La historia de los 'pueblos perdidos' que no se sumergieron en el lago Gatún como creíamos
Historias del Canal de Panamá
El libro de Marixa Lasso Historias Perdidas del Canal de Panamá recupera la historia de los 'pueblos perdidos' y nos devela que no se inundaron como nos enseñaron.
En 1962 el escritor Gil Blas Tejeira publicó la novela Los pueblos perdidos que relata la historia de los panameños que tuvieron que abandonar sus pueblos situados en el área en que se ubicó el lago Gatún y que inundó esos territorios, poblados en su mayoría, desde la época de la colonia.
Varias generaciones de panameños crecimos con el mito de que en el fondo del lago podía verse la antigua iglesia de Gorgona, así como los restos de edificios y casas de esos pueblos que se perdieron en una especie de sacrificio en beneficio del progreso y la modernidad.
Sin embargo, ahora sabemos que esto no es cierto. Estos pueblos, no se sumergieron en el lago artificial más grande del mundo en ese tiempo, sino que fueron despoblados y desmantelados por una decisión política que borró cuatrocientos años de historia de un solo plumazo.
Este es el hecho en el que se centra la historiadora Marixa Lasso en su libro Erased: The Untold Story of the Panama Canal, publicado en 2019 por Harvard University Press y que ahora nos llega traducido al español por Adrienne Samos de la mano de la editorial Planeta bajo el título de Historias perdidas del Canal de Panamá: La historia del canal de Panamá contada por los panameños y que ya está en las librerías.
Esta detallada investigación, que tomó más de cinco años, empieza cuando Lasso investigaba la historia de la ciudad de Colón en varios archivos en Estados Unidos y se encuentra sorpresivamente con documentos sobre los antiguos pueblos panameños de la Zona del Canal.
“Comienzo a descubrir una geografía urbana que no conocía, de la que no me habían hablado, que no era parte de nuestra historia, me doy cuenta de que es muy importante y decido meterme en ello de lleno”, afirma la autora.
De acuerdo con el libro, en 1912 la Zona era una de las áreas más densamente pobladas en todo el país y la orden ejecutiva del presidente de Estados Unidos William Howard Taft —que ordenaba su despoblación— “fue uno de los eventos más traumáticos que vivió Panamá a inicios del siglo XX, quizás aún más traumático que su separación de Colombia en 1903”.
Desde 1913 a 1916 se fueron desmantelando, uno tras uno los pueblos panameños de la Zona, que contaba según el censo de 1912, con una población de 62,810 habitantes y de donde fueron expulsadas cerca de 40 mil personas.
Junto con la eliminación de los “pueblos nativos” también se prohíbe el comercio y la propiedad privada en la Zona del Canal y se decreta que todas las tierras de la zona ocupada por estos poblados eran necesarias para el Canal.
Algunos de estos nombres olvidados son: Gatún, Bohío Soldado, Gorgona, Frijoles, Matachín, Tabernilla, Bas Obispo, Tiger Hill, Lion Hill, Ahorca Lagarto, Barbacoas, Cruces, Santa Cruz, Cruz de Juan Gallego, San Pablo, Bailamonos, Buena Vista, Monte Lirio, Caimito, Mamei, Peñas Blancas, Juan Grande.
Estos pueblos, incluido Emperador, se describen como asentamientos formales de casas y calles, con comercio activo, con imprentas, servicios de abogados, escuelas, cantinas, tiendas de abarrotes, mercados, cementerios y en algunos casos, hasta bancos.
Una Zona sin panameños
¿Pero entonces cuál fue la razón principal de esa decisión si las exigencias técnicas del canal no lo requerían? Esta decisión –como se cuenta en el libro— se fue tomando poco a poco. Cuando los estadounidenses inician la construcción del Canal en 1904 no tenía claro el tipo de Zona que querían. La complejidad de una región con una población de más de 60 mil personas de diversas nacionalidades y lealtades políticas complicaba el panorama.
Hubo un debate: “durante los años de construcción se inició otro debate de igual importancia cuando los funcionarios del canal empezaron a discutir sobre el futuro de los pueblos y los habitantes panameños de la Zona. ¿Gobernarían o civilizarían a los pueblos nativos o los desmantelarían, enviando a sus habitantes a las ciudades de Panamá y Colón? (…) Al final prevaleció la opinión a favor de una zona despoblada. Como se hace evidente en las respuestas de 1911, las razones a favor o en contra de una Zona poblada no tenían nada que ver con la inundación del lago Gatún ni con otros requerimientos de ingeniería. Los argumentos eran profundamente raciales”.
El libro cuenta con lujo de detalles las diferentes posiciones en este debate entre los mandos estadounidenses a cargo de la operación de la CCI: Goethals, Gorgas, Gaillard, Williamson. También relata el limitado apoyo que recibieron los habitantes de los pueblos nativos de las autoridades panameñas a quienes escriben señalando “la hora dolorosa en que veremos desaparecer los prósperos pueblos de Gorgona, Matachín, Mamey, San Pablo, Gamboa, Obispo y Cruces”.
En varios capítulos está muy bien explicado todo por lo que pasaron estos habitantes a quien se les despojó de la forma de vida que habían desarrollado durante siglos en un entorno que les pertenecía.
Ese dolor de la partida se expresa de la siguiente manera: “en los pocos testimonios escritos desde la perspectiva de las personas expulsadas predomina el dolor. Cuentan la historia del pesar que les causaba dejar sus hogares y su rabia ante la injusticia de no haber recibido una compensación justa. Uno de estos testimonios es una larga carta anónima, firmada por ‘varias víctimas’ y enviada a Goethals el 30 de septiembre de 1914, un año después de iniciado el proceso de despoblación. Las autoridades del canal consideraron la carta lo bastante seria como para que la única copia que quedaba en los archivos tenga una nota que dice: ‘destruir el duplicado”.
¿Qué se pierde con el despoblamiento?
Con esta orden Panamá pierde mucho. Al desaparecer estos pueblos se borra la historia política y urbana de la Zona. Desaparecen las tradiciones municipales, la política electoral republicana, así como su tradición en torno al comercio global del siglo XIX.
“Con esta decisión perdimos mucho. Perdimos la columna vertebral de república, el espacio transístmico, el espacio económico más importante del país, un espacio cultural importante donde estaban nuestros pueblos históricos que conectaban el Pacífico con el Atlántico”, afirma la autora.
Es así como el despoblamiento permite la creación de una zona del Canal en donde la idea del progreso se centraba únicamente en la ingeniería y en el saneamiento.
“La Zona despoblada abrió un espacio excepcional para construir una nueva geografía urbana que reprodujera las ideas estadounidenses sobre su propia civilización y su papel en el mundo. Situados junto a uno de los proyectos de ingeniería más famosos de su tiempo y en una de las áreas más estratégicas del mundo, los nuevos pueblos de la Zona serían el complemento perfecto para un canal cuya construcción había capturado la imaginación estadounidense”.
Dentro de esta nueva geografía se crean nuevas áreas como Balboa, para empleados blancos y La Boca para empleados negros. Aunque han pasado varias décadas desde que inició el proceso de reversión de las áreas de la antigua Zona del Canal, Marixa nos recuerda ese territorio idílico vedado para los panameños con el césped bien cortado, las cristalinas piscinas, los surtidos comisariados y las casas refrigeradas por el aire acondicionado.
La inundación como metáfora
Hacia el final del libro la autora reflexiona en cómo el despoblamiento se transformó en la historia de las inundaciones. Como en la mayoría de los mitos esta historia esconde algo de verdad. El lago Gatún sí inundó buena parte de la tierra de la Zona del Canal, alrededor de 260 kilómetros cuadrados.
Sin embargo, la autora señala otras razones afirmando que, “es posible que cobrara tanta fuerza porque era la metáfora perfecta para una enorme y desoladora catástrofe sobre la cual no se tuvo control alguno; y es así como debieron sentirse los miles de individuos que vivían en la Zona ante la orden de despoblación de 1912. También era una buena metáfora porque la despoblación sucedió de forma precipitada. (…) La gente tuvo que adaptarse a su nueva situación. Más importante aún, el mito de las inundaciones cobró fuerza porque la creación del lago Gatún se convirtió en la manera como las historias canaleras podían hablar sobre la decisión de despoblar sin hablar de ella”.
En el epílogo, Marixa Lasso visita los nuevos pueblos que crearon esos habitantes desplazados en otras regiones del país a donde se asentaron con los pedazos de sus antiguas casas y sus recuerdos. Entre ellos Nuevo Emperador, Nueva Gorgona, Nuevo Chagres, ahí inicia otro proceso para recuperar esa memoria de lo vivido por generaciones en lo que considera uno de los eventos más traumáticos para el país en el siglo XX.
El libro Historias perdidas del Canal de Panamá es un maravilloso relato de una importante parte de la historia nacional muy poco conocida. Se trata de una investigación muy bien documentada y llena de referencias personales que hacen que su lectura sea amena, y permitiéndonos conocer de una forma muy humana las vivencias de esos panameños y panameñas que fueron “borrados de la historia de nuestro país”.
No en vano le ha sido otorgado el premio Friedrich Katz de Historia de América Latina y el Caribe 2020 de la prestigiosa American Historical Association (AHA) y el premio William M. LeoGrande Prize de relaciones entre América Latina y Estados Unidos.
Es difícil volcar en un artículo toda la información que se revela en este libro. Por eso recomiendo su lectura. Vale muchísimo la pena leerlo y varias veces, para conocer esa parte de nuestra historia que recien se está develando y que arroja valiosa información sobre nuestra identidad como nación.