Panamá Viejo: historia de amores y piratas

Historia de Panamá

Al cumplir Panamá Viejo 505 años de su fundación quiero recordar la simpática leyenda de cuando el temible pirata Henry Morgan fue derrotado en el amor por una panameña.

Torre de Panamá Viejo. / Eadweard J. Muybridge - Panamá Viejo, 1875-76

En 1688 en la isla de Jamaica, Sir Henry Morgan, rango concedido al pirata por el Rey Carlos II, agoniza, y en su lecho de muerte sus últimas palabras antes de expirar fueron: Panamá…doña Inés…el tesoro…

Este final de película de uno de los personajes protagonistas en la historia de la ciudad de Panamá es parte de la leyenda que de alguna manera ha llegado hasta nuestros días. Este es el final de la novela Tierra Firme o el tesoro de Morgan, escrita por Octavio Méndez Pereira.

No sabemos exactamente cuánto de esta historia es verdad, pero nos llega de la mano de un cronista presencial, el holandés John Esquemeling. Aunque muchos dudan de los relatos de este supuesto testigo de los acontecimientos, otros se hacen eco de muy interesantes capítulos sobre la vida del máximo pirata del siglo XVII. En especial el de su mal de amores con una panameña. 

Panamá Viejo / Eadweard Muybridge Panamá Viejo, 1875-1876

Morgan derrotado por el amor

Para seguir con nuestra historia, si hacemos un salto en el tiempo junto a Ernesto Castillero Reyes, en su libro Leyendas e historia de Panamá la Vieja, se cuenta que en una recepción dada por Renata de Keronal, Duquesa de Portsmouth, concubina de Carlos II de Inglaterra, en el castillo de Euston, a la cual fue invitado el entonces capitán Henry Morgan, la favorita le preguntó al pirata:

 —¿Es cierto, Sir Henry, que jamás habéis sido vencido? 

 A lo que el interrogado contestó, después de pensarlo: 

 —Sí, duquesa, una vez lo fui: de una prisionera española, allá en Panamá, que resistió a mis solicitudes y rechazó mi amor. Aquella hermosa señora me derrotó.

—¿Y era efectivamente muy hermosa, Sir Henry?

—¡Soberanamente bella, señora! Parecía que sus ojos y su rostro habían quitado toda su luz a los astros, y a las estrellas del cielo su apacible dulzura. ¡Solo ella me dejó vencido!

Puente Panamá Viejo / Eadweard J. Muybridge - Panamá Viejo, 1875-76

La reina destronada

Luego de que el pirata y su banda tomaran la ciudad de Panamá el 28 de enero de 1671, se quedaron durante un mes instalados en el convento de la Merced, en cuyo templo fueron encerrados algunos ciudadanos que habían logrado escapar del incendio y los piratas se proponían exigir rescate por su libertad.

Fue ahí donde Morgan se encuentra por primera vez con la protagonista de esta historia: doña Inés. Tras un interrogatorio ella le cuenta que ha sido traída desde Taboga como botín de guerra, donde vivía ricamente con su esposo que está de viaje en Perú.

De acuerdo con el Esquemeling, “era hermosa en extremo la dama y tenía un corazón toda bondad. Parecía tan distinguida que en Europa no hubiese desmerecido en cortejo con las damas de la sociedad allí, y quizá no hubiese habido una que le sobrepasara. Y tan pronto como el capitán Morgan reparó en su singular belleza, se sintió impresionado y dio orden de que fuese alojada en habitación especial. Ella se deshizo en lágrimas y pidió al capitán que la permitiese permanecer en compañía de sus criados y amigos, pero no pudo conseguirlo”.

Según Castillero Reyes, aunque el incidente fue registrado por varios cronistas entre ellos el pirata Zach Harry que hizo parte de la expedición y que anotó en su diario, “en el grupo de prisioneras ella se distinguía por su imponente hermosura y por la manificentísima traza de dignidad de su porte, lo que dio lugar a que nosotros calificáramos a la cautiva “la reina destronada”, no se menciona su nombre.

La literatura le ha dado varios: Inés de Santa Cruz en el relato de Méndez Pereira, Tierra Firme; María del Pilar Gamero, según Salvador Calderón Ramírez en su obra Morgan y para Charles Drissoll en Amores de Morgan en Panamá, su nombre era Teresa Aguilar.

Pero en lo que sí coinciden todos es en que Inés desde el inicio rechazó los avances amorosos del pirata que pretendía conquistar su corazón con halagos, promesas, regalos de oro y joyas, un porvenir brillante de fausto en Inglaterra a su lado, pero nada hacía doblegar la firme voluntad de la panameña.

Agotada la paciencia, el pirata recurrió a la violencia, “pero ella armada con un puñal que guardaba en el seno, amenazó con matarse antes de ver ultrajado su honor de mujer”.

Fue así como Morgan, ofendido en su orgullo la mandó a encerrar en un calabozo, la hizo despojar de su rico ropaje y de sus joyas, la puso a pan y agua, y así, aunque sin amortiguar sus anhelos amorosos, se mantuvo inflexible hasta el día de su retorno al Caribe.

Ruinas de la iglesia de Las Monjas. / Eadweard J. Muybridge - Panamá Viejo, 1875-76

Hacia la libertad

Ya iban de regreso hacia el Chagres el pirata, sus hombres y un grupo principalmente de mujeres y niños capturados en el ataque a Panamá, y que al no poder pagar rescate eran considerados prisioneros. Entre ellos iba Inés que comentó que su familia había entregado a unos frailes el monto de su rescate, pero estos en vez de pagarlo al pirata, habían usado el dinero para liberar a otras personas.

Al enterarse Henry Morgan de esto llamó a su presencia a los dos religiosos y ordenó que los pusieran en prisión.

Relata Méndez Pereira que, “llamó entonces a la dama que tanto lo había hecho sufrir y le dijo, ocultando apenas su emoción: señora, quedáis en libertad. Y podéis decirle a vuestro marido que estos frailes, cuando obtengan la suya, le devolverán por completo vuestro rescate. No sabía doña Inés qué responder: ¡tan encontrados sentimientos se le agolpaban en el alma! La alegría de sentirse libre e intacta, la sorpresa de saber que no había muerto su marido, el desprecio y el agradecimiento por el pirata que la había pretendido, que tan mal la había tratado y que tan noblemente se comportaba ahora, tal un gentleman inglés…

—Gracias, señor, y le tendió la mano.

Morgan le besó los dedos con todo respeto y ella lo vio alejarse en seguida sin volver el rostro…”.

El fin de la historia es que Morgan les dio a los frailes ladrones 30 mil piezas de a ocho para la señora Inés de Santa Cruz, con la amenaza de que, si no llegara a recibirlas, él personalmente regresaría para matarlos.

¿Habrá sido todo esto cierto? no lo sabemos. “Yo mismo, decía el pirata Esquemeling, refiriéndose a esta panameña, no habría jamás creído en tal constancia, son con mis ojos y oídos no lo pudiera asegurar. Sus años eran pocos y su belleza tan grande que dudo si acaso en todo Europa puede encontrarse alguna que sobrepase sus perfecciones ya sea en gracia y donaire o en honestidad”.

También afirmaba que, por la ventana llegaba hasta el pirata el rumor del rosario, que rezaba doña Inés arrodillada con su esclava.

Vista de Panamá Viejo / Sitio Arqueológico Panamá Viejo

Morgan regresa al Caribe

El saqueo de Panamá fue un golpe devastador para España y contribuyó a la reputación de Morgan como uno de los piratas más exitosos de su tiempo. Sin embargo, este ataque también complicó las relaciones diplomáticas entre Inglaterra y España. Como resultado, Morgan fue arrestado en Inglaterra, aunque más tarde fue liberado y, curiosamente, nombrado caballero por el rey Carlos II, convirtiéndose en Sir Henry Morgan.

Morgan regresó al Caribe, donde eventualmente se convirtió en el vicegobernador de Jamaica, pasando sus últimos años lejos de la piratería y viviendo una vida más tranquila y respetable.

Aunque este relato es una leyenda, su esencia captura la rica historia de la ciudad de Panamá. Estas leyendas no solo enriquecen nuestro entendimiento del pasado, sino que también han servido de inspiración para artista de diferentes géneros, quienes han encontrado en ellas una fuente inagotable de intriga, romance y aventura. 

 Así, a través de estas narrativas, se mantiene viva la memoria de un tiempo en el que los piratas navegaban los mares, y las ciudades brillaban con historias de valor y resistencia.

 Conocer la historia nos ayuda a entender nuestro presente.

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