Cannes acelera el ritmo la víspera de su 71 edición
A un día de convertirse en el epicentro cinematográfico mundial, Cannes entró hoy en la recta final de los preparativos su 71 edición que se anuncia pasada por agua y en la que, mientras se ultima la alfombra roja, decenas de entusiastas hacen guardia ya en busca de las primeras estrellas.
Frente al Palacio de Festivales, sede del certamen durante los próximos doce días, la habitual legión de fieles que antes de cada pase reclama en primera fila un autógrafo o un saludo defiende su lugar con escaleras y sillas encadenadas, consciente de que la espera es larga.
Gente como Nicolas Delbove, fotógrafo aficionado que hace 16 años se hizo fuerte en esa acera, lugar privilegiado desde el que ver a los actores bajarse del coche oficial,
"Cannes es una fiesta. Nos encontramos y conocemos todos", explica a Efe este cinéfilo, que dice no sufrir por las horas bajo el sol o la lluvia acumulados jornada tras jornada.
La Croisette, paseo marítimo de una ciudad que estas dos semanas muda de piel para vestirse de gala, encuentra en entusiastas como él uno de sus elementos más característicos, junto a las hordas de periodistas, productores y distribuidores que completan el negocio.
A la vista de todos, el beso entre Jean-Paul Belmondo y Anna Karina, cartel que corona el Palacio con sus once metros de alto y 25 de largo y decora también comercios y paneles, haciendo omnipresente la sombra de Jean-Luc Godard, director de "Pierrot el loco", la película de la que se ha extraído la imagen.
Godard, mito del séptimo arte y 'enfant terrible' de la "Nouvelle Vague", que en mayo de 1968 fomentó junto a François Truffaut la anulación del certamen de ese año en solidaridad con las revueltas de París, compite con "Le livre d'images" pero, al igual que en 2014, no está garantizada su presencia.
Medio siglo después de esa histórica protesta estudiantil, los organizadores tienen en esta ocasión la vista puesta en la seguridad, ante un nivel de amenaza que no ha bajado desde los atentados yihadistas que desde noviembre de 2015 han asolado el país.
"El riesgo cero no existe, pero se ha puesto todo en marcha para que no pase nada", explicó a Efe el jefe de la Policía Municipal, Yves Daros.
Cerca de 700 agentes, 580 cámaras de videovigilancia y 400 maceteros gigantes para evitar la intrusión de vehículos en zonas peatonales sensibles integran un dispositivo al que se suman 80 civiles voluntarios, encargados de reportar a las fuerzas del orden cualquier anomalía.
Un despliegue que intenta pasar desapercibido y no alterar el carácter festivo del encuentro: "La fiesta debe seguir siendo real. La alfombra roja tiene que seguir haciendo soñar a la gente", añadió Daros.
A diferencia de otros años, la vigilancia se ha extremado también en material sexual.
En el primer Cannes tras el escándalo de abusos protagonizado por el productor estadounidense Harvey Weinstein, un habitual del certamen que en 1994 vio premiada "Pulp Fiction" con la Palma de Oro, el festival ha dejado claro que no tolerará ninguna salida de tono.
"El acoso está penado por la ley" con hasta tres años de prisión y 45.000 euros de multa, advierte un folleto distribuido dentro de un pack a los festivaleros acreditados en el que también se recuerda la política contra los "selfies" que en ediciones anteriores han ralentizado en la alfombra roja la subida al Palacio.
El teléfono de las estrellas deberá quedarse en el bolso, no así el de los aficionados que desde la barrera intentan inmortalizarlas. Los españoles Penélope Cruz y Javier Bardem serán mañana los primeros en acaparar esos flashes en el estreno de "Todos lo saben", película inaugural que opta además a la Palma de Oro.
Pero a un día de su comienzo, en el Palacio priman de momento las prisas por dejarlo listo. Los plásticos envolviendo sillas, las salas cerradas y el trabajo de los técnicos recuerda que queda mucha labor pendiente.
Desde fuera, no obstante, el atractivo que destila Cannes, ayudado por los cada vez más numerosos yates, no se ha visto afectado.
"Se ve el glamour, como que la vibra de la ciudad cambia", resume a Efe el mexicano Santiago Ortiz, de 18 años de edad, que llegó hace tres días de vacaciones y ha sido testigo de su progresiva entrada en ebullición.