Las tumbas perdidas de los ‘guerreros de oro’
Historia de Panamá
¿Quiénes fueron los pobladores del istmo antes de la llegada de los europeos? es una pregunta que apasiona a arqueólogos, antropólogos e historiadores.
Pero las pistas de la vida de estas culturas prehispánicas parecen encontrarse en la muerte. Aunque existen vestigios de su presencia en varias regiones del istmo, es en el valle del río Grande, y sus alrededores, en la provincia de Coclé, donde se han encontrado los yacimientos arqueológicos precolombinos más importantes.
Estas sociedades de acuerdo con los investigadores "se agrupaban siguiendo criterios de riqueza, estatus y poder social, económico y político".
El reparto de poder y la forma en que este se transmitía era un asunto de interés para las familias más poderosas. "Por esta razón, cuando alguien importantes fallecía, sus parientes organizaban suntuosos funerales haciendo gran derroche de riquezas y convirtiendo estos actos para la exhibición del estatus social del difunto y el poder de la familia".
Hasta ahora dos grandes complejos funerarios conocidos como Sitio Conte y El Caño han sido excavados desde la primera mitad del siglo XX hasta la actualidad desenterrando impresionantes hallazgos que enriquecen la narrativa sobre estas sociedades precolombinas y formulando nuevas preguntas sobre su organización religiosa, social y política.
En una reciente visita al parque arqueológicoEl Caño, vimos de cerca al equipo de Fundación El Caño, bajo el liderazgo de los arqueólogos Julia y Carlos Mayo , excavando en nuevas tumbas y recuperando artefactos que arrojan información sobre las costumbres de estas culturas todavía desconocidas para nosotros.
Trabajan contra el tiempo, ya que cuando empiece la temporada lluviosa tendrán que cerrar y proteger la excavación por las crecidas del río Grande, que inunda el parque, hasta el próximo verano cuando el ciclo empieza nuevamente.
En la temporada lluviosa trasladan los hallazgos a su centro de investigación ubicado en Ciudad del Saber en dónde se dedican al trabajo de catalogación e interpretación de las piezas encontradas para dotar de sentido a los nuevos elementos en los contextos históricos de las diversas culturas precolombinas del país.
Los guerreros de oro
En un pequeño y modesto museo, que imita a las viviendas tradiciones del lugar, una serie de piezas de cerámica, lítica y oro explican los más recientes hallazgos realizados en el sitio. Hay que aclarar que las piezas de oro son réplica, ya que las originales —que fueron exhibidas brevemente en el 2019— se encuentran guardadas en la bóveda de un banco.
Lo que vemos en esta exhibición es una serie de magníficos artefactos, muchos de ellos de oro, encontrados por los arqueólogos Julia y Carlos Mayo en el 2011 en varias tumbas de la milenaria necrópolis de El Caño.
De estos, la revista National Geographic, realizó una importante publicación, titulada Los Guerrero de Oro, describiéndolos como “el hallazgo más importante de América en los últimos decenios”.
En la exposición se explica que la “necrópolis de El Caño es un complejo compuesto por un cementerio y un centro ceremonial”. Ambos sitios fueron utilizados entre 750 y el 1020 d.C. El cementerio tiene dos sectores diferenciados de acuerdo con el estatus del muerto.
Por una parte, las personas humildes eran sepultados en simples fosas hechas en el suelo y sin objetos, ofrendas o ajuares.
Mientras que, por otra, a la elite, líderes religiosos o políticos se les enterraba con ricos ajuares funerarios, así como con prisioneros, siervos y familiares, sacrificados para servir como acompañantes en el otro mundo.
Todos los cuerpos eran colocados en el interior de una misma cámara funeraria construida en madera y ubicada en el interior de una gran fosa excavada en la tierra. Sobre la tapadera de la cámara funeraria, los oficiantes del ritual colocaban numerosos artefactos a manera de ofrenda.
En estas tumbas los arqueólogos encontraron cuerpos de personas de alto estatus social, ya que contenían numerosos artículos suntuosos como pectorales, orejeras y brazaletes de oro.
Las personas de estatus social alto entre “los coclés”, como los llama Julia Mayo, recibían sepultura con una cantidad y variedad mayor de estos artefactos y también con símbolos de de acuerdo con su posición: pectorales y brazaletes de oro, cinturones hechos con dientes de cachalotes, plumas y jaguares, o con cuentas esféricas forradas con láminas de oro, colgantes de gran tamaño; esmeraldas y figuras hechas con costillas de manatí. Todos ellos son objetos elaborados con materiales de alto valor simbólico en algunos casos importados.
Todo esto no eran simples adornos, sino elementos que representaban simbólicamente sus identidades y roles sociales.
Sacrificios humanos y rituales funerarios
Uno de los rasgos que tal vez más llama la atención dentro de la exposición es el relacionado a los rituales y los sacrificios humanos.
Los hallazgos evidencian que cuando una persona importante fallecía, sus parientes construían para él una gran tumba en el área reservada para la elite y su cuerpo era cubierto de riquezas, pero también rodeado por acompañantes consistentes en un número de personas sacrificadas previamente.
Las víctimas de los sacrificios podían ser prisioneros o personas del entorno familiar del difunto. Estas muertes tenían como propósito fortalecer el alma del difunto con la fuerza vital de las víctimas y servía además para mostrar el dominio político de este linaje sobre otras comunidades.
Del entorno familiar se elegían a parientes, sirvientes, esposas, esclavos, artesanos y agricultores. Estos morían para acompañar y servir, pero al tratarse de personas cercanas recibían un trato especial durante el ritual funerario.
Mayo explicó que estos rituales no terminaban con el entierro. Los familiares y allegados al fallecido regresaban periódicamente a su tumba a agregar nuevas ofrendas. Y una ofrenda final consistía en un niño pequeño o muñeco que era vestido con réplicas de los objetos del ajuar funerario del fallecido en miniatura y que colocaba dentro de la tumba como símbolo de renacimiento.
Al parecer el entierro de personas de élite con acompañantes es un fenómeno que revela una compleja estructura política y religiosa en la sociedad de El Caño,
"por lo que se cree que los funerales y las grandes tumbas fueron usados para representar su orden social y sus creencias religiosas, pero también como espacio de propaganda política".
Monolitos: representación de líderes
Uno de los elementos más llamativos del parque arqueológico es un conjunto de monolitos. son grandes bloques de piedra tallados con figuras humanas y animales, y se cree que fueron utilizados como marcadores de tumbas o monumentos conmemorativos, descubiertos por el explorador y escritor estadounidense Hyatt Verril que visitó El Caño en 1920 y son considerados una de las mayores obras de arte precolombino en Panamá.
Sí, Hyatt Verrill estableció algunas teorías sobre los Monolitos de El Caño en su libro "A Buried City of Coclé, Panama: The Story of a Lost Race". En su investigación, Verrill sugiere que los monolitos son representaciones de líderes o gobernantes de la cultura de Coclé, y que fueron utilizados como marcadores de tumbas o monumentos conmemorativos.
Verrill también especuló que los monolitos podrían haber sido tallados por artistas de la región o traídos desde otras áreas cercanas, y que su estilo y diseño indican una influencia de la cultura maya de Mesoamérica. Además, Verrill creía que los Monolitos de El Caño eran parte de un complejo sistema de túneles subterráneos que se extendían por toda la región de Coclé.
Sin embargo, es importante señalar que las teorías de Verrill sobre los monolitos de El Caño han sido objeto de debate y crítica por parte de otros arqueólogos y expertos en la cultura precolombina de Panamá.
A medida que se han llevado a cabo más investigaciones en la zona, se han generado nuevas hipótesis y teorías sobre el significado y uso de los monolitos, lo que continúa en estudio hasta el día de hoy.
Recuperación de la memoria histórica
La Fundación El Caño lleva realizando un trabajo de educación pública constante para de alguna manera dar a conocer el trabajo que hacen y los importantes hallazagos que están realizando para entender mejor de dónde venimos los panameños y el por qué de nuestra cultura.
En su página web se pueden ver en detalle la mayoría de las piezas encontradas, cerca de 14 mil en las excavaciones del sitio arqueológico y además han realizados varias publicaciones. La primeras un bello libro titulado Guerreros de Oro con extraordinarias fotografías y mucha información sobre las excavaciones y recienemente el libro El Caño memorias de excavación que consta de dos volúmenes y se trata de un libro, yo dirías más técnicos, con datos científicos sobre la experiencia de los hallazgos en el parque arqueológico.
Sin duda alguna la labor de la Fundación El Caño es extraordinaria y se complementa con el apoyo de instituciones como Ciudad de Saber, Senacyt, Instituto Smithsonian y el Ministerio de Cultura, entre otras.
Pero aún así queda mucho por hacer y como dice la propia Julia Mayo una de las tareas pendientes más urgentes, es la necesidad de un sitio adecuado donde exhibir estas piezas de nuestra historia para el conocimiento general de todos los panameños, "porque no tiene ningún sentido tenerlas guardadas en la bóveda de un banco sin que nadie pueda apreciar el significado tan importante para la sociedad panameña".
Como yo siempre digo, conocer nuestra historia nos ayuda a entender nuestro presente.