Marañón: la fruta que resistió a la 'muerte descendente'

Producción en Panamá

Frutos de marañón
Frutos de marañón / TVN Noticias/Julio Aizprúa

Ciudad de Panamá, Panamá/El cultivo del marañón logró superar la llamada “muerte descendente”, que empieza en la copa y baja hasta el tronco, y ahora se encuentra en una franca recuperación luego de ser atacado por los hongos Colletotrichum gloesporioides, Pestalotia heterocornis y Lasidioploidía theobromae, que con una prevalencia de 60%, 30% y 3%, respectivamente, estuvieron a punto de hacerlo desaparecer.

Estos microorganismos siempre han estado presentes, pero ahora con la variabilidad climática se tornaron más agresivos, señaló Arnulfo Gutiérrez, director del Instituto de Innovación agropecuaria (Idiap).

Los hongos, explicó el funcionario, afectaron el desarrollo vegetativo y productivo del árbol, produciendo manchado foliar, defoliación, muerte del ramo floral, pérdida del fruto, muerte descendente y el colapso final de la planta.

De pronto, así se me murieron dos árboles grandes que tenía en el patio. Apenas dieron unos marañoncitos escurríos, de color oscuro, que ni para una chicha servían y por eso los eché abajo”, comentó Higinio Rodríguez, residente en Aguadulce, provincia de Coclé.

Todas las partes del árbol de marañón son susceptibles al ataque de patógenos, por lo que el director del Idiap recomienda implementar un mayor y mejor cuidado agronómico, como lo es la poda y la eliminación de las partes que en un momento dado estén visiblemente afectadas.

La afectación que sufrió esta fruta de temporada fue de tal magnitud que en los últimos años los panameños no pudieron degustarla en sus diferentes preparaciones, pues los citados microorganismos atacaron por igual a las hojas y secaron las ramas de arriba hacia abajo, dejando apenas unos frutos deformes.

En Panamá los árboles de marañón (Anacardium occidentale L.) proliferaban en su mayoría en las tierras bajas de la vertiente del Pacífico, en las provincias de Veraguas y Coclé, aunque también en la atlántica provincia de Bocas del Toro, a donde no llegaron los hongos.

La fruta era común sobre todo en el distrito de Las Palmas de Veraguas, mientras que en Coclé sus árboles se podían divisar desde la carretera Interamericana al pasar por Río Hato, Antón, Penonomé y Aguadulce.

Entre algunas limitantes generales en la producción de frutales, entre ellos el marañón, se tiene que esto se debe a la escasez de materiales de alta calidad genética, deficientes controles fitosanitarios y agronómicos, así como a un pobre manejo de prácticas de agroquímicos y al incremento en los precios de insumos agrícolas que aumentan los costos de producción, de acuerdo con un informe del Ministerio de Desarrollo Agropecuario (MIDA).

En el país el consumo anual per cápita de frutas en general se estima en 64 kilogramos (141 libras), cifra que apenas representa 175 gramos diarios, el 43,75% de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud.

Mientras, a nivel mundial se tiene que la ingesta de frutas frescas presenta una tendencia creciente, debido a la demanda impuesta por cambios en los hábitos alimenticios, con preferencia por alimentos naturales nutritivos y frescos, sostiene la entidad de investigación agropecuaria.

Las estadísticas oficiales registran actualmente la existencia en Panamá de 963 mil 253 plantas de marañón, distribuidas en 406 hectáreas comerciales y huertos de traspatio.

Para su cultivo, se indica que se utilizan materiales genéticos criollos, sin manejo de copa, sanitario y nutrición, y solo se realiza la cosecha del pseudofruto para la elaboración de jugos y dulces, mientras que el fruto (nuez) se utiliza para el consumo de su almendra.

Cuando en 2021 la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas designó el año Internacional de las frutas y también de las hortalizas, poco o nada se supo de los esfuerzos que hicieron las autoridades agropecuarias para fomentar su cultivo y consumo.

La fruticultura a nivel nacional, siempre de acuerdo con el Idiap, ha estado basada en la explotación de huertos familiares, organizados alrededor de las viviendas, donde cumplen su función como fuente de alimento y brinda una pequeña entrada económica.

En tanto, a nivel gubernamental se afirma que representa una alternativa para contribuir al mejoramiento ambiental sostenible, con la conservación de los recursos naturales a través de la selección y conservación de material genético promisorio, con la siembra de árboles frutales que representan cobertura boscosa, y el desarrollo de cultivos con mercados accesibles, industrializables, generadores de empleo, ingresos y divisas al país y a la población que depende de la agricultura.

Cifras de la fruticultura nacional, que no contemplan al marañón, revelan que en 2019 se reportaba la existencia de 39,798 hectáreas, de las cuales el 37% correspondía a naranja, plátano 27%, banano 15%, mango 1,20%, lima persa 2,02%, guayaba 0,20%, piña, 4,72%, esto con la participación de 9 mil 990 productores.

Una fuente del MIDA informó que allí “solo hay plantones de frutales certificados que venden en Sanidad Vegetal”, pues es en la estación de investigación del Idiap, ubicada en Río Hato, provincia de Coclé, donde hay programas que desarrollan investigaciones en frutales, entre ellos el marañón, la fruta que resistió a la “muerte descendente”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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