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Los carnavales en el Panamá de ayer

Año 1890 / Cortesía: @PaViejaEscuela

Los días de fiesta más esperados por los panameños son los carnavales, cuatro días consecutivos de fiesta y jolgorio, anteriores al Miércoles de Ceniza. Esta fiesta en Panamá termina el martes en la noche con el denominado “entierro de la sardina”.

El carnaval panameño inicia el viernes por la noche con la coronación de la Reina del Carnaval.

En los tiempos de la Gran Colombia, en Panamá, el Carnaval era cosa del pueblo, pues cada 20 de enero, Día de San Sebastián, el jolgorio iniciaba con la izada de la bandera y la formación de grupos alusivos al ataque pirata liderado por Henry Morgan, al asalto de los demonios a los pecadores o la sublevación de los esclavos cimarrones.

Casco Viejo en 1912 / Cortesía: @PaViejaEscuela

Si alguien caminaba solitario por las calles contiguas a las bases de las agrupaciones, se capturaba como “prisionero” y debía pagar por su libertad entre 100, 50 o 10 millones de pesos colombianos de aquel entonces.

Para los grupos, un centésimo equivalía a un millón de pesos, por tanto, un simple peso era suficiente para cubrir un rescate de 100 millones de pesos.

Al final, reunían el dinero para los bailes, comida, disfraces y sobre todo alcohol durante el Carnaval.

El día cumbre de la celebración era el Martes de Carnaval. Para ese día, en la mañana, había juegos de baños de agua y harina para personas que preferiblemente eran tomadas por sorpresa. El agua podía estar clara o teñida de añil.

Ramona Emilia Lefevre de la Ossa, Reina del carnaval de 1912 / Cortesía: @PaViejaEscuela

Muchos de los mojados “echaban pestes” o contraatacaban con más agua; mientras que otras veces el asunto terminaba en golpes y trifulcas. También se lanzaban huevos de Pascua llenos con agua perfumada.

En las noches llegaba la exhibición de tunas y comparsas, con mujeres vestidas de pollera y hombres con atuendos variados, que al ritmo del sonido de piedras y palos cantaban y recorrían las calles de la ciudad con el entusiasmo “alimentado con alcohol”.

En 1910, en las oficinas del Diario de Panamá se escogió la reina del Carnaval de Panamá, y proclamaron a Manuelita Vallarino como la soberana del primer Carnaval oficial de la ciudad.

La idea fue de Juan B. Sosa, concejal del distrito de Panamá y José Mistelli fue el primer presidente de la junta organizadora.

Todo se hizo muy rápido, sobre la marcha; a medida de avanzaban los días de la fiesta, se preparaban las actividades.

En la década de 1910 / Cortesía: @PaViejaEscuela

El 5 de febrero fue sábado de Carnaval. Uno de los primeros puntos del programa fue el paseo de la nueva Reina, acompañada de su corte: damas princesas y edecanes.

Para ese año se prohibieron los fuegos artificiales. En su lugar, hubo lluvia de serpentinas y confeti para celebrar a Manuelita Vallarino, “niña de belleza extraordinaria y perteneciente a una de las familias de mejor posición social y más rancio abolengo”, describe el artículo “Breve historia del Carnaval panameño”, de Guillermo Andreve publicado en la revista Lotería de 1944.

El domingo se celebró el concurso de damas bellas y hombre feos. Sí, había un premio especial para el caballero peor dotado físicamente y fue escogido de entre los invitados a un banquete cortesía de la junta organizadora.

De aquella primera vez en 1910, hasta mediados de la década de 1940, apuntó Guillermo Andreve en la revista Lotería, el Carnaval local ganó cultura y esplendor, teniendo tres puntos claves: “La coronación de la reina el sábado de Carnaval en la noche, el desfile de carros alegóricos el martes en la tarde y los bailes populares en los llamados toldos”.

En la década de 1920 / Cortesía: @PaViejaEscuela

En la revista Momo de 1936 se publicó en una página la “Guía del Carnaval Panameño”, con los “centros sociales y toldos más conocidos de la ciudad”: Los Dispuestos, Leda, Uria, Centro X, Gondoleros de Venecia, Las Mariposas, Centro-América, El Encanto, Brisas del Chorrillo, Los Millonarios Cubanos, Archipiélago de Las Perlas... Participaban medio centenar de locales carnestoléndicos.

Ya era la Comisión Nacional de Turismo la encargada de los pormenores de la popular celebración.

Carnaval de 1925 / Cortesía: @PaViejaEscuela

En 1945, Panamá no tuvo Carnaval. La Segunda Guerra Mundial alteró las relaciones sociopolíticas de casi todo el planeta, opacando así la celebración en el istmo.

Sin embargo, al año siguiente en 1946, la festividad se retomó con el lema “Carnaval de la victoria”. El rey Momo volvió a prevalecer en la avenida Central, acompañado de Marcela Cucalón como soberana del festejo. Algunas fotos publicadas en internet demuestran que desde entonces las comparsas ya se encontraban bien constituidas y que algunos personajes, como los resbalosos, eran asiduos del séquito de Carnaval. Ciertamente, el Carnaval representa una fecha especial para los panameños.

Carnaval en los años 40 / Cortesía: @PaViejaEscuela

Y por entonces ya se reconocía “esa capacidad física y anímica del pueblo panameño para extraverterse sin reservas durante varios días, en ese gran alarde de euforia y de hilarismo (...) Con fácil su disposición para la farsa, su ausencia de temor al ridículo, su prontitud para la tolerancia que se necesita en esos días y su desenfado para imponer un alto a los más urgentes problemas de la vida, con el imponderable propósito de divertirse”, de acuerdo con Manuel F. Zárate en su análisis social Carnaval Panameño de 1949.

Con el pasar de los años las celebraciones en puntos como las ciudades del interior como Las Tablas y Penonomé o en la Avenida Central de la ciudad capital, fueron ganando espacios en las publicaciones de los diarios.

Carnaval de Las Tablas 1958 / Cortesía: @PaViejaEscuela

Para 1980 ya se podían encontrar comentarios críticos enfocados en la distorsión de los aires tradicionales de la llamada fiesta del Dios Momo.

Por ejemplo, el 10 de febrero de ese año 1980, en vísperas del jolgorio, el diario La República incluyó en sus páginas el texto “Cuando los carnavales eran carnavales”, que resaltaba la pérdida del esplendor de los desfiles y reinados, que hasta un par de décadas atrás aún se veían. “Fueron torneos de cultura, belleza y arte”, resumía el texto del rotativo.

Fue para esa década que entraron los carros cisternas patrocinados por marcas de licor y cigarrillos. Y los culecos en el interior gustaron a todos.

El Carnaval de 1986 celebró entonces los 75 años del festejo en la ciudad capital. “Ese año procuramos romper con los moldes tradicionales”, añade Gago, quien detalla otras iniciativas como el cambio de ruta para los desfiles, la inclusión de una comparsa propia para la reina y la reinstauración del clásico Presidente de la República el martes de Carnaval. La soberana en aquella ocasión fue Julieta Barría (q.e.p.d.), recordada por su participación animada y por bajar de su carroza para bailar con su comparsa en el corazón de la vía España.

Hasta mediados de los años de 1980, el Carnaval era patrocinado por el Estado.

Carnaval de 1987

Para los años 90 se veía también que se vivían esos días de jolgorio.

Los resbalosos, hoy en extinción debido al Decreto 700 del 10 de enero de 2013 -que escatima pintarse el cuerpo total o parcialmente, utilizar instrumentos de sugestión para pedir dinero, lanzar harina, confetis o serpentinas-, formaron parte de las fiestas carnestolendas del siglo XIX y principios del XX.

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