme más reciente de Quentin Tarantino regresaron por ejemplo al soporte analógico, que según sus defensores tiene un grano, una sensibilidad y una definición superiores.
Desde que Kodak quebró y Fuji dejó de fabricar películas, en Francia, Alemania, Estados Unidos o Canadá comenzaron a aparecer iniciativas a favor del cine analógico. Algo parecido a lo que sucedió con los discos de vinilo, también despreciados por el bando digital como una mera supervivencia nostálgica.
Resistencia creativa en Wedding
LaborBerlin, una asociación de cine independiente y sin fines de lucro de Wedding, barrio popular con incipiente población bohemia en el norte de la capital, realiza y procesa a mano cine de 16 mm.
Entre sus miembros fundadores figura una pareja de brasileños treintañeros, Melissa Dullius y Gustavo Jahn, que presentaron esta semana su primer largometraje "Muito Romántico" en la sección Forum Expanded de la Berlinale.
Rodado en celuloide de 16 mm, el filme con elementos autobiográficos cuenta con licencia poética su viaje desde Brasil a bordo de un carguero y la vida en Berlín, en la que se reconocerán muchos amantes de la capital alemana.
Para ellos que prefieren el celuloide "como un pintor opta por la tela", sus virtudes van mucho más allá de cuestiones técnicas. Es casi una forma de estar en el mundo: mientras que lo digital todo lo convierte en código binario, lo analógico preserva el control del hombre sobre la máquina.
Como el viaje transatlántico en barco de Melissa y Gustavo, lejos de la inmediatez del avión, el celuloide impone su tiempo distinto.
"Dar tiempo a que las imágenes cobren sentido", explica Gustavo Jahn a la AFP. "Muchas de las imágenes de 'Muito Romantico' las captamos y quedaron en la heladera por seis meses o un año, y luego las revelamos y recién entonces las descubrimos".
Berlín, ciudad analógica
LaborBerlín tiene unos 40 miembros de nacionalidades varias. Algunos hacen cine de ficción, otros documentales, formas más experimentales o simplemente usan el celuloide para proyecciones en eventos artísticos.
Un laboratorio de revelado y procesamiento de películas de Colonia (oeste) que poseía máquinas diseñadas especialmente por su dueño cerró sus puertas y LaborBerlin-film.org lanzó una campaña participativa de "crowfunding" para adquirirlas y darles una segunda vida berlinesa.
Como artistas, los dos brasileños dicen que Berlín --"una ciudad analógica"-- les dio "libertad y autonomía" gracias a su rica vida asociativa. Le rinden homenaje en el filme, especialmente a los fascinantes espacios de la capital unificada, que poco a poco van siendo ocupados por nuevas construcciones.
"Berlín es muy inestable, está siempre cambiando y eso puede ser muy excitante. El sistema que consiste en el intercambio de cosas sin pasar por lo comercial es muy bueno a nivel humano, aunque no siempre facilite las cosas en otros planos".
¿Su próximo filme analógico? Melissa adelantó que estará inspirado en la escritora alemana Marie Luise Kaschnitz (1901-1974), cuyos poemas la pareja lee en el tiempo inmóvil del viaje marítimo de "Muito Romantico".