El juego de la memoria
La ciudad de Panamá me sorprende todos los días. Hace poco, pasando por una calle que tenía varias semanas de no transitar me encontré diciendo “cuando construyeron este edificio”.
La ciudad de Panamá me sorprende todos los días. Hace poco, pasando por una calle que tenía varias semanas de no transitar me encontré diciendo “cuando construyeron este edificio”.
Esto me hace difícil la vida porque ubicarse en esta ciudad caótica depende de lo que tenemos a nuestro alrededor: al palo de mango, la cerca blanca, el chinito de la esquina, la iglesia tal y últimamente resulta que tengo que volver a pensar mis referencias cuando voy a ubicar a alguien.
En una reunión de amigos, hace poco, recordábamos sitios emblemáticos para toda una generación. Soy de ese grupo que crecimos explorando la Zona del Canal. Me bañé en el Canal Francés, parkie con mis amigos los domingos en el Causeway cuando se podía estacionar el carro a los lados de la calle y el lugar para el romance era Contractor Hill.
Cuando niña mis paseos de la escuela eran a Colón a donde viajábamos en el tren. También visitábamos con frecuencia Summit Garden.
Recuerdo cuando la Avenida Central era el epicentro de la actividad comercial. Mi mamá compraba sus perfumes en Salomón, adornos para la casa en Garbo, que tuvo la primera escalera eléctrica de la ciudad y los juguetes de Navidad en Felix B. Maduro de la Plaza 5 de mayo.
Durante 15 años viví en el Casco Antiguo. Asistí a su difícil proceso de recuperación que se ha acelerado en los últimos años teniendo como consecuencia la extranjerización extrema del área con los problemas que esto acarrea.
La ciudad es difícil. La ausencia planificación ha producido una ciudad caótica e inhumana. Sin embargo, su singularidad se impone. En un solo día puedo vivir las tres ciudades de Panamá. Salgo de mi casa en San Francisco y paso por Panamá La Vieja para ir a mi trabajo en un barrio moderno de la ciudad. En la noche voy a comer al Casco Antiguo donde me siento en una plaza a disfrutar del ambiente.
No pienso que “tiempo pasado fue mejor”. Crecí en una ciudad sin duda más amigable, con mucha vida de barrio. Extraño eso, pero mientras reconozco las nuevas pistas de esta ciudad como el tornillo, la cinta costera y Albrook Mall observo y miro para no perderme.
Pero sobre todo ejercito la memoria para no olvidar cómo era esta apacible ciudad junto al mar.
Ahí les dejo algunas fotos para recordar.