Índice de prosperidad global: ¿Cómo está Panamá?
Economía en Panamá
Panamá cayó cuatro peldaños en el ranking de prosperidad 2021 de Legatum: las caídas más pronunciadas fueron en capital social, clima empresarial, salud, condiciones de vida y educación.
Panamá ocupó la posición 51 entre 167 países en el Índice de prosperidad global 2021 del Instituto Legatum, un think tank británico que hace y publica la medición desde hace algún tiempo.
El país cayó 4 peldaños en dicho índice en comparación con la posición que ocupó en 2011, hace una década. Las categorías asociadas a la que considera el estudio son inclusividad social, apertura económica y empoderamiento ciudadano. Éstas a su vez se ramifican en seguridad y protección, libertad personal, gobernanza, capital social, clima de inversión, condiciones empresariales, infraestructura y acceso a mercados, calidad de la economía, condiciones de vida, salud, educación y medio ambiente.
Las caídas más significativas de la década se dieron en capital social (23 peldaños más abajo en 2021), condiciones empresariales (22 peldaños), calidad de la economía (14 peldaños), salud (10 peldaños) y condiciones de vida y educación (ambos 9 peldaños). Pero la variable de educación es la más grave, allí Panamá ocupó la posición 92 entre los 167 países, muy por debajo de otros de la región.
Por otro lado, hubo ligeras mejoras en indicadores como la libertad personal, que pasó de la posición 52 en 2011 a la 49 en 2021; infraestructura y acceso a mercados, que pasó de estar en el peldaño 55 al 52 y medio ambiente, que subió dos posiciones hasta la 32, siendo el indicador en el que mejor se posicionó Panamá de todos.
Sin embargo, la última década registra crecimientos económicos de dos dígitos como promedio al año antes de la pandemia, algo que no parece compadecerse con la desmejora en variables asociadas al progreso que refleja el citado índice.
¿Podemos hablar de la década perdida?
El economista Luis Morán piensa que sí, y no sólo por la pandemia, sino por la confianza que se ha perdido en el país, la débil institucionalidad, el problema educativo y del mercado laboral. Con el alto crecimiento, “no hemos priorizado el desarrollo económico”, además de la deuda, que también creció exponencialmente durante la última década, y “no se ha destinado a calidad de vida o mejoras de capacidades humanas”. Por el contrario, piensa Morán: “se ha favorecido la dependencia con el diseño de más subsidios, que han perdido su esencia pasando a ser permanentes, cuando deberían ser temporales y bien focalizados a sectores estratégicos”.
Morán destacó que este índice es un referente adicional que puede ser relevante para la formulación y evaluación de políticas públicas. Especialmente en el tema educativo, el cual calificó como la principal debilidad de Panamá, lo que refleja, a su criterio, la necesidad “no sólo de invertir adecuadamente en este sector, sino también de lograr mejores resultados educativos, y que empecemos a ver resultados en las pruebas internacionales”. El enfoque, recalca el economista, debe ser en todos los niveles educativos y con “una visión país, donde se priorice, infraestructura, y capacidad docente”.
Otro indicador que cayó considerablemente fue el del capital social, que muestra la importancia de las instituciones, la confianza en ellas y los actores claves en la economía. En dicho pilar el país apenas llega al puesto 65 de entre 167 países, algo que debe mejorarse porque es “clave para lograr un crecimiento y desarrollo económico adecuado”, explica Morán. Aunque el país “necesita trabajar todos los sectores con urgencia”.
El sociólogo y catedrático universitario Enoch Adames va más allá: se refiere a “una pérdida de 30 años de la política y de su capacidad de orientar al bien común”. De acuerdo a su análisis, la crisis que atraviesa el país no se expresa solo en el espacio familiar, sino además en la relación producción—circulación del mundo del trabajo, lo que arrastró a los mercados y a las relaciones de consumo, todo lo que a la postre ha desarticulado la vida comunitaria.
Sin embargo, como bien refleja el Índice de Progreso, es en el sistema educativo donde “se profundizaron problemas de arrastre en pertinencia, integración y cobertura; y dejó al descubierto notables desajustes en cuanto a derechos humanos, inclusión y equidad”, puntualiza Adames.
Luego, todo lo anterior “evidenció las grandes debilidades y vulnerabilidades de la sociedad panameña en la forma en que se articuló la matriz económica, los soportes culturales institucionales y el orden político post invasión”, que solo vino a estallar con la pandemia como catalizar, desatando lo que el sociólogo califica como “una profunda depresión sistémica”.
Adames lista los principales problemas de la crisis sistémica inoculada en el país posinvasión:
a. En el plano histórico social, la matriz transitista expresó diferenciales relaciones de poder entre los componentes sociales de la sociedad panameña.
b. En el plano institucional mostró la deficiente centralidad y concentración política en sus limitadas capacidades, que la afirman como una conducción política reactiva e ineficiente.
c. En el nivel socioeconómico, las fracturas sociales y regionales constituyen una gran restricción en el ejercicio de una ciudadanía plena en derechos.
d. Las desiguales competencias formativas en educación a favor del mercado laboral de comercio y servicios, establecen y refuerzan las asimetrías socioeconómicas de la sociedad; y profundizan el transitismo como crecimiento sin inclusión social.
El consenso entre las fuentes consultadas es que si el país no adopta los cambios necesarios para empezar a revertir la crisis sistémica, con especial atención en la educación, las décadas podrían convertirse en un siglo perdido.