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En las últimas décadas, la industria de los suplementos ha crecido exponencialmente, convirtiéndose en un pilar del bienestar moderno. Solo en Estados Unidos, más de la mitad de los adultos recurren a estos productos para mejorar su salud física y mental. Desde la berberina, popularizada en TikTok como un acelerador del metabolismo, hasta el musgo marino recomendado por celebridades para la salud intestinal, los suplementos han pasado de ser un nicho de mercado a una obsesión global.
Sin embargo, estudios recientes advierten sobre un preocupante aumento de enfermedades hepáticas asociadas a su consumo. En los últimos 25 años, médicos de todo el mundo han registrado un incremento significativo de casos de lesiones y fallos hepáticos vinculados a estos productos, generando alarma en la comunidad científica.
Además de los problemas en el hígado, los efectos adversos incluyen alteraciones en el estado de ánimo, fatiga, cálculos renales, caída del cabello, hipertensión y problemas digestivos. Para los especialistas, esto se debe a tres factores principales: la presencia de compuestos potencialmente tóxicos en algunos suplementos, las interacciones peligrosas con otros medicamentos y el fenómeno de la “megadosis”, donde los consumidores ingieren cantidades muy por encima de las recomendadas.
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“Todo el mundo busca la bala mágica y el elixir de la juventud, algo que sea muy fácil de tomar como pastilla para ralentizar el proceso de envejecimiento o prevenir enfermedades crónicas”, explica JoAnn Manson, médica, epidemióloga y endocrinóloga del Hospital Brigham and Women’s de Massachusetts y profesora de la Facultad de Medicina de Harvard, en diálogo con National Geographic.
A pesar de los riesgos, el consumo de suplementos no deja de aumentar. Encuestas revelan que el 84% de los usuarios confía en su seguridad y efectividad, aunque muchos de estos productos carecen de estudios científicos rigurosos que respalden sus beneficios. “Es el Salvaje Oeste, así que el comprador debe tener cuidado”, advierte Manson.
A lo largo de la historia, la humanidad ha recurrido a hierbas, minerales y otros productos naturales para tratar enfermedades. Hoy, estos mismos ingredientes han sido transformados en cápsulas y polvos que inundan las estanterías de farmacias y supermercados. Sin embargo, la diferencia es que ahora la demanda está impulsada por estrategias de marketing agresivas y tendencias virales en redes sociales.
“Tenemos una crisis mundial de enfermedades relacionadas con la dieta y la gente está realmente enferma, destrozada y sufriendo”, señala Dariush Mozaffarian, cardiólogo y decano de la Escuela Friedman de Ciencia y Política Nutricional de la Universidad de Tufts.
Otro factor que impulsa el consumo de suplementos es la falta de confianza en el sistema de salud convencional. Según encuestas, el 52% de los pacientes en Estados Unidos considera que sus síntomas son minimizados o ignorados por los médicos, lo que los lleva a buscar alternativas en la medicina natural y los suplementos.
Para la mayoría de las personas, el consumo de suplementos en dosis moderadas no supone un peligro grave para la salud. En muchos casos, el único resultado es lo que Mozaffarian llama “orina cara”, ya que el cuerpo elimina los compuestos sin aprovecharlos realmente.
Sin embargo, algunos ingredientes pueden tener efectos tóxicos, especialmente cuando se consumen en exceso o en combinación con otros medicamentos. Por esta razón, expertos insisten en la necesidad de una mayor regulación y educación sobre el consumo responsable de suplementos.