Teatro Nacional: un edificio que cuenta historia, cultura y arte
El 20 de mayo de 1904, el presidente Manuel Amador Guerrero ordena la construcción del Teatro Nacional (Ley 52 del 20 de mayo de 1904) como parte de una serie de infraestructuras necesarias —carreteras, escuelas, hospitales, edificios administrativos—para el desarrollo de la recién creada nación.
Para su construcción se elige el solar del Convento de la Concepción perteneciente a las monjas enclaustratadas de la Encarnación que había sido edificado en 1673 en la nueva ciudad de Panamá.
La nueva edificación se levantó en la parte del huerto de las religiosas, que casi no sufrió estragos en el incendio de 1756. En 1862 la orden fue expulsada del país y el convento se convirtió en un cuartel militar conocido como “el cuartel de las monjas”. Esta estructura fue abandonada posteriormente y demolida a inicios del siglo XX.
El diseño y construcción del teatro —así como del Palacio Nacional (hoy Ministerio de Gobierno)— estuvo a cargo del arquitecto italiano Genaro Ruggieri, quien lo concibió como un estilo neorenacentista y su inauguración oficial se da el 1 de octubre de 1908 con la toma de posesión de José Domingo de Obaldía, segundo presidente de la República y semanas más tarde con el estreno de Aída de Verdi, a cargo de la Compañía de Ópera Lombardi, que llegó a Panamá, después de actuar en Guatemala a bordo del vapor Parismina.
Cuando el Teatro Nacional se inaugura formaba parte de la Secretaría de Fomento, lo que ahora es el Ministerio de Educación y Narciso Garay, que era el director del Conservatorio Nacional de Música y Declamación, se convierte en el primer director artístico.
Un edificio moderno
A cargo de la supervisión de la obra estaba Florencio Harmodio Arosemena, quien posteriormente sería nuestro quinto presidente.
El Teatro Nacional debió haberse terminado en noviembre de 1907, pero hubo demoras en las obras, ya que forma parte de los primeros edificios construidos con técnicas modernas para la época.
“En aquel momento aquí se construía con calicanto, estructuras de madera y tejas de arcilla. Este edificio tiene concreto vaciado, metal, lo que era novedosísimo y curiosamente está diseñado como es un edificio inspirado en el renacimiento italiano, para parecer más viejo de lo que realmente es”, afirma César Robles, director artístico del Teatro Nacional.
Por otra parte, la mayoría de las decoraciones estaban hecha en materiales naturalmente resistentes al fuego por eso es que las molduras son de yeso, las paredes de concreto prensado, las columnas de acero y los palcos son de malla de acero repellada, todo para evitar de que en caso de un incendio el edificio sucumbiera a las llamas, lo que era una amenaza constante a principios del siglo XX.
Desde su inauguración en 1908 todos los presidente de la república tomaron posesión en el Teatro como parte del protocolo presidencial hasta la primera presidencia de Arnulfo Arias en 1940, cuando el deterioro de la edificación no permite recibir un acto de esa naturaleza, así que el presidente opta por otra alternativa y ordena la primera restauración del edificio.
Los lienzos de Roberto Lewis
Volviendo al diseño del edificio, entre los detalles más extraordinarios encontramos el inmenso lienzo del techo de la sala principal, los del foyer, así como la cenefa del escenario realizados por el artista panameño Roberto Lewis, especialmente para el teatro.
Los lienzos fueron pintados en el estudio del artista en París, que en este entonces era el cónsul de Panamá en esa ciudad. Cuando los termina los manda en barco a Panamá. Llegan el 31 de diciembre de 1907 a la ciudad de Colón a bordo del vapor Normandie y luego fueron transportados por carretera desde Colón hasta San Felipe donde el autor los esperaba para supervisar su instalación.
Para quienes han estudiado a fondo el Teatro Nacional como el arquitecto Eduardo Tejeira Davis, el lienzo de Lewis plasma como Venus, la estrella de la mañana, anuncia la llegada de un nuevo día, que de manera triunfal da la bienvenido a la joven República con su sombrero rojo y la bandera tricolor.
En el lienzo también vemos a Apolo, “el dios sol”, que mueve el disco solar alejando la noche, que representa la ignoracia, la esclavitud, la represión. Y entre las nubes del alba encontramos a las musas del arte como primera línea de defensa ante las amenazas.
Lo primero que pinta Roberto Lewis es el lienzo de la sala y lo último la cenefa del escenario.
Para César Robles, “en la cenefa destacan dos elemento importantes. Por un lado tiene un híbrido una quimera, de mujer de tez blanca y cabello castaño ondulado, particularmente europea, contrapuesta a una quimera de tez oscura y cabello negro lacio, en ella se rinde tributo al encuentro de dos culturas, pero en el centro tienes a la lira, que es la representación universal de la cultura, pero en su base descansa una máscara precolombina. Entonces para Roberto Lewis, y por ende para nosotros, la base de esa proyección universal que debemos tener debe salir de nuestra cultura propia, autóctona”.
Patrimonio nacional
Cuando inicia la década de 1970 el Teatro Nacional se encuentra en uno de sus peores momento. Es cuando el gobierno ordena su segunda restauración que se da de 1970 a 1974.
Es en este periodo cuando se introducen muchos cambios importantes en la estructura del edificio. Se cambian las escaleras, se instalan los aires acondicionados —recordemos que originalmente el edificio no tenía aire acondicionado, sino ventilación cruzada—, se amplían los baños, se cierran los palcos y se crean los pasillos internos.
Y es así como un renovado Teatro Nacional reabre sus puertas con la presentación nada más y nada menos que de Margot Fonteyn que ya se había retirado del Royal Ballet de Londres y vivía en Panamá.
“Si extiendes una línea, que logramos hacer gracias al trabajo de Eduardo (Tejeira), de la vida política de la República y le trazas encima la vida del Teatro Nacional, los movimientos son clarísimos en el momento en que entra un gobierno que apoya e invierte en educación y cultura, el Teatro Nacional revive y se convierte en un centro claro de esa actividd cultural y cae cuando a los gobiernos la cultura no le interesa, los ciclos son clarísimos”, afirma Robles.
La remodelación de 1974 es tal vez la más ambiciosa, porque todavía el teatro no era patrimonio nacional, cosa que pasa en 1976, cuando todo el conjunto monumental del Casco Antiguo se declara patrimonio del país y automáticamente, a partir de ese momento, ya no se pueden hacer grandes modificaciones en el edificio.
El telón olvidado de Apolo y la flecha
A principio del nuevo siglo y en víspera de la celebración del centenario de la República, durante un ensayo general una parte del lienzo de Roberto Lewis —la sección 2— se desprende del techo y cae sobre la platea y el escenario. Cuando miramos detenidamente el lienzo podemos ver la cicatriz de la ruptura.
Entonces el edificio se cierra y se ordena, en el 2002 una restauración de emergencia que estuvo a cargo del restaurador estadounidense Anton Rajer.
“Él hace todo un estudio y evaluación que publicó luego en un libro que se llama París en Panamá, específicamente sobre el trabajo de Roberto Lewis. Hace una investigación de las escalas de colores para buscar los matices originales de la paleta de Lewis y él se da cuenta de que a lo largo de los años, hubo gente que para ‘refrescar’ las obras habían pintado por encima. También, a través de fotografías históricas, recupera ese elemento decorativo de los stencil de los palcos y es quien descubre el telón de entreacto olvidado de Apolo y la flecha que estaba colgado en una pared en la tramoya”, cuenta Robles.
Como no había tiempo ni presupuesto, Rajer se centra en la limpieza de las obras del artistas panameño, incluyendo un refuerzo en la parte de atrás del telón de entreacto, limpia, pero no las restaura. Limpia sobre todo la parte de la firma y resguarda el telón para protegerlo del proceso de deterioro. Además, deja un detallado informe sobre el estado del trabajo del pintor panameño.
Este informe es la base para la restauración de todos los lienzos de Roberto Lewis durante la más reciente rehabilitación del teatro. Este trabajo estuvo a cargo de la restauradora Ángela Camargo.
De acuerdo con Robles, “ella sí logra quitar todo el barniz que dejó Rajer para proteger las obras y levantar las capas de pintura y suciedad acumuladas, llega directamente al lienzo y restaura el pingmento original, revelando el esplendor cromático de los lienzos”.
Sin embargo, el telón, que es una pieza monumental, hasta ahora no ha podido ser restaurado. La logística es complicada. Se trata de una pieza delicada. Así que lo que se hizo fue enrollarlo, cubrirlo y meterlo en un tubo de plástico para protegerlo de esa manera del deterioro.
“El edificio se restauró alrededor del telón. Cada vez que iban a trabajar en una parte se movía con mucho cuidado. Como ya está enrollado, no se puede estirar, a menos que se vaya a restaurar porque eso lo afectaría mucho. El tubo se pintó de negro y se colocó debajo del puente del escenario hasta que se cuenten con los fondos para hacer la restauración”, explicó César Robles.
Pensando en el futuro
El Teatro Nacional vuelve a cerrarse en el 2015 por problemas en una losa, pero no es hasta el 2017 cuando se inicia el más reciente proceso de rehabilitación del edificio.
Es durante ese proyecto que se crea el patronato que tendrá como misión cuidarlo y es el Instituto Nacional de Cultura quien maneja los fondos asignados para la restauración que giran alrededor de los $11 millones de dólares.
César Robles describe esta intervecnión del edificio como la mejor concebida de todos los procesos ya que “obliga a investigar sobre el pasado del teatro y ver qué es lo que está sucediendo para poder atenderlo, pero al mismo tiempo se piensa en las futuras necesidades”.
Aquí entran una serie de consideraciones técnicas como el elevador del foso, la iluminación del teatro se moderniza, los sistemas de control de temperatura también se actualizan para no solo ahorrar energía, sino proteger al edificio de cambios bruscos que afecten a la estructura. También se hacen cambios en el acceso y entradas al edificio.
Luego de cuatro años cerrados y dos en obras el Teatro Nacional reabre el 1 de octubre de 2019.
Adaptándose a la nueva normalidad
Bajo el patronato, la administración del teatro ha empezado una nueva dinámica tanto con el público como con los usuarios, buscando sobre todo llegar a la comunidad.
A partir de su reapertura, se trabaja en una oferta cultural diversa y accesible a toda la población panameña en especial a los estudiantes. Por eso la agenda de espectáculos se construye en torno a las funciones que se contratan con un año de anticipación, combinadas con la oferta anual del Ministerio de Cultura y luego se establecen colaboraciones con artistas diversos de manera que siempre haya funciones para todos los gustos y presupuestos.
A partir de la pandamia han empezado a realizar visitas guiadas por zoom sobre todo para colegios. El año pasado participaron 600 personas en estas actividades y este año ya han recibido a más de 700.
Aunque ya se ha iniciado la temporada de espectáculos presenciales, los mismo se hacen cumpliendo con las medidas de bioseguridad exigidas como el aforo —se exige un boleto o registro—, el uso obligatorio de mascarillas, la toma de la temperatura al llegar al teatro.
El Teatro Nacional cumple 113 años desde su inauguración. Esperemos que luego de este útlimo esfuerzo por darle al pueblo panameño un teatro en el que presentar y disfrutar de espectáculos de calidad, no caiga otra vez en el olvido y la desidia de los gobiernos que con una visión limitada, no conciben el papel de la cultura como un elemento de defensa de la nación como lo expresó Roberto Lewis en el hermoso lienzo que adorna su sala.