El impacto del plástico en el medio ambiente, Panamá aprueba nueva ley para regularlo en el 2021
En casi un centenar de países se han desarrollado medidas para reducir o prohibir el empleo de utensilios plásticos de uso efímero, como la que se acaba de aprobar en Panamá.
Ciudad de Panamá/Se estima que el 79% de los residuos plásticos que se han producido desde la década de 1950 hasta la actualidad ha terminado amontonados en vertederos o disperso en los ecosistemas del planeta, según estudios del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
El ritmo global de consumo de plástico es tan vertiginoso que cada año, por ejemplo, se distribuyen en supermercados y comercios alrededor de 5 mil millones de bolsas plásticas. Son casi 10 millones de bolsas despachadas por minuto en todo el mundo y que, juntas, podrían cubrir buena parte del continente europeo.
Por ello la necesidad de establecer medidas para disminuir su demanda e impacto al medio ambiente, como la Ley 187 de 2020 que regula la reducción y el reemplazo progresivo de plásticos de un solo uso en Panamá, recientemente sancionada.
Medidas similares se aplican gradualmente en la Unión Europea desde 2017 para lograr reciclar el 65% de los envases plásticos en 2025 y llegar al 70% en 2030.
Hasta el último tramo de 2018, el Informe Plásticos de un solo uso - Una hoja de ruta para la sostenibilidad de ONU, Medio Ambiente, registraba que 99 países habían introducido regulaciones para el uso controlado de bolsas de plástico y otros productos de poliestireno, o se preparaban para implementar medidas inminentes para disminuir o eliminar su consumo.
Impacto ambiental y económico
Las regulaciones intentan mitigar los efectos de los residuos plásticos cuando terminan en el medio ambiente, como inundaciones, proliferación de mosquitos y plagas, liberación de gases nocivos debido a la quema no controlada o las sustancias tóxicas que llegan a los tejidos animales y a la cadena alimenticia general.
Las leyes también buscan disminuir los altos daños económicos. En los países de Asia del Pacífico, la contaminación por residuos plásticos cuesta cada año a las industrias de turismo, pesca y transporte unos 1,300 millones de dólares. Mientras que en Europea, la limpieza de plásticos en las costas y playas requiere de unos 630 millones de euros al año (unos 765 millones de dólares).
En total, los daños económicos causados por el plástico al ecosistema marino mundial ascienden anualmente, como mínimo, a unos 13 mil millones de dólares, según el estudio de 2018 de ONU Medio Ambiente.
Y si no se reduce la vorágine del plástico, para 2050 la producción de este material representará el 20% de la demanda de petróleo y, entonces, unas 12 mil millones de toneladas de basura plástica yacerán en vertederos o en los diferentes ecosistemas del mundo, con especial protagonismo de productos plásticos de breve uso. Hablamos de colillas de cigarrillos, botellas para bebidas, tapas de botellas, envoltorios de comida, bolsas de supermercados, carrizos, agitadores y recipientes de espuma (foam o hielo seco). La cultura de usar y tirar, en su apogeo.
Escenario local
La Ley 187 de 2020, que se suma a la Ley 1 de 2018 que prohíbe el uso de bolsas plásticas de polietileno, establece el relevo paulatino entre julio de 2021 y diciembre de 2023 de 11 artículos de plástico de un solo uso: hisopos para oído, cobertores para la ropa en los servicios de lavandería, revolvedores, barillas para globos, palillos de dientes, palillos para cocktail, palillos para caramelos, platos desechables, anillos para sujetar latas, empaques para huevos y carrizos. En su lugar, deben emplearse alternativas manufacturadas con material reciclado, biodegradable o compostable.
El principal escollo del cambio de productos plásticos por opciones ecoamigables en el renglón comercial es el costo. Mientras un recipiente de espuma de polietileno puede costar 1 o 2 centésimos de dólar, uno hecho a partir de residuos de fibras vegetales cuesta 5 centésimos, por ejemplo, ilustra Carlos Pinzón, propietario de la empresa Bio Bolsas.
"Cualquier producto hecho con con materiales distintos al plástico será más costoso y para muchos pequeños empresarios es difícil asumir los costos adicionales", expone Pinzón.
Y hablando de la ciudadanía en general, las claves para que las transiciones propuestas por las nuevas y futuras leyes ambientales sean efectivas son la educación enfocada en los niños, además de facilitar sistemas eficientes de reciclaje de desperdicios en todo el país, apunta Pinzón, apoyado en la experiencia de siete años en la distribución de bolsas biodegradables, carrizos, platos, cubiertos, recipientes y otros utensilios fabricados con bagazo de caña, madera y cartón.
En aras de involucrar a todos los actores de la sociedad, la Ley 187 impulsa a comercios, entidades públicas y a la ciudadanía a practicar acciones concretas para la reducción del consumo y la generación de plásticos de uso efímero, cuyos desechos terminan en ríos, costas y mares afectando directa e indirectamente a la salud humana, ambiental y actividades económicas como el turismo y la pesca, apunta Tania Arosemena, gerente de incidencia política de fundación MarViva.
Además, destaca la ambientalista, el documento marca un hito al fijar las metas para la eliminación en los próximos tres años de productos plásticos desechables y asegurar que esa transición no sea hacia otros tipos de plásticos catalogados como degradables, bio plásticos o cualquier otro plástico diseñado para un solo uso.
"De mi experiencia en MarViva, he visto con tristeza como los plásticos alcanzan islas y costas del Pacífico de Panamá, sitios de gran potencial turístico y de riqueza natural (...) Me ha tocado ver aves que se alimentan en medio de los plásticos en la bahía de Panamá y cangrejos que usan una botella plástica como casa en medio de los mangles", comparte Arosemena.
La nueva norma también establece la creación, más adelante, de un Plan Estratégico Nacional para la Reducción del Plástico de un solo Uso, a cargo del Ministerio de Ambiente.