La incertidumbre de los bancos centrales

Economía en Panamá

La pandemia por la COVID-19 y los conflictos bélicos abren las puertas a una recesión económica. / Pixabay.

Ciudad de Panamá, Panamá/La palabra de moda en círculos económicos y financieros es incertidumbre, la cual se refiere principalmente a la transformación de los fundamentos macroeconómicos del sistema de globalización. Tal transformación es el resultado de una severa desestabilización de la cadena de suministros debido a la pandemia del COVID-19, varias guerras y conflictos, y una nueva realidad monetaria global.

¿Cómo se puede hacer sentido de todo esto?

Una forma es analizando la política de los bancos centrales de América, Europa y Asia, los cuales están comenzando a revertir sus programas de estímulo financiero para evitar caer en una espiral inflacionaria. Esta nueva tendencia entre los emisores de monedas está subvirtiendo la dirección en la que se movía la economía global e implicaría un riesgoso juego entre un alza descontrolada de precios y desempleo crónico a altos niveles.

Un nuevo plano de juego

Según el jefe de investigación económica de JPMorgan, Bruce Kasman, cuya entrevista fue publicada esta semana por Reuters, “nos encontramos en el medio del más grande y más sincronizado apretón de la política monetaria global en tres décadas”, esperando el experto que tres de los principales bancos centrales del mundo, aquellos de Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido, suban sus tasas de interés por 75 puntos base —0.75 de un punto porcentual— hacia el cierre del año.

Esta nueva política monetaria, unida a novedosos factores globales de riesgo, anuncia un cambio en la realidad económica global que, según la revista británica The Economist, “podría ser tan notable como el surgimiento del Keynesianismo después de la Segunda Guerra Mundial y el giro a los mercados libres y la globalización en la década de 1990”.

¿Cuáles son estos factores globales de riesgo?

El envejecimiento poblacional y el cambio climático,” indica The Economist.

El primero causa a los gobiernos a tener que destinar más dinero a mantener líquidos los fondos de pensión y financiar inversiones en salud pública. Además, “mientras las personas envejecen, ahorran más”, creando más restricciones sobre el mercado de consumo global. Esto incentivaría a los bancos centrales a expandir su política monetaria para mantener el dinero en circulación.

Lo segundo —el cambio climático— está propiciando mayor gasto público en la transición energética del petróleo hacia las energías renovables.

Ambos factores estarían estremeciendo los fundamentos económicos de la estabilidad global, causando “caos financiero, bancos centrales rotos y gasto público fuera de control” de acuerdo a la publicación.

Las señales de cambio no se pueden ignorar: $40 trillones en pérdidas registradas en los principales mercados del mundo y una caída de un cuarto del valor de las acciones a nivel global, lo cual ha impactado fuertemente a los fondos de pensiones.

Sobre todo, niveles de inflación no vistos en 40 años, provocados, según la revista británica, por “estímulos y rescates gubernamentales salvajes, patrones de consumo temporalmente alterados y enredos logísticos causados por el confinamiento social”.

The Economist agrega también: “hay un sentimiento incómodo de que el orden mundial se está volteando con la globalización en retirada y el sistema energético mundial fracturado luego de la invasión rusa de Ucrania” la cual le ha costado ya $2.8 trillones a la economía global según cálculos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.

Esto último ha creado un “apretón energético” ya que Rusia, uno de los principales exportadores de petróleo en el mundo, a la par de Arabia Saudita, se ha desconectado de la oferta global. Además, los países europeos tendrán que aumentar sus inversiones para protegerse de Rusia de la misma forma que Japón tendrá que hacerlo para protegerse de posibles amenazas de la República Popular de China y Corea del Norte.

Con todos estos elementos en juego, ¿qué podría pasar?

Posibles escenarios

The Economist enumera las alternativas: primero, “una explosión financiera”, posibilidad que es contenida por una mayor robustez de los balances de los bancos a nivel global después de la anterior explosión a finales de la primera década del siglo, pero que, a la vez, es impulsada por nuevos desarrollos en tecnología bancaria que permiten una mayor exposición del público al riesgo.

Segundo sería “si los mercados paran de operar de forma regular, impidiendo el flujo del crédito”. Esta posibilidad está limitada por intervenciones adicionales de los bancos centrales, por ejemplo, la reciente decisión del Banco de Inglaterra de reabrir su programa de compra de bonos para mantener los mercados en operación y la libra por encima del dólar, contradiciendo, en parte, su aumento a las tasas de interés; ampliando y restringiendo a la vez su política monetaria.

En referencia a esto, Mervyn King, exgobernador del Banco de Inglaterra durante la última crisis financiera, explicó el contexto de la decisión contradictoria en una reciente entrevista en SkyNews: “desde la década de 1979 a inicios de la de 1990, la inflación siempre estuvo presente […] y seguramente cuando la inflación sobrepasó el 25% en la década de 1970, esto es algo que realmente empezó a destruir la forma en la que toda la economía operaba”.

Al final, tuvimos que tener una recesión profunda en la década de 1990 para suprimir la inflación,” dice King. Es esta posibilidad de una recesión la que está causando que el Banco de Inglaterra tenga dudas sobre si proceder con un aumento robusto de las tasas de interés, situación similar a la que están viviendo otros bancos centrales.

Por ejemplo, aquel de Estados Unidos, cuya Reserva Federal, dice King, “imprimió dinero a una tasa que era más rápida que en cualquier punto desde la Segunda Guerra Mundial […] en 2020 y 2021 su base monetaria […] estaba creciendo a 25% anualmente. No tienes que creer en un vínculo mecánico entre eso e inflación, pero te deberías estar preguntando, ‘¿qué pensamos que está sucediendo aquí?’, ‘si seguimos imprimiendo dinero a esta tasa, ¿qué sucederá?’ Y la respuesta es obvia, tendrás inflación”.

¿Por qué?

Responde King: “Porque la pandemia no fue como los otros ciclos de negocios que hemos visto en el pasado donde la gente pierde confianza, para de invertir y gastar, y luego cortas los intereses para estimular la demanda y regresar a donde estaba la economía. Esa no era la posición en la pandemia. Los gobiernos y los hogares básicamente decidieron que iban a parar de funcionar por un tiempo y una vez la oferta cae, lo peor que puedes hacer en ese momento es incrementar la demanda, porque hay una falta de balance entre las dos, y si estimulas la demanda a la vez que la productividad cae, el resultado será claramente inflación”.

La proliferación de señales cruzadas, como las del Banco de Inglaterra, hace dudar a los inversionistas —allí la incertidumbre de nuevo— sobre si los bancos centrales podrán cumplir, en esta ocasión, con su mandato de mantener una inflación cercana al 2% a largo plazo, sin estancarse en un rango entre 5% y 10%.

¿Qué podría evitar que los bancos centrales cumplan?

Consecuencias de una subida

Primero, el costo político de subir las tasas de interés, acción que aumenta la probabilidad de una recesión global, amenazando el mercado laboral internacional y un contagio de desestabilización social a gran escala.

De hecho, el Fondo Monetario Internacional (FMI) indicó al cierre de la semana pasada que ya está reduciendo nuevamente su predicción de crecimiento para la economía mundial para el próximo año, ya que, según dijo la directora del FMI, Kristalina Georgieva: “probablemente las cosas empeorarán antes de mejorar”, tildado el momento presente como un “periodo de fragilidad histórica”.

Además, la amenaza al mercado laboral quizás ya se estaría percibiendo, con economistas interpretando la reciente ralentización en la tasa de creación de nuevos empleos en los Estados Unidos como una secuela de la decisión de la Reserva Federal de subir sus tasas —la entidad que más agresivamente lo ha hecho en el mundo.

Y segundo, los bancos centrales están comenzando a ser tentados por la posibilidad de canjear el objetivo clásico de 2% de inflación por uno de 4%, una meta mucho más factible, que quizás generaría beneficios para la administración pública. Explica The Economist: “Este valiente nuevo mundo de mayor gasto gubernamental y una mayor inflación tendría sus ventajas. A corto plazo, significa una recesión mucho menos severa, o ninguna. Y en el largo plazo, significa que los bancos centrales tendrían más espacio para cortar las tasas de interés ante un rezago económico, reduciendo la necesidad de comprar bonos y rescatar empresas, lo cual distorsiona aún más la economía”.

Es decir, la subida actual de las tasas de interés beneficiaría a los bancos centrales, los cuales estaban próximos a agotar todo su arsenal de poder de estímulo, llegando incluso a discutir la oferta de tasas negativas, castigando a los bancos distribuidores de capital por tener depósitos y pagando interés a los prestatarios.

Contra esta posibilidad de una nueva tasa objetivo, hay múltiples fuerzas. Por ejemplo, si los bancos centrales fueran a conformarse con un 4% de inflación en promedio, escucharían la voz de millones de inversionistas institucionales con contratos de interés variable.

Además, los bancos centrales estarían abriendo la puerta para que “políticos populistas hagan promesas imprudentes de gasto o las inversiones en energía e industria se ejecutan de manera deficiente y se transformen en proyectos de vanidad”, según The Economist.

El que madruga

Una posible solución a todo el enredo sería actuar temprano. Según King, “la gran lección de la década de 1970 fue que los dos bancos centrales que más estuvieron determinados en contener la inflación en esa década y tomaron acciones fuertes para hacerlo fueron el Bundesbank en Alemania y el Banco Nacional Suizo. No sólo fueron más exitosos en contener sus tasas de inflación, sino que tuvieron las más pequeñas recesiones. Al atacar la inflación temprano, previnieron la necesidad de continuar subiendo las tasas de interés para crear una recesión más profunda y así detener una espiral entre precios y salarios”.

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