El voto femenino que no nos dio Arnulfo Arias
Durante la década de los 1930 Panamá no escapaba a los problemas que afectaban al resto de los países del hemisferio occidental.
El estallido del Partido Liberal, que se dividió en varias facciones después del golpe de estado de Acción Comunal de 1931, el debilitamiento del Partido Conservador y la crisis de la izquierda con el Partido Comunista actuando en la clandestinidad, fueron elementos que evidenciaban la inestabilidad política que se vivía en el país.
Dentro de este panorama político el Partido Nacional Feminista (PNF) mantuvo en todo momento su independencia y promovió alianzas con todos los partidos buscando una mayoría parlamentaria que impulsara las propuestas legislativas orientadas al reconocimiento del derecho plena de las mujeres a la ciudadanía.
La más dura oposición en la Asamblea había sido de parte de los liberales, quienes fundamentaban su rechazo “en su creencia de que las mujeres iban a votar lo que los curas católicos les indicaran y eso no iba a ser favorable a los liberales sino a los conservadores”, destaca Yolanda Marco en su Biografía de Clara González.
También los prejuicios acerca del papel de las mujeres y cómo la política podría mancillarlas y destruir el hogar, pesaban en contra de una mayor participación de las mujeres en la vida política.
Sin embargo, en diciembre de 1931, el PNF se dispuso a reinventarse celebrando una convención para adoptar un nuevo programa y nuevos estatutos. En esa época se incorporan a la lucha un grupo de mujeres egresadas de universidades estadounidense como Otilia Arosemena y Georgina Jiménez.
La década de la represión
En 1932, el PNF envió nuevamente un memorial a la Asamblea Nacional pidiendo reformas y el voto para las mujeres. A través de los diputados socialistas Demetrio Porras y Sergio González, Clara, Elida Compodónico y Georgina Jiménez, consiguieron una cortesía de sala, pero sus argumentos fueron constantemente interrumpidos por los diputados y el proyecto no prosperó.
En 1936, el colectivo político tuvo como actividad principal la lucha para conseguir la cédula de identidad personal para las mujeres, que se había creado en el año 1934. La lucha no obtuvo el resultado deseado, pero sirvió para aumentar la membresía del partido y comprometer a más mujeres en la lucha por el voto femenino.
En la Biografía de Clara, Yolanda Marco relata cómo “para estas elecciones Clara González, Otilia Arosemena de Tejeira y Elida Campodónico de Crespo fueron a solicitar su cédula de identidad personal para votar y se les negó. Al reclamarle al Secretario de Gobierno por tal cosa, les respondieron: ‘en Panamá no hay ciudadanas sino ciudadanos”.
El segundo congreso feminista debía celebrarse en agosto del 38, pero la agitación feminista alcanzó ese año su momento culminante con la propuesta del sufragio femenino en la Asamblea a cargo del diputado colonense Víctor Navas del Partido Liberal Renovador.
La represión no se hizo esperar. El Municipio de Panamá retiró la autorización para el uso de locales en actividades relacionadas con los preparativos del congreso. El presidente Juan Demóstenes Arosemena, conocido por ser un furibundo antifeminista, destituyó a un número importante de maestras militantes del Partido Feminista y amenazó con vetar la ley si la Asamblea aprobaba el derecho al sufragio femenino.
El voto de Arnulfo
Es amplia la creencia de que fue el presidente Arias quien vino a satisfacer las demandas del feminismo, pero al estudiar la historia, nos damos cuenta que en realidad no fue así.
En el año 1941 se elaboró por mandato de Arias una nueva Constitución cuyo artículo 61 decía “son ciudadanos de la República todos los panameños varones mayores de 21 años. El Legislador podrá por ley conferir a las mujeres panameñas mayores de 21 años la ciudadanía con las limitaciones y requisitos que la ley establezca; no obstante, la mujer panameña mayor de 21 años podrá desempeñar empleos con mando y jurisdicción”.
Por primera vez se decía, explícitamente, que solo los varones eran ciudadanos con derecho al voto, lo cual fue considerado por el movimiento feminista como un retroceso en la lucha por el derecho al sufragio de las mujeres. Por otra parte, la Ley No 98 del 5 de julio de 1941 sobre elecciones populares decretó: “artículo 2: son electores y elegibles los ciudadanos panameños con las limitaciones que la Constitución y las leyes establecen. La mujer panameña, mayor de 21 años que posea diploma universitario, vocacional normal o de segunda enseñanza, podrá elegir y ser elegida en elecciones para representantes a los ayuntamientos provinciales”.
Ninguna feminista le dio su apoyo. Recordemos que en la Constitución de 1904 no se excluía explícitamente a las mujeres, ya que decía: “todos los ciudadanos mayores de 21 años tienen derecho al sufragio”.
El 30 de diciembre de 1944, el presidente Ricardo Adolfo de la Guardia anunció la convocatoria a las esperadas elecciones. Clara González y un grupo de asociadas al Partido Nacional Feminista se organizaron y fundaron la Unión Nacional de Mujeres el 31 de diciembre de 1944 para tratar de garantizar que las mujeres disfrutasen de plenos derechos y tuvieran las mismas oportunidades que los hombres en la contienda electoral.
Las elecciones fueron convocadas formalmente por el decreto Nº12, del 2 de febrero de 1945 y decía: “artículo 2: Puede votar toda persona varón o mujer en pleno goce de sus derechos y que haya cumplido 21 años”. Y en el “artículo 3: Puede ser elegido delegado principal o suplente todo panameño varón o mujer en pleno goce de sus derechos mayor de 25 años, que no esté impedido por este decreto”.
Fue así como por primera vez las mujeres podían participar en las elecciones en las mismas condiciones que los hombres.
La campaña para la Asamblea Constituyente fue la oportunidad de oro para que las mujeres pudieran expresar sus opiniones sobre los problemas y asuntos nacionales.
Por otra parte, el 9 de enero de 1945 otro grupo de mujeres aglutinadas en torno a Esther Neira de Calvo constituyen la Liga Patriótica Femenina que promovía en una de sus consignas: “trabajar porque el mayor número de mujeres panameñas participe en los próximos comicios electorales: porque su intervención en el torneo político en que actuará por primera vez prestigie su causa; porque su trabajo en la Asamblea Constituyente contribuya a darle a la República una Constitución democrática que consulte los valores eternos de la libertad y de honor, y el bienestar y el progreso nacionales y que garantice la soberanía de la República”.
El 11 de marzo la Unión Nacional de Mujeres postuló a Clara González a la Constituyente junto a Graciela Rojas Sucre y Magdalena Icaza de Briceño como suplentes.
Por la Liga Patriótica Femenina se propusieron como candidatas a Esther Neira de Calvo con sus suplentes: Carlos L. López y María Olimpia de Obaldía; y a Gumercinda Páez, ambas además, fueron postuladas por otros partidos políticos.
Neira de Calvo fue respaldada por el Partido Conservador, el Partido Liberal, el Partido Demócrata, el Partido Nacional Revolucionario y el Partido Liberal Doctrinario. Mientras a Gumercinda Páez la apoyaba el Partido Nacional Revolucionario.
Hay que destacar que muchas mujeres fueron candidatas suplentes en esas elecciones entre ellas: Marina Ucrós, Stella Sierra de Ruíz Vernacci, Emelina E. de Romero, Ana de Calvo, Elvira Ayala y Raquel W. de Ducruet, que resultó electa.
En Colón se presentó la candidatura de libre postulación de Felicia Santizo de García, destacada fundadora del Partido Nacional Feminista y de la Unión Nacional de Mujeres y en ese momento militante del Partido del Pueblo.
La campaña fue muy movida. La prensa de la época recoge la actividad que ambos grupos de mujeres llevaron a cabo a lo largo del país.
Primeras diputadas
En las elecciones del 6 de mayo de 1945 solo resultaron electas dos mujeres de un total de 51 diputados. Esther Neira de Calvo como diputada nacional y Gumercinda Páez como diputada por la provincia de Panamá.
Esther Neira de Calvo obtuvo un total de 56,201 votos, mientras Clara González 30,000.
Fue así como llegaron a la Asamblea Constituyente las dos primeras diputadas de la república de Panamá. La mesa directiva quedó constitutida por Rosendo Jurado como Presidente, Harmodio Arosemena fue el primer vicepresidente, Gumercinda Páez, segunda vicepresidenta y Domingo Turner quedó como secretario General.
A Esther Neira de Calvo se la incluyó en la primera Comisión Legislativa que se nombró para revisar el proyecto de Constitución Nacional presentado al gobierno por los comisionados José Dolores Moscote, Ricardo J. Alfaro y Eduardo Chiari.
Estas diputadas levantaron su voz durante los debates de la nueva constitución en especial en temas álgidos como la educación y libertad religiosa, aunque con posturas bastante conservadoras en el caso de Páez.
Ambas, además de Raquel Walker de Ducruet, en calidad de diputada nacional suplente, firmaron la Constitución de 1946 que proclamó por primera vez la igualdad de derechos políticos para las mujeres.
Además, firmaron la Carta de San Francisco, constitutiva de las Naciones Unida, donde se proclamó por primera vez la igualdad de hombre y mujeres.
Gumercinda Páez ocupó en noviembre de 1945 la presidencia de la Asamblea en sustitución del titular, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar ese cargo.
*Esta breve historia del voto femenino panameño se hizo en base a los libros de Yolanda Marco, Mujeres que cambiaron nuestra historia y Clara González de Behringer Biografía.