Amores que no matan
Desde pequeñas, a las mujeres nos meten en la cabeza la idea del amor, del “Erase una vez”, y los cuentos de hadas. Crecemos con la idea de encontrar al hombre de nuestras vidas, ¡Grave error! A los 16 años, cuando mi primer “principe azul” me engañó con mi mejor amiga, , comprendí que había crecido con la idea equivocada.
Entre todo lo que implica tener el corazón roto a esa edad, donde ni siquiera sabemos lo que queremos, me propuse encontrar un amor que no matara: el fútbol.
Al principio fue bastante raro. En mi familia nadie era amante de los deportes. Daba igual si jugaba el Real Madrid, El Barcelona, o el Caracas FC; súmenle que soy mujer. Diría mi papa: “Sospechoso”. Pero aquí estoy, doce años después, disfrutando de esta relación que me ha dado experiencias inolvidables, compañeros de trabajo irremplazables y un pasaporte lleno de sellos imborrables.
Algunos dirán que estoy loca, pues a cuantos no hemos visto llorar al perder una final, al sufrir una lesión, o al retirarse del equipo de sus amores. A muchos grandes hombres de fútbol los hemos visto en cada una de esas situaciones. Y ni hablar de los fanáticos, cuantos sacrificios, trenes, aviones, noches en vela, cuantas alcancías vacías, por ver ganar y muchas veces ver perder a su equipo.
Díganmelo a mi, que soy hincha del Atlético de Madrid.
Aquí aplica la frase, ¡Se sufre, pero se goza! Y es que el fútbol es así, nos ilusiona con su magia, esa que ocurre dentro de un estadio durante 90 minutos y poco más, porque pase lo que pase, siempre valdrá la pena.
He vivido en carne propia el luto de los brasileños por perder 7-1 ante Alemania. Ví a los argentinos dormir durante días en Copacabana y pagar más de 5000 dólares para ver al “Pipa” fallar la oportunidad de ganar el mundial, cosa que sí hicieron los alemanes, a quienes vi bailar, a su ritmo, de la samba en el Maracaná.
¿A dónde quiero llegar con todo esto?… A que tal vez el fútbol no pueda satisfacernos a todos al mismo tiempo, desde el comienzo tenemos claro que siempre tiene que haber un perdedor. Pero hay algo que he comprendido estos años. El fútbol es el único amor que puede romperte el corazón, y aún así hacerte sentir vivo, a través de sus colores, de su gente, de un mundo movido por la pasión de los que viven por y para él, del cual quise formar parte, y que ahora se ha convertido en mi mundo: El Mundo de Anto.