Madres al servicio de la salud, guerreras en medio de la pandemia
Hay historias que merecen ser contadas y más, cuando las protagonistas son valerosas madres, que han sobrepuesto el amor de sus hijos y demás seres queridos por enfrentar la dura batalla contra la COVID-19, que ya suma una elevada cifra de muertes.
La vocación y entrega al servicio de la salud es la mejor carta de presentación que caracteriza a cada una de ellas, pero también ha sido la prueba de la fortaleza que deben tener ante la adversidad que se ha presentado con esta enfermedad, que también les ha marcado la vida de manera distinta.
Amor incondicional
Una de estas valerosas madres es la doctora Eldia Domínguez, quien no solo ha tenido que desprenderse de sus dos hijos y esposo, sino también sacar el valor para continuar, luego de la pérdida de su mamá en julio, precisamente a causa de la COVID-19.
“Mi vida se ha impactado tanto a nivel profesional, como personal, cada vez que tengo que ir al cuarto de urgencias, al área de respiratorios y veo a una persona similar a mi mamá, me familiarizo mucho, recuerdo todos los momentos vividos con ella”, lamenta.
Con la voz quebrantada asegura, que la pérdida de su madre ha sido uno de los motivos que la hacen seguir adelante y ayudar a todas esas personas que se encuentran hospitalizadas.
Sus hijos también son parte fundamental en este proceso, aunque admite que es poco el tiempo que le queda para compartir con ellos y muchas veces se aísla con el temor de no contagiarlos.
Domínguez, que tiene 16 años de ejercer la profesión de medicina guarda la esperanza de que el final del virus está cerca y espera con ansias que con la vacuna todo se normalice.
Duro sacrificio
Similar situación ha tenido que afrontar Clarisbel Aparicio, enfermera, jefa de la Unidad de Cuidados Respiratorios, que por seis meses tuvo que desprenderse de su pequeño hijo de cinco años y llevarlo hacia el interior del país por el temor de que resultara contagiado.
El amor por el pequeño Xavier fue la razón que motivó a esta madre a levantarse de la Unidad de Cuidados Intensivos, donde por ocho días estuvo en coma y totalmente entubada, al resultar contagiada de la COVID-19.
“Es duro y difícil, no poder abrazar y besar a mi hijo por temor”, comenta Aparicio, que ahora valora más que nunca el significado de la vida.
Agrega que, no hay un libro que enseñe cómo ser una buena madre, pero son los mismos hijos que van labrando ese camino.
“La situación en la que estuve me ha hecho crecer como persona, profesional, y como mamá, no es fácil el trabajo que realizamos”, agregó.
Las que ya no están pero siguen vivas en los corazones
En la casa de Arva María Worell, que por más de 20 años se desempeñó como enfermera y este 8 de diciembre ya no se escucharán sus risas, quedara para sus dos hijas, Melody y Melany Dorman, por siempre el recuerdo de una excelente madre y profesional ejemplar.
Melody, la mayor de sus hijas, la describió como una mujer de principios y valores arraigados, entregada a su trabajo, que en todo momento les inculcó el ejemplo de ganarse las cosas a base de estudios y educación.
Fue también madre y abuela incondicional, que le encantaba compartir ese tiempo libre con sus nietos.
“Como mamá era nuestro modelo y motor, siempre promoviendo la importancia de amarnos a nosotras mismas y respetarnos, que nadie nos iba a regalar nada, que solo a través de la educación lograríamos conseguir lo que quisiéramos”, recuerda con nostalgia.
Parte de su vida profesional la desempeñó en el Hospital Manuel Amador Guerrero y luego, como coordinadora del Programa de Salud Mental en la Policlínica Dr. Hugo Spadafora.
“Con su muerte dejó un gran vacío en nuestras vidas, pero nos queda la satisfacción de que ha dejado en muchos su huella, por su don de gente”.
Arva Worell murió producto de complicaciones debido al contagio de la COVID-19 el pasado 21 de agosto, siendo la primera enfermera en morir por esta enfermedad en la provincia de Colón.