Mugre en la sartén

Ciudad de Panamá.
Ciudad de Panamá. / TVN Noticias.

Hay un caos que se arrastra, que repta en Panamá. Un impulso entrópico que sacude todo para que al final siga igual. Somos nuestra propia pesadilla.

La Asamblea Nacional es el órgano del Estado que mejor nos representa. Sus miembros se escogen democráticamente para representar los distintos sectores del país. Y es la institución en la que menos confiamos, el espejo que odiamos mirar.

A las 6 de la tarde, después de Caso Cerrado, los presentadores de noticias me regurgitan por la pantalla discursos vacíos de políticos y me resumen la ceremonia de unción al nuevo viejo presidente del Legislativo.

Veo al presidente Laurentino Cortizo, quien públicamente humilló y lanzó amenazas veladas a los funcionarios que no se quisieran rebajar el sueldo meses atrás, finalmente dar el ejemplo y decir que reducirá su salario, al igual que el de sus ministros.

Apago la pantalla, desbloqueo mi celular por reflejo y abro el Facebook. Me recibe una foto del diputado Juan Diego Vásquez. “Sino nos mata el COVID, nos mata la corrupción”, dice un letrero en su puesto.

Mi lado obsesivo se activa.

“Sino”, debería ir separado, y la RAE dice que COVID es niña. “Sino”, pegado, es sinónimo de destino. Que destino ser político en un país es dónde te critican por tu edad y no por tus argumentos. Juan Diego tiene 24 años, ser legislador es el primer trabajo de su vida adulta.

Decía Salvador Allende que ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica. Quizás sea necesario algo de sangre fresca para cuestionar e intentar cambiar el status quo. O tal vez yo, y otros, nos estamos dejando encandilar por las ambiciones de un político joven, pero político al fin. El tiempo lo dirá.

Bloqueo el teléfono con la mano derecha y camino hacia la cocina. Lo pongo a un costado del lavaplatos, en modo teletrabajo pasivo, mientras friego una sartén. Lavar trastes es lo más cercano a una meditación zen en mi vida.

A Allende lo suicidaron los militares dentro del Palacio de la Moneda en Chile. Las amigas de mi abuela le dicen que en Panamá puede haber un golpe también. Me pareció absurdo cuando lo escuché, ¿quién daría el golpe? ¿Con qué apoyo? Se necesitarían armas, ósea que tendría que venir de la Fuerza Pública. Supongo que no es imposible. Pero sería mal negocio, y en Panamá manda el dinero sobre todas las cosas.

Whatsapp me llama de vuelta a teletrabajar. Hay que escribir de cómo Nito Cortizo no bota a sus ministros señalados por corrupción, hay que hacer una nota sobre cómo combatir el desempleo, entrevistar personas para un podcast sobre salud sexual, y me faltan buscar estadísticas sobre las cárceles y la COVID-19.

Somos nuestra propia pesadilla. Ese caos que se arrastra lentecito y no cambia nada al final. Al pasar los 30 la biología me quitó un poco lo revolucionario. La sartén aún tiene mugre pegado. ¿Cuánta fuerza hará falta para limpiarla al final?

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