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El mexicano Orlando Mondragón, la voz poética de un médico

Con “Cuadernos de patología humana”, un diario médico en clave poética sobre la vida, la salud y la muerte, Orlando Mondragón obtuvo el XXXIV Premio Internacional de poesía Fundación LOEWE. Este autor mexicano se convirtió en el primer menor de 30 años que gana este prestigioso certamen.

Orlando Mondragón se graduó como médico en la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco. Acto seguido inició su especialización en Psiquiatría. / Ferch Ugalde

En la adolescencia, Orlando Mondragón (Ciudad Altamirano, México, 1993) le gustaba escribir redondillas, sátiras y epigramas maliciosos contra todo lo que le molestaba: los profesores, los exámenes, el acné…

Al poco tiempo, al hoy poeta y médico le fueron cambiando sus inquietudes, y con ellas, sus versos. Fue cuando comenzó a escribir sobre el amor, el paso del tiempo, la soledad, es decir, sobre otros hechos que también le mortificaban.

Cuenta que en México, al acabar la carrera de medicina, le otorgan al estudiante universitario -honoríficamente- el título de médico cirujano. “Puedo realizar algunas suturas sencillas, pero no operar a cuerpo abierto. Esto lo digo porque mi especialidad no es la cirugía, sino la psiquiatría”, precisa Orlando Mondragón, quien participó este año en Centroamérica Cuenta, festival literario que se desarrollará en mayo de 2024 en Panamá.

Supone que la vocación de ser galeno se gestó dentro de su corazón de forma invisible, al igual que la poesía. “No concibo en mi historia una sucesión de eventos que me orillaran a volverme médico, pero agradezco haber elegido esta profesión. La vocación de la poesía creció en mí como una gemela dicigótica de la medicina, con su propio recorrido genómico, pero alimentada a la par por las mismas inquietudes, las mismas dudas, la misma biografía”.

Este médico por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco ha sido becario de formaciones literarias, entre ellos, el Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico del Estado de Guerrero en el 2018 y el de la Fundación para las Letras Mexicanas en 2019.

Orlando Mondragón creció en el pueblo de Zirándaro de los Chávez (Guerrero, México), donde comenzó a ser lector, declamador del Siglo de Oro español y poeta. / Daniel Mordzinski

¿Qué es para ti la poesía?

Creo que la poesía nos abstrae del mundo y, a la vez, nos sirve de sinapsis con lo que existe fuera de nosotros. Telepatía y telequinesis son sus poderes: nos adentra en la mente del otro y, al mismo tiempo, abre nuestras puertas para dejar pasar su voz. Mueve, sacude, desbarata, pero también nos ordena. Instrumento que resiste contradicción y ambigüedad sin caerse. Emoción y pensamiento son trenzados en un solo sistema. Por eso, Saint-John Perse decía que la poesía se niega a disociar el arte de la vida y el amor del conocimiento.

¿Ser poeta ayuda a ser un mejor médico?

No es mi condición de poeta lo que me ayuda. Creo que el arte nos vulnera y esto permite la empatía. El cine, la literatura, la pintura, la música, cuando son arte, nos incitan a detenernos y a pensar sobre lo que vemos, oímos, sentimos y pensamos. Éste es un entrenamiento necesario para todos los días. La capacidad de quitar el modo de vuelo automático y de decir: así que aquí estoy, esto soy, así vivo.

Orlando Mondragón forma parte de una casta de médicos y poetas a la que también pertenecen Jaime Sabines, Robin Cook, Oliver Wendell y William Carlos Williams, entre tantos otros. / Cortesía

¿Cómo reaccionan tus colegas y las enfermeras cuando te conocen poeta?

La mayoría con curiosidad, algunos me comparten lo que han leído (y nos emocionamos al encontrar lecturas en común); otros, con sospecha. La poesía tiene algo de misterio y de impenetrabilidad, incluso para los que leen frecuentemente novelas o ensayos. Es una sospecha parecida a la de mis amigos médicos cuando les digo que estudio psiquiatría.

Las lindes del verso

En 2017 obtienes el IV Premio de Poesía Joven Alejandro Aura (México) con el libro Epicedio al padre. ¿Qué representó para ti obtener con tu primer libro este certamen?

Fue la confirmación de mi vocación poética. Una ratificación de mí para mí, más que para cualquier otro. Si antes me movía con cierto recelo por las lindes del verso, después del premio aprendí a pisar con un poco más de firmeza. Ahora entiendo que no era necesario un premio para poder llamarme poeta a mí mismo.

¿Cómo describirías Epicedio al padre?

Un poema fragmentado, cuya premisa principal es un hijo cuidando de su padre agónico, donde el dolor y la rabia son desplazados lentamente por el amor.

Con sus Cuadernos de patología humana ganas en el 2021 el XXXIV Premio Internacional de poesía Fundación LOEWE (España). ¿Qué sentiste ante tamaña hazaña?

Sentí que todo el tiempo y la concentración con que trabajé ese poemario valieron la pena. Que un libro tuyo se encuentre en la misma lista de premiados que algunos de los grandes poetas de la lengua española es un honor y un privilegio.

 Una noche de guardia

¿Cuál fue el punto de partida de Cuadernos de patología humana?

El poemario inició como un proyecto de libro para una beca literaria, pretendía realizar un recorrido por una noche de guardia, a través de la voz poética de un médico. Con el tiempo me di cuenta de que la premisa inicial del poemario no era suficiente, sentí que el libro crecía con sus propias interrogantes, pedía expandirse más allá del yo del médico. Entonces me deshice de lo escrito e inicié nuevamente, decidí incorporar enfermeras, estudiantes, conductores de ambulancias, instrumentos.

¿Qué te llevó a convertir en objeto poético las camillas, las camas, las suturas…?

En una entrevista, Eduardo Galeano dijo que el poeta tiene una mirada en el microscopio y otra en el telescopio. Me serví de esta mirada microscópica para mirar a los objetos que me rodeaban y, de alguna manera, para mirarme a mí mismo reflejado en ellos. Charles Simic decía que todo es un espejo si lo miras el tiempo suficiente. Yo también lo creo. A pesar de que es un libro sobre las experiencias de un médico, la enfermedad y la muerte son temas en los que todos podemos vernos.

¿Cómo fue naciendo este poemario vencedor del Loewe?

En el libro vertí las experiencias del año del internado médico. En el penúltimo año de la formación médica, el doctor en ciernes hace un recorrido por diferentes áreas del hospital: urgencias, pediatría, medicina interna, ginecología y medicina familiar. Esto suponía pasar jornadas de hasta 36 horas o más cada 3 días, por eso se llama internado, uno prácticamente vive en el hospital. Lo que viví en el Hospital General de Zona 1A del IMSS (Instituto Mexicano del Seguro Social) dejó en mí su huella indeleble.

¿Qué es para ti la enfermedad y la muerte como médico y como poeta?

La vida humana está determinada por la consciencia de la muerte. La fragilidad de nuestra existencia se define en función de esta fatalidad, también la belleza de estar vivos nace de ahí. Sin embargo, a pesar de estar tan presente en nosotros, la muerte sigue siendo un misterio. Literatura, magia, religión y ciencia han intentado responder a la pregunta ¿qué pasa después de la muerte? con resultados dispares. Como no podemos responder esa interrogante, volcamos nuestros esfuerzos a la última etapa: la enfermedad. Pues es el único enigma que podemos aspirar a conocer, a entender para aliviar esa angustia. La enfermedad es la porción del misterio que podemos robarle al misterio mayor que es la muerte. 

¿Cómo reaccionó el equipo médico del hospital luego de Cuadernos de patología humana?

Mis amigos se alegraron, algunos colegas se enteraron que escribo. Algunos pocos, aunque no conocen mi rostro, saben que hay un médico poeta por ahí en los pasillos y, finalmente, hay quienes todo esto les resulta ajeno.

 

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