La impactante historia de los primeros chinos en Panamá durante la construcción del ferrocarril

Historia en Panamá

Postal de tienda china en Gorgona, Zona del Canal, Panama.
Postal de tienda china en Gorgona, Zona del Canal, Panama. / Cedida por Berta Alicia Chen

Panamá/La historia de los primeros chinos en el istmo panameño es tal vez una de las más dramáticas del desarrollo de la ruta interoceánica. En este caso muchos terminaron suicidándose para escapar de las pésimas condiciones de trabajo, de la violencia, de los malos tratos y de la soledad que sufrían.

El trágico capítulo de los chinos provocó que la Compañía del Ferrocarril reubicara en otros países a los que sobrevivieron a la “epidemia de suicidios” y desistiera de la contratación de su mano de obra, disminuyendo significativamente su presencia en el istmo en esta época.

La primera oleada de migración china en Panamá se da en siglo XIX, específicamente durante la construcción del ferrocarril, apunta Ramón Mon en su libro "Sueños y realidades de los hijos del dragón".

Algunos eran traídos mediante un contrato de trabajo, pero otros eran prácticamente secuestrados e inclusive algunos chinos —en combinación con extranjeros— se dedicaban al contrabando de sus ciudadanos. Se les engañaba o se les obligaba. Era la fragilidad ante la violencia la que hizo que The London News, en 1850, señalara que estos barcos que traían chinos se les conociera con el nombre de “infiernos flotantes”, señala el autor.

La noticia de que se había encontrado oro en California también llegó a China por lo que miles de ciudadanos buscaron la forma de embarcarse para llegar a la “montaña dorada” y con ese sueño fue que algunos terminaron en Panamá, el paso más rápido y seguro para llegar a la costa oeste de Estados Unidos.

Sin embargo, se trataba de un engaño en el que la mayoría era embaucada con promesas de buenos salarios, viviendas y la posibilidad de regresar a sus hogares una vez finalizado el contrato. Llegaron en los llamados “barcos chineros” en condiciones infrahumanas.

Aunque llegaron como hombres libres con contratos, en realidad, laboraron bajo condiciones similares a los esclavos. Les habían dicho que los llevarían al continente americano a buscar oro durante dos o tres años y que con el dinero que les pagarían, podrían ayudar a sus familias”, afirma Berta Alicia Chen investigadora y autora de varios libros sobre el tema.

Chinos del siglo XIX jugando damas
Chinos del siglo XIX jugando damas / anónimo

Escasez de opio y suicidios en masa

Los chinos fueron ubicados en el poblado de Matachin, cerca de los ríos Chagres y Obispo. Apenas llegaron, 32 enfermaron y murieron, mientras que en una semana 80 sufrían de disentería, malaria, fiebre amarilla y desnutrición.

En el contrato de trabajo se estipulaba que se les debía proporcionar raciones de té, tallos nacidos de bambú, arroz de montaña, ostras secas, jibia (sepia), repollo salado, fideos, opio y templos para sus oraciones.

La droga era almacenada junto con su comida en el comisariato de la compañía. Los sacerdotes chinos, quienes habían acompañado a los culíes en el viaje, eran los responsables de preparar las pipas para fumar opio. Dos veces al día, un cocinero chino les llevaba té y después de beber una pequeña taza continuaban con sus labores”.

Sin embargo, aunque los chinos eran trabajadores tranquilos pronto empezaron a tener problemas sobre todo con los irlandeses quienes se consideraban “superiores” y desaprobaban el consumo de opio. Uno de sus líderes escribió una carta a un sacerdote católico de Nueva York acusando a la compañía de tráfico de drogas que terminó publicada en el New York Herald.  

El escándalo llevó a los accionistas a descubrir que el opio costaba a la empresa 150 dólares diarios, por lo que ordenaron la suspensión inmediata del suministro argumentando que la compañía estaba registrada en Nueva York y ahí el expendio de opio estaba prohibido.

Anuncio publicardo en el Daily Star and Herald el 1 de febrero de 1892.
Anuncio publicardo en el Daily Star and Herald el 1 de febrero de 1892. / En el libro La comunidad China en Panamá, 1890-1930 de Mario Lewis Morgan

En unas cuantas semanas el opio almacenado se agotó y los pedidos habían sido suspendido. Ahí empezaron los suicidios en masa.

Berta Alicia Chen en su libro Cómo, cuándo y por qué llegaron los chinos a Panamá lo describe de la siguiente manera:

El primer día, el capataz Sean Donlan contó 125 obreros chinos que estaban colgados de sogas, de bejucos gruesos o de sus propias coletas. Los siguientes días, alrededor de 300 yacían muertos. Unos habían afilado pacientemente delgados palos, los cuales convirtieron en estacas que usaron para atravesar sus gargantas. Otros se dirigieron al mar donde se sentaron en la arena silenciosa y, sin moverse, esperaron a que la marea subiera, los cubriera y los arrastrara a las profundidades de la eternidad para morir ahogados. Unos cuantos se habían cortado las venas y contemplaron como la sangre brotaba de sus muñecas y manchaba de rojo sus manos que minutos antes habían sostenido el pico y la pala. Otros habían colocado sus propios machetes al frente y sin pensarlo mucho se tiraron sobre las afiladas puntas. Algunos habían negociado con los malayos, dándoles sus pocas posesiones para que los decapitaran o mataran a tiros y así su muerte fuese inmediata. Otros se habían amarrado grandes piedras alrededor del cuello, que sostuvieron fuertemente entre sus brazos mientras se lanzaban al río para terminar con su sufrimiento. Otros habían enrollado sus coletas alrededor de sus cuellos hasta asfixiarse. Unos cuantos se negaron a comer y beber y se dejaron morir por inanición”.

Por otra parte, los sobrevivientes de la epidemia de suicidios, enfermos en su mayoría deambularon hambrientos y medio desnudos por las calles. Los que fueron recluidos en los hospitales se negaron a someterse a los tratamientos y eventualmente también murieron.

La prensa de la época La Estrella de Panamá, Aspinwall Currier y el Weekly Star denunciaron la situación de los chinos, señalando que cada día era mayor el número de los que mendigaban por su sustento y responsabilizaban a la compañía de la situación advirtiendo que no se les debía permitir vagar por las calles “medio desnudos, hambrientos y cubiertos de llagas asquerosas, convirtiéndose en una carga para la caridad y la benevolencia de nuestros ciudadanos”.

Ante el clamor ciudadano la empresa decidió no seguir utilizando trabajadores chinos y empezó un proceso de reubicación en otros países para realizar labores agrícolas.

Según información oficial, se había contratado a 1,262 chinos para la construcción del ferrocarril en tres años, de los cuales 567 fallecieron por enfermedades y suicidios. Dada su débil y frágil condición por las enfermedades y la falta de alimentación, es posible que muchos fallecieron al poco tiempo de su llegada. Unos 30 se fueron a California, 207 fueron enviados a Jamaica, 77 a Costa Rica y el resto se quedó en Panamá.

Chino en el siglo XIX. Libro: "Los chinos de Panamá: los inicios" por Berta Alicia Chen
Chino en el siglo XIX. Libro: "Los chinos de Panamá: los inicios" por Berta Alicia Chen / Anónimo

¿Por qué se trajeron a los chinos?

Tras un año de haberse iniciado los trabajos para la construcción del ferrocarril, estamos hablando de 1851, el principal problema era la falta de mano de obra. A medida que avanzaban las obras, constantemente era necesario reemplazar a los trabajadores que morían principalmente a causa de la malaria, la fiebre amarilla, la disentería y el cólera. Otros, desertaban al no aguantar las durísimas condiciones del trabajo.

Ante este panorama la compañía decide reclutar obreros de otros países. Fue así como llegaron irlandeses, hindúes, chinos, ingleses, franceses, alemanes, jamaiquinos, martiniqueses y malayos.

De acuerdo con lo que cuenta Berta Alicia Chen en sus libros, los primeros grupos organizados de chinos que llegaron a Panamá lo hicieron en 1852 y vinieron contratados bajo un esquema conocido como “enganche” y como parte de una actividad tipificada como “tráfico de culíes”.

El enganche establecía que los culíes debían ser devueltos a China al terminar el periodo de trabajo pactado en el contrato, pero esto por supuesto no se cumplió en la mayoría de los casos.

“Culíes” era el término peyorativo para referirse a los trabajadores “no calificados” de India, China, Japón, Corea, Polinesia y África que eran contratados con gastos de traslado para suplir mano de obra.

En la década de 1850 el precio de los culíes chinos para Panamá era de 500 pesos. Después de deducir las comisiones, el transporte, la ropa y la comida equivalentes a una suma entre 100 y 150 pesos, los traficantes se quedaban con una ganancia de entre 350 a 400 pesos. El salario mensual de un trabajador chino era de cuatro pesos, lo que hacía del negocio de importación de culíes muy rentable”, señala la autora.

 

Contadores chinos. (1892), Adolph Wittemann (New York) & Jos. Hofmann (San Francisco)
Contadores chinos. (1892), Adolph Wittemann (New York) & Jos. Hofmann (San Francisco) / Cortesía Berta Alicia Chen

Llegan los chinos a Panamá

La llegada de los chinos a Panamá despertó mucha curiosidad, eran “una leyenda”. Pocos panameños habían tenido la oportunidad de verlos por lo que, ante el anuncio de la llegada de cientos en un tercer grupo en 1854, muchas personas acudieron a Playa Prieta —que en ese entonces ubicaba el puerto de entrada a la ciudad, ahora cerca del mercado de mariscos—, para presenciar su llegada.

Chen lo describe, “los culíes chinos desfilaron uno tras otro en una silenciosa procesión ‘fantasmagórica’ que atrajo la atención de muchas personas. Con sus cabellos trenzados en una coleta, cubiertos con sombreros cónicos de ratán y bambú, los culíes vestían pantalones azules y caminaban en silencio con la cabeza inclinada y con sus delicadas manos dentro de sus ondulantes mangas”.

Las investigaciones arrojan que en “las tres primeras naves (1852, 1853 y 1854) llegaron 1262 chinos a Panamá, de acuerdo con el informe del ingeniero George Totten, fechado en noviembre de 1853, se habían hecho arreglos para la llegada de 1700 chinos en marzo de 1854, llegaron 700 así que es posible que en la fragata hubieran arribado parte de los chinos que todavía faltaban por llegar y el resto no llegó debido a que la compañía del ferrocarril suspendió los siguiente embarques”.

Almacen Kon Tai en Bocas del Toro
Almacen Kon Tai en Bocas del Toro / Cortesía Berta Alicia Chen

Hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX la mano de obra china fue nuevamente requerida para los trabajos de construcción del canal primero por los franceses y posteriormente por nos estadounidenses y así empieza otro capítulo de la historia de los chinos en Panamá.

Berta Alicia Chen ha retratado de manera muy detallada en la colección Panamá-China, que consta de cinco libros, la relación histórica de los dos países.

Ha investigado por tres décadas cómo personas como su bisabuelo Chen Kung Chong llegaron a Panamá para echar raíces. Y en sus libros ha plasmado las muchas contribuciones de la migración china a la cultura panameña, integrándose de manera muy importante a los rasgos de identidad que nos identifican como nación.

Es recomendable para ahondar en el tema. la lectura de los libros: Presencia china en las construcciones del ferrocarril y del Canal de Panamá (1852-1914), Cómo, cuándo y por qué llegaron los chinos a Panamá y Los chinos de Panamá: los inicios, que relatan de manera muy detallada ese primer encuentro que en la mayoría de los casos no fue feliz y la crónica de la presencia china en la construcción de la vía interoceánica.

Postal de plantación china en la Zona del Canal (1915)
Postal de plantación china en la Zona del Canal (1915) / Cortesía Berta Alicia Chen

 

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