Cómo Panamá puede ganar más: productividad nacional, innovación y calidad de vida

El potencial humano está normalmente distribuido, es decir, las personas que viven en un país tienen —en potencia— las mismas capacidades que personas de otros países. Por tanto, se podría argumentar que una parte importante de los trabajadores panameños no están ofreciendo los niveles más altos de productividad que podrían, en comparación con sus pares en otros países.

Ciudad de Panamá
Ciudad de Panamá / TVN

En entregas anteriores de esta columna, se empezó a explorar el concepto de productividad, haciendo el argumento bastante directo y contundente de que el aumento de la productividad nacional de Panamá es el principal reto clave que enfrenta el país durante la próxima década. Por lo que, en esta nota y otras siguientes, estaremos explorando a fondo este concepto para entender su significado y aplicabilidad a nuestro país.

Concepto

Como se mencionó en notas anteriores, aumentar la productividad no significa trabajar más, sino que se define como producir más salidas con la misma cantidad de entradas.

Esto significa que un aumento de la productividad nacional no implica que la fuerza laboral panameña ahora tendría que trabajar 16 horas al día, por ejemplo, sino que, con la implementación de nuevas dinámicas productivas, podría hacer el trabajo de 16 horas en ocho, lo cual llevaría a un aumento de ingresos para la mano de obra nacional.

El potencial humano está normalmente distribuido, es decir, las personas que viven en un país tienen —en potencia— las mismas capacidades que personas de otros países. Por tanto, se podría argumentar que una parte importante de los trabajadores panameños no están ofreciendo los niveles más altos de productividad que podrían, en comparación con sus pares en otros países.

Investigaciones por parte de múltiples organismos internacionales, entre ellos, el Fondo Monetario Internacional (FMI), revelan que la productividad elevada tiene que ver más con educación, capacitación, entrenamiento, cultura laboral e inversión, que con diferencias nacionales, étnicas o sociales.

Estrategias

Economistas en general, entre ellos ganadores del premio Nobel, han asegurado que la productividad es esencial para la prosperidad. Pero también han advertido que la productividad global se ha visto golpeada, particularmente después de la crisis financiera de la primera década de este siglo, y más aún después de la pandemia del COVID-19. Estos eventos desestabilizadores han chocado, a nivel mundial, contra la generación de eficiencias y eficacias que aumentan la producción.

Ahora bien, las herramientas para contrarrestar este decrecimiento global de productividad serían las mismas que se estaban utilizando para impulsar su aumento antes de estos impactos.

Entre estas herramientas se encuentran, por ejemplo, los incentivos fiscales justificados, las subvenciones a la innovación —de las cuales hablaremos más adelante—, los procesos de re-capacitación y conversión de capacidades de la mano de obra —que estaremos explorando en una futura entrega— y también la reducción de barreras de entrada para nuevas empresas.

La re-capacitación es importante porque —debido al avance de nuevas tecnologías que puedan reemplazar mano de obra humana— un personal sin constante entrenamiento rápidamente quedará desfasado, desactualizado y, por lo tanto, obsoleto en comparación con los trabajadores de otras economías que sí aprovechan las oportunidades disponibles para desarrollar nuevas facultades.

Sería un error grave para Panamá pensar que sus ventajas competitivas y comparativas permanecerán estables a través del tiempo, cuando, de hecho, una gran parte de su mano de obra trabaja en el sector servicios, que se enfrenta al surgimiento de nuevas tecnologías capaces de razonamiento y comunicación, y que podrían reemplazar a estos trabajadores en la próxima década.

Pero para no enfocarnos únicamente en el sector servicios, vale la pena considerar que más de 200 mil empleados trabajan en el sector agrícola panameño, un sector que lucha por aumentar su productividad.

Tal sector se vería beneficiado por el desarrollo del cooperativismo y la asociatividad, sistemas que permitirían a los agricultores panameños unir esfuerzos para así evitar ser desplazados por productos más baratos provenientes de Estados Unidos. Tal realidad parece hoy día inevitable, dada la imposibilidad de los distintos gobiernos panameños de la última década de negociar una modificación al tratado de promoción comercial con Estados Unidos.

Innovación

Un elemento clave en el desarrollo de la productividad, mencionado anteriormente, es la inversión en innovación y desarrollo.

Aunque Panamá cuenta con una Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (SENACYT), su presupuesto —de apenas $65 millones— se ve limitado frente a los grandes retos de desfase productivo que tiene el país.

En naciones de mayor desarrollo, se ha demostrado que el dinero que se gasta en inversión de la innovación y el desarrollo tecnológico es altamente favorable al crecimiento del producto interno bruto (PIB), a la prosperidad nacional y al aumento de la calidad de vida de los trabajadores en general.

Pero Panamá, a pesar de haber creado múltiples entidades encargadas de empujar el tema de inversión en innovación y desarrollo, no ha logrado aplicar de forma consistente una estrategia sólida para poder impulsar sus distintos sectores económicos o crear nuevos.

Mipymes

El Fondo Monetario Internacional (FMI) explica que, en la mayoría de los casos, las empresas más pequeñas pueden ser mucho más innovadoras que las grandes, precisamente porque no tienen estructuras productivas pesadas que les dificulten ser flexibles y adaptables.

No obstante, debido a la pobre gerencia económica por parte de la administración de Laurentino Cortizo, la pandemia arrasó con las pequeñas y medianas empresas de Panamá.

El ex-ministro de Economía y Finanzas, Héctor Alexander, prefirió aumentar el gasto público a través de la planilla estatal en lugar de proteger la existencia de las micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes). Tal protección fue una estrategia que sí funcionó en otros países, como Estados Unidos, a través de programas de preservación de los salarios de los empleados de las Mipymes.

Y vale la pena resaltar que Estados Unidos tiene una Oficina de Productividad y Tecnología, la cual se encarga de generar datos sobre estos distintos rubros para desarrollar políticas públicas, algo con lo que Panamá no cuenta.

Lo que Panamá sí tiene es la Senacyt que, como vimos, dispone de un presupuesto muy limitado en comparación con las necesidades de innovación del país.

Ahora bien, otra forma efectiva de apoyar el desarrollo de Mipymes es a través del sistema de contrataciones públicas. Si se lograra eliminar los elementos de corrupción y parcialidad que hoy carcomen el sistema de entrega de contratos gubernamentales, dicho sistema podría servir como una forma de impulsar nuevas empresas generadoras de empleo, capaces de asistir en el proceso de re-capacitación de la fuerza laboral del país.

No obstante, vale la pena finalizar esta sección indicando que no todo es negativo en Panamá.

Hay entidades que se destacan por importantes esfuerzos de innovación y desarrollo de la productividad, entre ellas la Autoridad del Canal de Panamá, que recientemente empezó un proceso con aliados internacionales para avanzar en sus capacidades de adaptabilidad y sostenibilidad a largo plazo, e incluso —créanlo o no— la Autoridad Marítima de Panamá, que, a pesar de múltiples cuestionamientos de irregularidades y favoritismos en su liderazgo durante las últimas décadas, recientemente estableció nuevos convenios para la innovación en las áreas de logística marítima y eficiencia portuaria.

Casa

Para cerrar, vale la pena comentar un poco sobre el fenómeno del trabajo desde casa ya que, según el FMI, permitir a los empleados trabajar desde su hogar tiene múltiples efectos positivos que no pueden ser ignorados.

Luego de la pandemia del Covid-19, el trabajo desde casa en Estados Unidos se estabilizó en un promedio del 25% de los días laborales. Esto representa el equivalente a un aumento salarial de casi 10% para la mano de obra de ese país que tiene acceso al trabajo remoto.

La facilitación del trabajo desde casa —altamente apropiado en un país como Panamá, donde cuatro quintos de su productividad viene del sector servicios— tiene múltiples beneficios.

Uno de ellos es que reduce, para las empresas, los costos en alquileres y mantenimiento de oficinas. Además, se ha comprobado que disminuye el tráfico, aumenta la disponibilidad de viviendas en los centros urbanos y permite a las personas con discapacidades trabajar cuando antes quizás no podían hacerlo.

Incluso, según el FMI, el trabajo desde casa tiene la posibilidad de aumentar las tasas de fertilidad, severamente presionadas en el mundo occidental luego de las distintas crisis financieras que se han vivido, además de la pandemia. Esto, ya que las parejas tienen más tiempo para estar juntas durante el día, aprovechando descansos y pausas para fortalecer sus relaciones y cuidar con más atención a sus hijos e hijas.

Sobre los costos y efectos desfavorables, el FMI comprobó que el trabajo híbrido, es decir, cuando las personas trabajan parte del tiempo en una oficina y parte del tiempo en casa, tiene, por sí solo, un impacto neutral en la productividad. De hecho, según el Fondo, bajo ciertos modelos legales, los beneficios del trabajo en casa fácilmente pueden exceder los costos que genera.

Por todo esto, sería interesante desarrollar programas que faciliten el trabajo desde casa en Panamá. Esto se podría hacer de varias formas, entre ellas, mediante inversiones dirigidas a la conectividad nacional a Internet —un reto de varias décadas ya— y la promoción de empresas nuevas eliminando trabas burocráticas para su constitución y operación.

Importante también sería asistir a los ciudadanos panameños a proveer servicios al extranjero, más allá que al mercado doméstico, para que así puedan aprovechar la posición geográfica del país y su política fiscal de territorialidad, como lo hacen ya los puertos y las multinacionales.

Tal asistencia permitiría a los panameños dedicarse no solo a venderse productos entre ellos, sino también empezar a exportar más bienes y servicios al extranjero y así invitar a los dólares que flotan en los mercados internacionales a que vengan al país y aumenten la calidad de vida de los nacionales.

Para finalizar, en futuras entregas de esta columna estaremos explorando en mayor detalle distintas aristas del tema de la productividad y cómo Panamá podría hacer ajustes a su estructura productiva para impulsar con mayor rapidez la prosperidad del país, el bienestar social, la estabilidad nacional y también el rendimiento económico. De esta forma, la Nación podría evitar los costos severos de la obsolescencia inminente de algunos de sus más importantes sectores económicos.

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