Los oficios del hogar: un trabajo que no se remunera, no se cuenta y no se valora
Mujeres en Panamá
De acuerdo a cifras de OXFAM, las mujeres y niñas de todo el mundo dedican en total 12,500 millones de horas diarias al trabajo de cuidado no remunerado. Si a esto sumamos que son ellas las que realizan el 75% de este trabajo, estamos hablando de toda una economía que subyace bajo las estadísticas del trabajo productivo: un trabajo que no se cuenta, no se remunera y no se valora.
Las cifras del organismo siguen recogiendo una enorme desigualdad en este aspecto:
- En países de renta baja, las mujeres de zonas rurales dedican hasta 14 horas diarias al trabajo de cuidados no remunerado.
- En todo el mundo, el 42% de las mujeres no puede acceder a un empleo remunerado, porque son las responsables del trabajo de cuidados, en comparación con tan solo el 6% de los hombres.
- El 80% de los 67 millones de personas trabajadoras del hogar que hay en todo el mundo son mujeres.
- El 90% no tiene acceso a las prestaciones de la seguridad social y la jornada laboral semanal de más de la mitad carece de un límite de horas.
El trabajo de cuidados incluye –pero no se limita a– el cuidado infantil, la asistencia de personas mayores, las tareas domésticas, el cuidado del hogar, lavar, cocinar, buscar alimentos, etc.
Este trabajo recae de “manera desproporcionada” sobre las mujeres y las niñas, especialmente aquellas que viven en situación de pobreza y que pertenecen a grupos marginados, según el informe de OXFAM, el cual también explica por qué muchas mujeres apenas tienen tiempo para recibir una educación, ganar un salario digno, implicarse en la vida comunitaria o participar en la toma de decisiones de la sociedad. “Esto las atrapa en la parte más baja de la pirámide económica” concluye el organismo.
Una encuesta de 2019 del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (CIEPS) encontró que en Panamá el 70.6% de las mujeres son quienes se hacen cargo de la mayor parte del tiempo de los cuidados de niños, personas mayores y enfermas frente al 26.5% de hombres que contestaron hacerlo ellos.
Nelva Araúz Reyes, investigadora del CIEPS, también planteó en un artículo que “si bien la mujer contemporánea ha irrumpido de una mayor forma en la economía y en el trabajo en los últimos años, el hombre no ha transformado lo suficiente su relación con las mujeres, su corresponsabilidad y su posicionamiento en los espacios domésticos, laborales e institucionales, con lo cual las mujeres continúan asumiendo la doble carga, tanto de los cuidados en el seno de las familias (o trabajo no remunerado), como la del trabajo remunerado, desempeñando un rol productivo y reproductivo en la sociedad”.
Y es que, en efecto, el trabajo de cuidados es trabajo reproductivo de la vida. Es esencial para sostener y reproducir la vida. De acuerdo a la teoría de la activista y feminista Silvia Federici, quien aboga por el reconocimiento del trabajo de cuidados desde la década del 70 por lo menos, el trabajo de cuidados es la base invisible de la que se apropia el capitalismo para reproducirse.
En otras palabras, el trabajo de cuidados subvenciona al capitalismo. A Federici se le atribuye la consigna “eso que llaman amor es trabajo no pago”.
Los trabajos de cuidado no se contabilizan en el Producto Interno Bruto. De ser así, OXFAM calcula que añadiría más de 10 mil millones de dólares anuales a la economía mundial. Pero ¿bastaría con incluirlo en el PIB? ¿Cómo se calcula el valor del cuidado y quién lo pagaría?. Son interrogantes que ya se están discutiendo en algunos espacios del ámbito social, aunque el tema no está en la agenda prioritaria del gobierno por ahora.
Uno de esos foros es el Espacio Encuentro de Mujeres (EEM), quienes a través de varios foros y bajo el título ¿Quién cuida a las que cuidan? además de círculos de lectura sobre la obra de Federici han mantenido el tema sobre la palestra.
Eusebia Solís, miembro fundadora de EEM explica que la economía de cuidados tiene que empezar a abordarse desde el ámbito económico y de seguridad social, porque aporta a la economía y no solo al desarrollo social. También ve a través de este abordaje, la integración de la mujer en el mercado de trabajo y el desarrollo de la infraestructura y personal de cuidados como dinamizadores de la economía.
Juana Camargo, socióloga y activista de EEM también hace énfasis en la perspectiva económica para un marco de políticas sociales que entiendan la rentabilidad económica detrás de la economía de cuidados, y la necesidad de que el Estado también comparta esa obligación de cuidar ampliando así la cobertura democrática al invertir para que las mujeres puedan tener mayor participación dentro de la sociedad con ingresos propios.
La crisis de la sobrecarga de los cuidados sobre las mujeres no acaba con el reconocimiento ni con el pago. La redistribución equitativa de esos trabajos con los hombres es necesaria para poder salir de lo que Eugenia Rodríguez –también investigadora del Cieps– describe en otro artículo como las “ausencias críticas” en la organización de los cuidados.
En palabras de Rodríguez, esto quiere decir que la incorporación de las mujeres al empleo remunerado no ha venido acompañada por una incorporación en la misma medida de los hombres al trabajo doméstico y de cuidados en sus propios hogares, ni por políticas públicas de cuidados, la que configura la sobrecarga de trabajo que asumen las mujeres en una y otra esfera de la vida.