[Reportaje] Japón y Panamá, tras el secreto del atún de aleta amarilla
Panamá es uno de sus productores principales y Japón, su consumidor mundial por excelencia. En los mercados de la capital nipona el lomo de atún se vende a precio de oro.
En escabeche, a la plancha, en sashimi, en sushi, en conserva... ¿Hay alguien que no se deje seducir por el atún? Desde hace 4 años, un laboratorio panameño, con apoyo de la universidad japonesa de Kinki, acoge el proyecto "Pro Atún", para criar y reproducir en cautiverio ejemplares de atún de aleta amarilla, para "repoblar" los mares y mitigar los efectos de la sobrepesca.
Media hora después de pasar en coche por Pedasí, un turístico pueblo del Pacífico panameño situado en la península de Azuero, emerge de la frondosidad una verja oxidada y enmohecida que recuerda a las casas abandonas de las películas.
Aunque apenas supera el metro de altura, la valla inflige algo de desasosiego, de respeto. Quizá sea por las esculturas con forma de pez que pueblan sus barrotes, por el espeso verdor que se avista a través de ella, o simplemente porque es la puerta de uno de los "templos atuneros" más importantes del mundo: el laboratorio de Achotines.
Nos recibe su director, el científico irlandés Vernon Scholey quien, vestido con una camisa estampada llena de motivos marinos, deja claro desde el principio su absoluta fascinación por los océanos y por las especies que habitan en ellos, en especial, los atunes.
"Bienvenidos y gracias por venir tan lejos", dice Vernon en cuanto la periodista, con las piernas semientumecidas después de casi siete horas de viaje, baja del autobús. Fundado en 1985 por la Comisión Interamericana del Atún Tropical (CIAT), Achotines es un verdadero santuario para los biólogos y los amantes de ese pez, el atún, que constituye un alimento básico en casi todas las dietas del mundo.
El atún más consumido en el mundo
En escabeche, a la plancha, en sashimi, en sushi, en conserva... ¿Hay alguien que no coma atún por lo menos una vez a la semana? Desde hace 4 años, este laboratorio panameño acoge el proyecto "Pro Atún", que busca criar y reproducir en cautiverio ejemplares de atún de aleta amarilla para después "repoblar" los mares y mitigar así los efectos de la sobrepesca.
"Pro Atún" es una iniciativa financiada por la Agencia de Cooperación de Japón (JICA), que cuenta con una inversión de 4,5 millones de dólares y que ejecutan conjuntamente la CIAT, la Autoridad de Recursos Acuáticos de Panamá (ARAP) y la Universidad japonesa de Kinki.
El atún de aleta amarilla, que tiene una vistosa cresta dorada que deslumbra en la oscuridad del océano, es de los más consumidos a nivel mundial, ya que fundamentalmente se usa para ser enlatado.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), de todos los atunes que se capturan en el mundo, el 65 % corresponden a este especie, es decir, 1.2 millones de toneladas.
A diferencia del atún rojo en el Mediterráneo, el de aleta amarilla, que se conoce en el lenguaje científico como YFT (yellow fish tuna), no está en peligro de extinción, pero sí empieza a sufrir las consecuencias de la sobreexplotación pesquera.
Panamá es uno de sus productores principales y Japón, su consumidor mundial por excelencia. En los mercados de la capital nipona el lomo de atún se vende a precio de oro, es un suculento manjar. Su textura, su sabor, su carne aceitosa pone los dientes largos a millones de japoneses.
"Los atunes son tan deliciosos, tan fascinantes... Los japoneses, al ser uno de los países del mundo que más atunes consumimos, tenemos la responsabilidad de promover el uso sostenible de estos recursos", dice convencido el director científico del proyecto y profesor de la Universidad de Kinki, Yoshifumi Sawada.
El doctor Sawada se esfuerza en explicar cada detalle del proyecto y en hacer entender a la periodista que "Pro Atún" se trata de una iniciativa única en el mundo porque, hasta ahora, ningún laboratorio ha sido capaz de criar y reproducir en cautiverio ejemplares del YFT y luego soltarlos en el mar.
La hazaña, sin embargo, sí se ha conseguido con el atún rojo, también conocido como atún de aleta azul, otra exquisitez en el país del sol naciente y cuyas capturas suponen el 17 % de la pesca mundial.
El atún es un pez poco amigo de la acuicultura y es sumamente difícil criarlo en piscifactorías por sus características fisiológicas, sobre todo el YFT que, de media, puede llegar a medir 2 metros de largo y a pesar 200 kilogramos.
Además, son animales altamente migratorios, que están en constante movimiento y que son capaces de nadar a 90 kilómetros por hora.
"Es imposible criar atunes en espacios pequeños", indica el profesor japonés en un macarrónico inglés.
Gesta lenta y compleja
El procedimiento en Achotines es el siguiente: capturar varios ejemplares adultos, mantenerlos en un enorme tanque artificial, criar las larvas en tanques más pequeños, trasladar los atunes jóvenes a unas jaulas marinas cercanas a la orilla, marcarlos con etiquetas, liberarlos una vez crezcan y estudiar su comportamiento en mar abierto.
"Nuestro objetivo es entender y estudiar la vida temprana de estos animales para poder dar consejos a los gobiernos sobre políticas pesqueras y, en concreto, sobre la cantidad de capturas sostenibles", apunta el irlandés Scholey.
Los científicos de Achotines han conseguido, por primera vez en la historia, trasladar varios ejemplares juveniles de YFT de los tanques artificiales a las jaulas marinas.
"Es un hito en el desarrollo de la acuicultura en Panamá", presume el director de la Autoridad de Recursos Acuáticos del país centroamericano, Amado Cano.
"Esta investigación contribuye a la seguridad alimentaria de Panamá y a la conservación de los recursos pesqueros en el mundo", añade el director de JICA en Panamá, Kazumi Kobayashi.
A simple vista, parece algo sencillo y automático pero, según cuentan los expertos, es una gesta lenta y compleja.
"Las larvas son extremadamente delicadas. Solo el 5 % consigue sobrevivir", aclara Sawada.
Las crías de atún mueren a la primera de cambio. Algunas no "aprenden" a nadar y mueren "por flotación", otras practican el canibalismo, otras se chocan contra las paredes de los tanques y fallecen espachurradas... Solo aguantan las más fuertes, como diría Darwin.
"Un pequeño cambio en la supervivencia de una larva puede suponer un cambio gigantesco en la población atunera mundial", afirma con contundencia Scholey, después de escuchar atentamente las explicaciones de su colega japonés.
La teoría la saben. Ahora solo les falta encontrar el secreto del atún de aleta amarilla.