El primer enfrentamiento feminista en las urnas panameñas
Ciudad de Panamá, Panamá/6 de mayo de 1945. Las panameñas por primera vez iban a ejercer el derecho a votar y ser elegida para puestos públicos.
Había un ambiente de triunfo, se había conquistado lo que desde la década de los años 1920 venían exigiendo las mujeres: tener el derecho a participar, en igualdad de condiciones con los hombres, en las decisiones sobre el futuro del país.
En diciembre de 1944 el presidente Ricardo Adolfo de la Guardia anunció la elección de los delegados para redactar una nueva constitución. El decreto Nº 12, del 2 de febrero de 1945 decía: “artículo 2: Puede votar toda persona varón o mujer en pleno goce de sus derechos y que haya cumplido 21 años”. Y en el “artículo 3: Puede ser elegido delegado principal o suplente todo panameño varón o mujer en pleno goce de sus derechos mayor de 25 años, que no esté impedido por este decreto”.
El entusiasmo no se hizo esperar. Las mujeres empezaron a organizarse para promover la mayor participación posible en la contienda. La campaña para la Asamblea Constituyente fue la oportunidad de oro para que las mujeres pudieran expresar sus opiniones sobre los problemas y asuntos nacionales.
La lucha por el voto femenino
La historia del voto va muy ligada con el feminismo y los movimientos sociales que a principios del siglo XX proponían un nuevo contrato que mejorara las condiciones de vida de hombres y mujeres. Del pensamiento liberal surgen ideas transformadoras acerca de la mujer y su papel como agente transformador de la sociedad.
Por otra parte, la característica transitista de Panamá promovió el intercambio de ideas de gran impacto social. Fue así como en medio del movimiento obrero internacional, que promovía la participación de las mujeres de la clase trabajadora, se propone por primera vez en 1921, “tratar de establecer el sufragio femenino”.
En medio de estos tiempos de cambio Clara González se convierte en la primera mujer en graduarse de la Universidad de Panamá como abogada con un trabajo titulado La mujer ante el derecho panameño, considerado el primer estudio sistemático sobre la situación legal de las mujeres en el país, desde los fundamentos de la opresión femenina.
En su tesis, Clara sostiene algunas posiciones muy novedosas, pero lo más impactante para la sociedad de su época fue la rotunda defensa de los derechos políticos de la mujer.
El feminismo se organiza
Es así como junto a un grupo de mujeres, maestras en su mayoría, funda en diciembre de 1922 la primera asociación feminista de la república: el Centro Feminista Renovación. Participan en esta iniciativa Elida L. Campodónico de Crespo como primera vicepresidenta; Sara Sotillo, como segunda vicepresidenta; Sara María Barrera era secretaria y Enriqueta Morales, tesorera.
El centro tenía como principal objetivo la promoción y difusión de la cultura entre istmeñas, así como su mejoramiento desde el punto de vista social y moral, la independencia económica, así como la igualdad con el hombre ante los derechos y responsabilidad ante la ley.
Para González, “el feminismo es la lucha de la mujer por alcanzar la plenitud de su vida, o el esfuerzo supremo de la misma por la adquisición de todos los derechos que por naturaleza le corresponden en igualdad de condiciones al hombre”, destacó en una conferencia titulada Orientaciones del feminismo en Panamá, dictada en el Aula Máxima del Instituto Nacional el 20 de enero de 1923 y que tuvo un fuerte eco y resonancia en los medios de comunicación en ese periodo.
En el libro de Yolanda Marco, Mujeres que cambiaron nuestra historia, se explica que “el argumento que Clara González y las feministas panameñas esgrimieron en esa época, hasta que Arnulfo Arias cambió la Constitución en 1941, era el siguiente: la Constitución de 1904 no excluía explícitamente a las mujeres de los derechos de la ciudadanía, ya que decía que ‘todos los ciudadanos mayores de 21 años de edad tienen derecho al sufragio. Para ellas, hubiera bastado con que las mujeres ejercieran el derecho que la Constitución les daba, y, por supuesto, era necesario que las leyes electorales no interpretasen la Constitución de otra manera, como ocurrió a partir de la reforma de la ley electoral Nº.60 de 31 de marzo de 1925”.
Por otra parte, el 11 de enero de 1923, Esther Neira de Calvo dio una conferencia titulada El feminismo, triunfante, en el Conservatorio de la ciudad. Había participado como delegada nacional en el Congreso Feminista de Baltimore en 1922, de donde regresa con el compromiso de fundar en nuestro país una agrupación semejante a la recién nacida Asociación Panamericana de Mujeres.
Con un grupo de mujeres se organiza en la Sociedad Nacional para el Progreso de la Mujer (SNPM) desde donde promueve que el principal objetivo del feminismo era lograr, “igualdad de educación para la mujer, para darle conciencia de su propio valor, de su poder y de su misión para que tenga una noción bien definida de su personalidad con toda la plenitud y con toda la dignidad que la palabra encierra, para que reconozca sus deberes antes de reclamar sus derechos”.
Su postura frente al sufragio era menos urgente, decía que: “el sufragio es una de las actividades del feminismo, un factor de importancia capital, pero insuficiente para una solución general”.
A la SNPM pertenecieron Angélica Ch. De Patterson, Tomasita Casís, Aminta de Osses, que constituían la junta directiva del Comité de Educación; Hilda Mª Vallarino, Lucila Aguilar, Lastenia Lewis, Julia Julio de Mora, Juana R. Oller, que formaban la junta directiva del Comité de Bienestar del niño.
Es evidente para las investigadoras la diferencia entre las visiones de las dos agrupaciones femeninas. Mientras el grupo de Clara González daba una importancia fundamental a la conquista del voto, el grupo liderado por Esther Neira de Calvo consideraba que la educación de la mujer era el factor determinante para su empoderamiento.
Un partido feminista
Todo este revuelo de pensamiento y activismo entre mujeres llevó al Centro Feminista Renovación a trabajar arduamente para la convocatoria del Congreso Feminista que se reunió el 20 y 21 de septiembre de 1923 con 43 delegadas de siete provincias del país, a excepción de Chiriquí y Coclé.
La directiva estaba conformada por Linda Smart, presidenta; Felicidad Hauradou, vicepresidenta; Carlota Calvo, secretaria y Carmen Yánez, Subsecretaria.
El primer acuerdo del congreso fue la fundación del Partido Nacional Feminista (PNF), cuyos objetivos fueron:
"Aspiramos a la total emancipación de la mujer: a su emancipación de las garras de la ignorancia por medio de la educación; a su emancipación social, mediante la extirpación de los prejuicios que la mantienen aherrojada al funesto carro de la tradición; a su emancipación económica por medio de la nivelación de los salarios con los de los hombres en las empresas comerciales e industriales; y por último, y este es nuestro fin más importante, a su emancipación política, mediante el reconocimiento de la igualdad absoluta con el hombre ante la majestad de la ley”.
Candidatas por primera vez
Clara González y un grupo de asociadas al Partido Nacional Feminista se organizaron y fundaron la Unión Nacional de Mujeres el 31 de diciembre de 1944 para tratar de garantizar que las mujeres disfrutasen de plenos derechos y tuvieran las mismas oportunidades que los hombres en la contienda electoral.
Por otra parte, el 9 de enero de 1945 otro grupo de mujeres aglutinadas en torno a Esther Neira de Calvo constituyen la Liga Patriótica Femenina que promovía en una de sus consignas: “trabajar porque el mayor número de mujeres panameñas participe en los próximos comicios electorales: porque su intervención en el torneo político en que actuará por primera vez prestigie su causa; porque su trabajo en la Asamblea Constituyente contribuya a darle a la República una Constitución democrática que consulte los valores eternos de la libertad y de honor, y el bienestar y el progreso nacionales y que garantice la soberanía de la República”.
Fue así como el 11 de marzo la Unión Nacional de Mujeres postuló a Clara González a la Constituyente junto a Graciela Rojas Sucre y Magdalena Icaza de Briceño como suplentes.
Mientras que por la Liga Patriótica Femenina se propusieron como candidatas a Esther Neira de Calvo con sus suplentes: Carlos L. López y María Olimpia de Obaldía; y a Gumercinda Páez, ambas, además, fueron postuladas por otros partidos políticos.
Neira de Calvo fue respaldada por el Partido Conservador, el Partido Liberal, el Partido Demócrata, el Partido Nacional Revolucionario y el Partido Liberal Doctrinario. Mientras a Gumercinda Páez era apoyada por el Partido Nacional Revolucionario.
Tal y como destaca Yolanda Marco en el libro Mujeres que cambiaron nuestra historia, muchas mujeres fueron candidatas suplentes en esas elecciones entre ellas: Marina Ucrós, Stella Sierra de Ruíz Vernacci, Emelina E. de Romero, Ana de Calvo, Elvira Ayala y Raquel W. de Ducruet, que resultó electa.
En Colón se presentó la candidatura de libre postulación de Felicia Santizo de García, destacada fundadora del Partido Nacional Feminista y de la Unión Nacional de Mujeres y en ese momento militante del Partido del Pueblo.
La campaña fue muy movida. La prensa de la época recoge la actividad que ambos grupos de mujeres llevaron a cabo a lo largo del país para apoyar tanto a González de Behringer y Neira de Calvo que aspiraba a uno de los nueve puestos de representación nacional. Había otros 42 puestos para la representación provincial.
Cómo relata Mónica Guardia en un artículo de La Estrella de Panamá, “Como era de esperarse, la candidatura de Esther Neira disfrutó de mayor acogida entre los grupos poderosos y conservadores de la sociedad. Cinco de los siete partidos existentes decidieron apoyarla sin que tuviera que inscribirse en ninguno. Por su parte, Clara González tuvo que renunciar al puesto de inspectora del Instituto de Vigilancia y Protección del Niño para lanzarse como candidata. Contó con el apoyo del partido Liberal Renovador de Pancho Arias”.
Rivalidades encontradas
Según cuenta el artículo la campaña de Esther Neira de Calvo tuvo un traspiés cuando fue entrevistada por el diario La Estrella de Panamá, como parte de una serie de entrevistas a los candidatos, quedando en evidencia su falta de experiencia política, “No puedo contestar esas preguntas porque yo misma no sé todavía cuál será la actitud que habré de adoptar ante los problema que me plantea. Ya veremos más adelante si consigo formarme una opinión, pero por el momento nada más puedo decirle”. El periodista insistió que al menos aclarara si era de derecha o de izquierda, pero ella se negó a dar “ni una inofensiva declaración de tipo político”.
Al final de la nota, el diario comunicaba: ‘Mañana publicaremos la entrevista con la licenciada Clara González de Behringer'.
Es muy importante destacar que como fuera prometido, al día siguiente, le correspondía exponer sus posiciones a Clara González. “En la primera plana, la abogada daba respuestas muy bien informadas, como su llamado a efectuar un estudio de las fortalezas económicas del país, a disminuir los impuestos sobre los más pobres, a limitar los poderes de la Constituyente y sobre todo, a consagrar los derechos políticos y sociales de la mujer panameña” señala la crónica.
Pero al pasar las páginas buscando la continuación de la entrevista, en la tercera página “aparecía un apabullante anuncio de hoja completa comprado por Esther Neira de Calvo, en el que se destaca una enorme fotografía, así como todos los detalles de sus logros profesionales.
De acuerdo con Guardia, “La página estaba tan llena de texto que no cabía una coma más. Para la época, se trataba de un despliegue muy inusual (…) A Clara González no debió gustarle mucho aquel despliegue inusual de credenciales por parte de su contrincante precisamente el día que le tocaba a ella brillar. Dos días más tarde, el 23 de abril, las seguidoras de la abogada, agrupadas en la Unión Nacional de Mujeres, se fueron a las calles a distribuir hojas sueltas en las que criticaban duramente la posición de Neira de Calvo en su entrevista en ‘La Estrella de Panamá'. El 25 de marzo, el comunicado apareció publicado en el diario ‘Panamá América'.
Guerra de comunicados
Bajo el título “El Caso Insólito de Doña Esther Neira de Calvo”, la Unión Nacional de Mujeres afirmaba que la candidatura de la educadora había sido acogida “con gran alarma” por la ciudadanía. Y preguntaban “¿Puede darle al pueblo panameño lo mismo que la constituyente adopte un criterio liberal, conservador, socialista, o nazista indistintamente?”.
Y continuaba afirmando que, “La actitud de la señora Calvo es una muestra infeliz de que la práctica de sus famosas escuelas de ciudadanía no es adecuada para merecer la confianza y los sufragios de la masa popular, más despierta y mucho más evolucionada políticamente que lo que la candidata nacional de cinco partidos pueda suponer”.
Pero la cosa no terminó ahí, por supuesto. La Liga Patriótica Femenina enfrentó los ataques con lecciones de “femineidad” afirmando que “Una de las armas más poderosas que en todos los tiempos han esgrimido los enemigos del voto femenino es que cuando la mujer entre a actuar en política se apasionará, se descontrolará y bajará al terreno de las ofensas, lo cual le restará delicadeza y feminidad”, decía en otro comunicado.
También afirmaban que, “Criticar la ideología de una figura política de relieve es cosa corriente en toda contienda de este género. Pero cuando la crítica se hace entre mujeres, es de lamentar que se rompa el marco del decoro femenino para bajar al terreno de las ofensas personales que hieren y que están lejos de defender altos ideales”.
Fue así como el 6 de mayo de 1945 Esther Neira de Calvo fue electa como delegada nacional en carácter independiente para la Asamblea Constituyente, mientras Gumercinda Páez, fue elegida delegada provincial.
Era la primera vez que dos panameñas eran elegidas por el voto popular para ocupar un puesto público.
Se trata de una parte muy importante de nuestra historia y aunque es bastante reciente vale la pena recordarla sobre todo ahora que nos enfrentamos a una nueva contienda electoral.
Conocer nuestro pasado nos ayuda a entender el presente.