La 'improductividad' latinoamericana
Ciudad de Panamá, Panamá/En días recientes, la reconocida publicación británica The Economist causó un shock internacional, luego de tildar a América Latina, en su columna sobre asuntos americanos, como una “tierra de trabajadores inútiles”.
El rechazo a tal epíteto fue tal que el semanario británico tuvo que enmendar la frase —a la más potable “tierra de trabajadores frustrados”— emitiendo incluso una nota editorial excusando su lenguaje previo —más no disculpándose.
¿De qué iba la nota? Y, ¿Cuáles fueron las críticas que recibió? Veamos.
La decepción con América Latina
La nota de The Economist, publicada sin atribución como es su estilo, cuestiona la falta de rentabilidad histórica de la región.
Desde la década de 1980 —cuando 16 gobiernos de la región cayeron en impago de su deuda— Latinoamérica ha estado quedándose rezagada respecto al promedio global, luego de prometer una explosión de desarrollo después de la Segunda Guerra Mundial.
Las décadas posteriores a 1980 fueron más difíciles. Primero, por la trampa del ingreso medio —la dificultad inherente en volverse una región de alto desarrollo tecnológico.
Y segundo, por la maldición de los recursos naturales: cuando países beneficiados por una alta exportación de recursos —como el petróleo— olvidan invertir en el desarrollo de sus industrias manufactureras. Esto, en parte, los expone demasiado a la volatilidad del precio internacional de tales recursos.
El gráfico utilizado por The Economist en su nota muestra tan solo dos líneas: una, azul oscura, representa el producto interno bruto (PIB) por persona de América Latina. La otra, celeste, representa el PIB por persona de Asia Oriental y el Pacífico.
Entre 1960 y 1980, ambas líneas muestran una notable tendencia positiva. En este periodo, el PIB por persona de Asia Oriental pasó de por debajo de los $2 mil a por encima de los $3 mil. El de América Latina, más alto, pasó de $3 mil a romper la barrera de los $6 mil.
Aquí, según The Economist, es que comienza la supuesta decepción latinoamericana.
Mientras que el PIB por persona de Asia Oriental continuó creciendo hasta cerca de los $6 mil para el cambio de siglo, aquel de América Latina se estancó, quedando por debajo de los $9 mil.
Ya para el año 2010, el PIB por persona de Asia Oriental superó al de América Latina. Y para el 2020, el PIB por persona de Asia Oriental rondaba los $12 mil, mientras que el latinoamericano aún no supera los $9 mil.
Además, dice The Economist, desde el 2010, América Latina se ha tornado en la región que más lento crece, con predicciones de quedarse allí al menos hasta 2030.
La pandemia no ayudó para nada. La región latinoamericana contabilizó la mayor cantidad de muertes por encima de las esperadas, mermando así cualquier posibilidad de aceleración económica.
¿A qué atribuye la publicación este rezago?
Pues no es la cantidad de mano de obra, según ellos.
No solo es América Latina parte de las regiones que más han crecido en términos de población en las últimas décadas, sino que dos de los países con mayor crecimiento en el mundo están aquí: Brasil y México. En los últimos 30 años, de acuerdo a la revista, la fuerza laboral en la región se ha más que duplicado y llegará a su máximo esperado en 2030.
Para referencia, bajo los mismos parámetros, la República Popular de China llegó a su máximo del tamaño de la fuerza laboral en 2011, luego de hacer tropezar su crecimiento poblacional con su hoy eliminada política de un solo hijo.
Entonces, si no es cantidad de la fuerza laboral, ¿de dónde proviene la merma productiva?
Cantidad y calidad
Aquí es donde la revista invitó la crítica abierta: si no es en la cantidad de la mano de obra, la respuesta debe estar en la calidad.
Como evidencia, The Economist ofrece dos principales datos.
Primero, los números del Banco Mundial, bajo los cuales América Latina es la segunda región menos productiva del mundo, después de Medio Oriente.
Y después, la historia del crecimiento de México, uno de los pocos países de América Latina cuya economía es estudiada bajo la rigurosidad de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), siendo el primer país de la región en unirse a tal grupo en 1994. Le siguió Chile en 2010, Colombia en 2020 y Costa Rica en 2021 —el primero de América Central.
Como México es el país menos productivo de la OCDE, no es tan descabellado saltar a la conclusión de que la región latinoamericana es la menos productiva del mundo —siendo aquí la productividad una referencia para la calidad de la mano de obra.
Causas y efectos
¿Qué configura la baja productividad de la mano de obra en América Latina, según The Economist?
Una posible causa, de acuerdo a la propia revista, sería una inversión débil, definida como el flujo reducido de dineros hacia nuevas tecnologías, obras de infraestructura y educación. Mientras que el nivel de inversión promedio de los mercados emergentes es de 25% del PIB, en América Latina el promedio es de 20%.
Segundo, The Economist también cita al Fondo Monetario Internacional diciendo que el problema de base es el bajo nivel de ahorros domésticos. Los ahorros a nivel doméstico financian la inversión dentro del país. Como los salarios regionales son bajos, los ahorros son pocos y la inversión doméstica es chica. Todo esto aporta a un bajo nivel de crecimiento económico.
Tercero, sería el factor educativo. Antes de la pandemia del covid-19, cuenta The Economist, los jóvenes de 15 años de edad de América Latina tenían un retraso de tres años, en promedio, en comparación a sus pares de la OCDE en habilidades de matemática, lectura y comprensión.
La brecha se nota de otras formas. Según la OCDE, menos de la mitad de los latinoamericanos tienen la capacidad de efectuar tareas básicas en una computadora.
Y la pandemia sólo empeoró el asunto. La región latinoamericana mantuvo a sus estudiantes fuera de las escuelas un promedio de 158 días, mientras que el promedio global fue de 95 días. En Panamá, fueron 211 días.
Cuarto, sería la composición económica. En la región, prolifera el oligopolio. En Chile, por ejemplo, 50 empresas representan 70% del PIB. Y los “sobre-costos” latinoamericanos son famosos, tolerados por gobiernos complacientes.
Tal calcificación del tejido empresarial “quita la presión de innovar, permitiendo que viejas firmas improductivas sobrevivan” sentencia espencerianamente The Economist. (Valdría agregar que Herbert Spencer fue sub-editor de la revista entre 1848 y 1853).
Quinto: la informalidad. Según la publicación británica, en Brasil y en el Perú, la mitad de los trabajadores laboran en el sector informal. En Panamá, la tendencia es hacia allá. En Bolivia, es el 82%.
“Debido a la informalidad, las empresas no pueden escalar, lo cual, de hecho, reduciría sus costos”, apunta la revista. “Por lo tanto, es difícil crear nuevos créditos, por lo que menos firmas reciben financiamiento”.
Y último, pero no menos importante: la corrupción, la cual, según The Economist, reduce el costo de la informalidad y permite la operación de mercados sub-eficientes.
El diagnóstico
Soltar el nudo gordiano es complejo. “Atender la mayoría de estos problemas es imposible para los políticos. Alrededor de 300 millones de personas a lo largo del continente han llegado a depender en subsidios sociales para sus ingresos, salud o la educación de sus hijos. El riesgo de perder sus votos evita cambios drásticos en las estructuras de políticas públicas. Mientras tanto, atacar a cualquier oligopolio pondría en riesgo el financiamiento de las campañas. Y cualquier industria más competitiva tan solo apretaría las ganancias. El progreso educativo probablemente será lento, no menos porque la región tiene sindicatos educativos fuertísimos”.
“América Latina necesita repensar su política económica. A la par que Estados Unidos desvincula cada vez más industrias y tecnologías de China, [América Latina] corre el riesgo de quedar desconectada también” en el caso de que la región “no pueda encontrar trabajadores y firmas innovadoras”.
Las réplicas
Siendo los latinoamericanos como son, no debió sorprender que la nota de The Economist recibiera una fuerte respuesta. Para citar una, un profesor entrevistado por NBC News llamó a la nota “racista, incendiaria e insultante”.
Pero una de las réplicas más interesantes fue provista por el grupo Latinometrics, que, a través de sus redes sociales, respondió buscando re-imaginar el diferencial de productividad de la mano de obra en América Latina como un vasto espacio de potencial laboral y, por lo tanto, creación de valor.
Como evidencia, ofreció cifras relativas al desarrollo de la educación en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés), con países como Chile, Colombia, El Salvador y México superando a Estados Unidos, y Perú aproximándose a Corea del Sur.
Esto en comparación a otros países donde incluso trabajadores altamente capacitados no reciben compensaciones similares a aquellas en Occidente, particularmente en Asia.
Un debate constante
Temas ausentes en esta iteración del debate de por qué América Latina es como es, y que mencionamos aquí sólo para redondear la nota, fueron: el proceso de colonización de América Latina y el desplazamiento forzoso de riquezas de la región a varios de los países hoy de la OCDE, la inestabilidad política regional posterior a la Segunda Guerra Mundial causada por la intervención activa de los Estados Unidos, la controvertida falta de una ética protestante del trabajo según las teorías del sociólogo aleman Max Weber y los posibles efectos económicos y sociales de la fallida integración latinoamericana durante el siglo 19, en comparación con aquella exitosa de los Estados Unidos, entre otros.
Otros temas ausentes, más novedosos, que también deberían ser tomados en cuenta, son: el costo de la productividad —como definida actualmente— sobre la naturaleza, la riqueza latinoamericana cuando analizada desde un punto de vista ecológico y los valores no económicos por los que América Latina se distingue, siendo uno de los más estudiados, la fortaleza y unidad familiar.