Los Trapos Sucios Se Lavan En Casa
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Ciudad de Panamá/Esta entrega presenta un panorama de la situación del sector agropecuario y de los alimentos en Panamá, basado en datos del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC) y en reportes de campo.
A pesar de representar menos del 5% del producto interno bruto (PIB) de Panamá, el sector agropecuario emplea a más de una décima parte de la población trabajadora. Su peso en la economía ha caído a lo largo de la historia: en 1950 representaba el 29% del PIB, en 1985 se redujo al 9% y, en la actualidad, se sitúa por debajo del 5%.
El sector agropecuario abarca varios productos. Entre los cultivos más importantes se encuentran el banano, el cacao, el café, el coco, la caña de azúcar, el maíz, la papa, el arroz y la soya. La producción pecuaria también es significativa, con énfasis en la carne de res y el pollo. Además, el país cuenta con una industria forestal y con la cría de ganado porcino.
La producción agrícola en Panamá está distribuida en diversas regiones.
El arroz, por ejemplo, se cultiva en Darién, en el centro y este de la provincia de Panamá, en el sur de Coclé, al sur de Azuero y en el sur de Chiriquí.
El maíz, por su parte, se produce principalmente en el este de Azuero, con áreas productivas adicionales en el sur de Coclé y el norte de David.
Y la cobertura de pasto, esencial para el forraje herbáceo que consume el ganado, se extiende por el centro del país, por Azuero y el sur de Veraguas, y permite la ganadería desde Chiriquí hasta Darién.
Panamá es un importador neto de alimentos, con una fuerte dependencia de los Estados Unidos. Hace una década, el país importaba anualmente alimentos por un valor de $1,500 millones, cifra que ha aumentado en la actualidad a más de $2,000 millones.
Cabe notar aquí que los cambios en los precios internacionales de los alimentos tienen un impacto directo en la estabilidad económica y social de Panamá, relación causal que se evidenció cuando los precios del maíz y el trigo experimentaron un alza debido a la invasión de Rusia a Ucrania.
Y las restricciones fiscales que pesan sobre el Tesoro Nacional impiden que el Estado genere y utilice superávits para financiar la compra de alimentos a precios accesibles durante estos tiempos de crisis.
Del lado de la exportación, entre los productos más relevantes se encuentran el banano, el camarón, el azúcar y el café, además del plátano, el cacao, el zapallo y la piña. Ahora bien, a pesar de esta diversidad, estudios de las autoridades agrícolas nacionales sugieren que aún hay mucho espacio para mejorar los rendimientos y suplir a más mercados a nivel internacional.
Los retos del sector agropecuario han sido estudiados tanto por entidades locales, como el Ministerio de Desarrollo Agropecuario, como por organizaciones internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
La mayoría de estos retos se pueden catalogar como deficiencias estructurales que limitan el desarrollo del sector. Entre ellas se encuentra la falta de sistemas públicos de riego eficiente, carencia que afecta la estabilidad de la producción de cara a las sequías que de tiempo en tiempo pesan sobre el país.
También está la ausencia de una cadena de frío completa, lo que complica la distribución de productos perecederos, además de la escasez de centros de almacenamiento, que obliga a los productores a vender sus cosechas rápidamente, reduciendo su margen de negociación.
Estas dificultades se agravan con el deterioro de la red vial que dificulta y encarece el transporte de productos. A saber, la modernización de la red vial del país ha sido destacada por la administración de José Raúl Mulino como clave para garantizar una distribución eficiente de la producción nacional.
Un último reto tiene que ver con la falta de confianza en la estabilidad de las políticas públicas agropecuarias, incertidumbre que afecta las decisiones de siembra y producción.
Dos formas contempladas dentro de la política pública agropecuaria del país para atender estos retos son el cooperativismo y la asistencia técnica.
La organización de productores en cooperativas les permite compartir costos de producción y mejorar su competitividad, sirviendo estas asociaciones para fortalecer la resiliencia de los productores locales ante productos importados más baratos. De hecho, en los últimos años, se han llevado a cabo reuniones para formalizar asociaciones de productores rurales y financiar la producción de maíz y cebolla, pero aún queda mucho por hacer.
Por otro lado, el Instituto de Innovación Agropecuaria de Panamá (IDIAP) —antes Instituto de Investigación Agropecuaria— tiene la misión de proveer asistencia técnica a los agricultores, más allá de la entrega de semillas. La producción abundante de alimentos con baja exposición a pesticidas, a través del desarrollo de cultivos más resistentes mediante selección genética, se alinearía con tendencias globales en el mercado de alimentos de exportación de alto valor.
Y de hecho, el desarrollo del proyecto ferroviario David-Panamá, impulsado por esta administración como un proyecto insignia, solo será viable si se incrementa de forma sustancial la producción agrícola destinada a la exportación, lo que permitiría justificar la infraestructura y garantizar su sostenibilidad económica.
Las tendencias históricas muestran un agro nacional en declive, con menor participación en la economía y crecientes dificultades estructurales que limitan su desarrollo. La falta de infraestructura adecuada dificulta la producción, encarece la distribución y reduce la competitividad de los productos nacionales frente a las importaciones.
El fortalecimiento del sector agropecuario resulta no solo una necesidad económica, sino una cuestión de estabilidad social. A pesar de su pequeño peso en el PIB, el sector agropecuario es un pilar fundamental para el sustento de miles de familias y un elemento clave en la balanza comercial del país. Y su desarrollo implicaría una menor presión futura sobre Panamá ante los vaivenes económicos de un mundo cada vez más volátil.