Las señales que podrían traer cambios en el negocio bancario internacional
Economía mundial
Ciudad de Panamá, Panamá/Tres eventos recientes auguran tiempos de fuertes cambios para la industria bancaria: la entrada formal de Apple Inc. al mercado, el colapso de Credit Suisse y las primeras pruebas de monedas digitales de bancos centrales. Veamos qué dicen las señales.
Tomando un mordisco
Apple Inc. es la empresa más grande del mundo. Con ingresos anuales brutos de $378 mil millones y netos de $100 mil millones, la empresa con sede en California está sentada sobre una pila de efectivo calculada en $20 mil millones, con otros $30 mil millones en títulos rápidamente convertibles en efectivo. Esto es un valor relativamente significativo, incluso en la desmedida economía estadounidense, con bancos como J.P. Morgan encima de $500 mil millones en efectivo. Y los prospectos empresariales a corto plazo de Apple se ven favorables, con la acción AAPL, cotizada en el Mercado de Selección Global de NASDAQ, registrando un incremento de valor de más de 30% en lo que va del año, hasta posicionarse en $165.
Todo esto es para notar por qué es un asunto importante que la empresa haya dado su primer chapuzón en la piscina bancaria, casi que saltando al extremo más hondo. La táctica de entrada fue efectiva: Apple creó una cuenta de depósito, sólo para aquellos que tengan su tarjeta de crédito, pagando intereses muy por encima del promedio del mercado, una movida atractiva en un ambiente de tasas de interés elevadas.
En Estados Unidos, para comparar tasas de interés, se utiliza el llamado APY —annual percentage yield o rendimiento porcentual anual— una medida de la cantidad total de intereses ganados en el transcurso de un año que permite contrastar retornos a pesar de que sean expresados en diferentes periodos. Para referencia, el APY estadounidense promedio es de 0.24%. Y Apple entró al mercado ofreciendo 4.15%. Nada mal para girar algunas cabezas —aunque la tasa bien puede ser promocional y cambiar en cualquier momento.
Pero la relevancia del suceso va más allá del retorno.
Apple se ha distinguido desde su creación en 1977 por crear su propio universo de soluciones que permite una integración sin obstáculos entre distintos servicios y aplicaciones. Hasta hace un tiempo, la principal relación entre Apple y los bancos era la tasa que Apple fijaba a estas instituciones financieras para que entraran a su jardín custodiado de usuarios a través de aplicaciones autorizadas. Pero en 2014 eso cambió con el anuncio de ApplePay, un sistema de pago que reemplaza las tarjetas de crédito. Eso puso a los bancos en alerta. Y aprovechando que el gigante bancario Goldman Sachs —con cientos de miles de millones en efectivo— no tenía al momento un brazo de banca comercial minorista, la empresa tecnológica se alió con éste para lanzar en 2019 la Apple Card, su propia tarjeta de crédito.
Es esta creciente presencia de Apple en los mercados bancarios, además de sus políticas históricas de exclusividad y protección de sus usuarios, lo que genera preocupación entre los participantes tradicionales de tales mercados, los cuales tendrían que comenzar a desarrollar capacidades tecnológicas innovadoras para poder competir contra la empresa más grande del planeta. Y algunos negocios sencillamente no aceptan ApplePay —el más notable, Walmart— en un esfuerzo de evitar que Apple pueda convertirse en su principal gestor de pagos.
Y ahora Apple ha dado el paso definitivo, anunciando hace poco el lanzamiento de Pay Later, un sistema mediante el cual sus usuarios pueden obtener un crédito —de la empresa tecnológica misma, que no es un actor bancario regulado— para financiar la compra de algún producto de alto costo, como un electrodoméstico.
Si cada vez más los usuarios de los iPhones compran a través de Apple y ahora piden préstamos a Apple y depositan su dinero con Apple, los bancos se preguntan: ¿cómo podemos evitar ser desplazados por la futura entrada de otras empresas tecnológicas con grandes pilas de efectivo, como Amazon o Meta? Los tiempos cambian.
La caída de los poderosos
Y de hecho, un recordatorio agudo para la industria bancaria de que nada dura por siempre fue el reciente colapso financiero del gigante europeo Credit Suisse, en parte, por drenar sus reservas de efectivo, pasando de $500 mil millones en 2014 a menos de la mitad al cierre del año pasado. El banco habría cerrado sus puertas de no ser por un paquete de ayuda por parte del gobierno suizo por miles de millones de dólares y la compra de sus activos por su histórico rival, UBS.
La sacudida no fue elegante. Credit Suisse es un banco con más de 160 años de historia —creado en 1856 para financiar la construcción de ferrocarriles en Suiza— y su tambaleo puso en riesgo no solo la economía de su país, sino también aquella de Europa, todo esto mientras el mundo enfrenta un clima de mayor fricción para las transacciones debido a las altas tasas de interés. Vale la pena agregar que el banco ya tenía una larga historia de acusaciones de corrupción y de permitir el movimiento de dinero para grupos criminales, lo cual también terminó impactando su solvencia, al no poder contar con la credibilidad necesaria para asegurar nuevas líneas de ingreso.
De cierta forma, el colapso de Credit Suisse reflejó la caída de Silicon Valley Bank en Estados Unidos, enviando ambos casos la señal a los mercados financieros de que los nuevos ajustes de las tasas de interés de los bancos centrales de Estados Unidos y Europa se mantendrían a pesar de la inestabilidad que pudiera causar al sector bancario. Esto como parte de un esfuerzo internacional importante por reducir la inflación, la cual en Estados Unidos ha bajado a alrededor del 5% y en Europa está en alrededor del 7%, cuando el supuesto óptimo es de 2%.
La esterlina digital
Fue el Banco de Inglaterra —obteniendo un monopolio de emisión de notas bancarias en 1694 a cambio de financiar la construcción de la flota con la que Guillermo III abriría la época de Gran Bretaña como una potencia naval— el cual desarrolló uno de los primeros modelos de papel moneda centralizado, por lo que resulta apropiado que sea este mismo banco uno de los primeros en desarrollar otro importante augurio de cambio en el sector bancario, sino el más desafiante: las monedas digitales de bancos centrales —en inglés, CBDC por central bank digital currency.
En un reciente anuncio, el Banco de Inglaterra indicó que ya está creando la infraestructura necesaria para poder habilitar la libra esterlina digital, luego de que un reporte de la Tesorería del Reino Unido indicara que tal innovación será necesaria para mantener a la economía isleña competitiva en el futuro, además de evitar la erosión del lugar tradicional de los bancos centrales por nuevos fenómenos monetarios como el bitcoin. Importante notar que la República Popular de China ya está haciendo sus propias pruebas con el e-yuan, no solo para su uso dentro de China, sino con una mirada estratégica de buscar reducir el peso del dólar en los mercados internacionales.
Según el banco británico, el propósito de la nueva libra digital no sería reemplazar el efectivo —debido a la preocupación que tienen muchas personas sobre el nivel de supervisión que podrían efectuar los bancos centrales sobre la vida privada de los ciudadanos si se llegara a eliminar la moneda física— sino complementar el mismo y favorecer el comercio a través de una mayor bancarización pública.
Aunque varios de los bancos centrales que están explorando los CBDC han indicado que todavía necesitarán los servicios de bancos comerciales para poder distribuir las monedas digitales, igual que hoy día, cabe la pregunta: si los bancos centrales llegan a tener la capacidad de mostrar los balances de los usuarios bancarios de sus países y éstos además pueden optar por transferir su capital a sistemas bancarios exclusivos de las empresas tecnológicas que suplen los dispositivos que usan, ¿Qué rol tendrán que jugar los bancos en los próximos veinte años para mantenerse competitivos? Y, ¿qué innovaciones tendrán que desarrollar para mantenerse en el centro del movimiento financiero internacional?