La enfermedad que terminó convirtiendo a Matt Smith en estrella de cine
House of The Dragon
House of the Dragon retrocede dos siglos respecto a los acontecimientos ocurridos en GOT. Se enfoca en el crecimiento de la Casa Targaryen, cuenta su origen y esplendor, pero también la división de la familia a través de un hecho puntual. Aquí, uno de los protagonistas es Matt Smith, quien se pone en la piel del príncipe Daemon Targaryen, hermano menor de Viserys I. A este heredero del trono se lo presenta como un guerrero inigualable y jinete de dragones.
“Sabía que Paddy (Considine) estaba trabajando en el proyecto y siempre lo he admirado”, le contó a Infobae Smith, que además de Considine (el rey Viserys Targaryen) es acompañado por Emma D’Arcy (la princesa Rhaenyra Targaryen) y Olivia Cooke (Alicent Hightower). “Luego leí el piloto y pensé que se veía muy bien. Un cambio de página y sentí que este mundo, en el piloto, se sentía bastante claro. Pero principalmente, hay tantas áreas grises en Daemon... Podrías ir por este camino o podrías ir por aquel. Se sintió como un papel realmente desafiante e interesante de interpretar”.
Pero detrás de este actor que muchos empiezan a descubrir ahora, se esconde una rica trayectoria, que desde hace varios años viene en ascenso y pareciera no encontrar un techo. A su vez, Matt posee una historia de vida que casi lo ubica bien lejos de la actuación. Una desgracia que -desde la perspectiva actual- se transformó en fortuna.
Smith nació Northampton, Inglaterra, el 28 de octubre de 1982. En su etapa escolar acudía a clases de teatro y era uno de los alumnos más destacados. Pero él no estaba muy convencido. Su profesor tuvo mucho que ver en su destino. Ya de chico, sin avisarle, lo inscribió para que fuera parte de la obra Twelve Angry Men. Era una adaptación realizada para un festival de teatro, pero cuando se lo comunicó, el joven Matt no aceptó. No quería saber nada.
Una vez finalizada la secundaria ingresó en la Universidad de Anglia del Este para estudiar drama y escritura creativa. Para ese entonces el arte ya lo cobijaba, y veía con buenos ojos que fuera su manera de ganarse la vida.
Smith todavía recuerda una de las primeras entrevistas. Se la concedió a The Guardian. Y le quedaron grabadas las definiciones que utilizó el periodista para referirse a él: “Delgado como brote de frijol”, “Con una piel preocupantemente blanca”, “Su frente como acantilado que sobresale” y “Estrella de rock del espacio”, escribió el cronista. Lejos de ofuscarse, no hizo más que reírse y admitir que, cuanto menos, el periodista había sido muy expresivo.
Para la industria era un talento que había que pulir, y eso se terminó dando en 2016 cuando lo convocaron para The Crown. En las primeras dos temporadas interpretó a Felipe de Edimburgo, marido de la reina Isabel II. No solo se habló de su parecido físico, sino de la manera de personificarlo. La serie le valió buena parte de su popularidad.
Pero todo podría haberse borrado de un plumazo si Matt Smith hubiera ido detrás de su verdadera pasión: el fútbol. Era un gran jugador, un deportista con proyección al que una lesión lo alejó de los campos de juego. Hizo inferiores en el Northamton y más tarde, un cazatalentos lo vio y lo llevó al Leicester City, donde firmó su primero contrato.
Tenía apenas 15 años cuando empezó a sentir fuertes dolores en la espalda. Con el correr de los entrenamientos el padecimiento se fue agudizando, hasta que le hicieron estudios. El diagnóstico fue tan inesperado como demoledor: tenía espondilosis cervical, una degeneración de la columna vertical que no le permite hacer grades esfuerzos. Smith debió abandonar el deporte de alto rendimiento, en el mismísimo momento en el que la selección de Inglaterra seguía sus pasos para sumarlo a la Sub 16.
“Fue un momento difícil porque me sentía insatisfecho. Para ser honesto, estaba tan seguro de que jugar al fútbol era lo que iba a hacer que fue muy difícil para mí decirle a la gente que me habían diagnosticado esta enfermedad. Mi ego decía: ‘Yo soy eso, soy un futbolista’. Y ya saben como es: en la escuela era el jugador de fútbol para todos y de repente, nada”, lamentó en Desert Island Discs.
En medio de la desolación, su profesor de teatro, Terry Hardingham, logró sacarlo de su angustia con tan solo una frase: “Nunca estuviste destinado a ser futbolista, siempre pensé que eras muy bueno actuando”. Ese día enfocó su cabeza en el arte dramático. Y Matt Smith terminó torciendo el destino que creía ya escrito para su vida.