Las historias de angustia y valor que dejó el paso de Eta en Chiriquí

Este contenido forma parte del especial, "Eta, Testimonios de una tragedia"

Imagen de la devastación que dejó Eta en la comunidad de Bambito en la provincia de Chiriquí.
Imagen de la devastación que dejó Eta en la comunidad de Bambito en la provincia de Chiriquí. / AFP
Urania Cecilia Molina - Corresponsal Digital
14 de noviembre 2020 - 20:56

Ciudad de Chiriquí/El día que la muerte se disfrazó de lluvia para visitar la provincia de Chiriquí y la comarca Ngäbe Buglé desbordó ríos, arrastró cerros, desprendió árboles, destruyó casas y sepultó bajo los escombros a personas y animales. Una semana después, las heridas abiertas por la naturaleza siguen intactas. Un cielo nublado oprime el corazón de los grandes y las gotas de lluvias aterrorizan a los chicos.

La punzada más fuerte la sintieron los moradores del distrito de Tierras Altas y la comarca Ngäbe Buglé con un saldo de 19 personas muertas y 12 no localizados, pero no son los únicos, en el distrito de Barú todavía hay niños, mujeres embarazadas y adultos mayores durmiendo sobre el “suelo duro y frío”.

Desolación y llanto

Los cuatro hijos de Eira Santos, una de las familias damnificadas del corregimiento Río Sereno del distrito de Renacimiento tiemblan y arrancan en llanto cuando escuchan las gotas de lluvia golpear sobre el techo del albergue que los cobija desde el pasado 4 de noviembre cuando los sacaron de su vivienda para alejarlos del peligro que los acechaba por el desbordamiento del río del mismo nombre.

Aunque están alojados en la Escuela Bilingüe de Río Sereno, un lugar seguro y alejado de las áreas de riesgo, a los chicos no los abandona el pensamiento de morir ahogados bajo la corriente de un río “regularmente inofensivo”.

Viviendas quedaron llenas de lodo y basura tras el paso de la fuerte crecida de el río Sereno.
Viviendas quedaron llenas de lodo y basura tras el paso de la fuerte crecida de el río Sereno. / Cortesía.

Mis hijos están traumados, la más chica no deja de llorar”, comenta Santos, quien por primera vez enfrenta la furia de la naturaleza en los 20 años que tiene de residir en El Pantanal

Santos recuerda que cuando llegaron a rescatarla a las 5:30 de la tarde, el agua anegaba el terreno donde se encuentra su casa de madera. ¿La inundó?. ¿Perdió todo?. Lo desconoce, porque todavía no regresa para ver si quedó algo de lo que con su esfuerzo construyó.

El suplicio de esta mujer, de 35 años de edad, comenzó a las 8­:30 de la mañana cuando a su casa llegaron los rumores sobre el desbordamiento del río Sereno. Santos dejó el desayuno de sus muchachos a medio hacer y se dirigió a la casa de su mamá para ver cómo se encontraba. Al llegar no solo confirmó los rumores, sino que vio como el agua estaba cerca de ingresar a la vivienda.

Sin detenerse a pensarlo la sacó del lugar y la llevó a su casa donde pensaba estarían seguras, pero a las 2:30 de la tarde el agua comenzó a acercarse lentamente, igual que lo hace la marea cuando llena. Sus hijos de 15, 13, 9 y 4 años de edad estaban paralizados. Nunca habían vivido nada similar.

Lavadoras y refrigerados fueron arrastradas por la fuerte crecida del río.
Lavadoras y refrigerados fueron arrastradas por la fuerte crecida del río. / Cortesía.

Mientras el miedo perturba la infancia de los hijos de Eira Santos, un sentimiento de tristeza invade a otro lugareño de Río Sereno, el productor Mauricio Fuentes, a quien un deslave en su finca mató a 12 cerdos y le destruyó 500 plantones de plátano.

La tristeza de Fuentes, la cual comparte con su esposa y dos hijos, se debe al “dolor” que le provocó ver destruido en segundos parte del fruto de su trabajo, porque las lluvias que cayeron sin cesar durante cuatro días saturaron la tierra de su finca y parte de esta que se desplomó sobre los animales y le cerró un camino interno.

No obstante, a pesar del sentimiento de nostalgia que lo invade, agradece que su familia está bien. “Otros perdieron todo. A mí solo me toca seguir”, indica.

De pérdidas como las que sufrió Fuentes es testigo Yanoris Rodríguez, de 50 años de edad, quien ayudó a sacar a las personas de sus casas en el pueblo de Bambito en el distrito de Tierras Altas antes de que el agua las inundara y los deslaves destruyeran los muros de las cercas, habitaciones y lavanderías.

Rodríguez cuenta que en la casa de su madre albergan a 14 personas y uno de sus familiares quedó afectado por un deslave de tierra. Se trata de su sobrina que perdió la lavandería de su casa y el cuarto de su hija.

En esta comunidad vivían seis de las 20 víctimas fatales que hasta ahora deja la cola del huracán ETA a su paso por Panamá, "pero ninguna en el pueblo, porque actuamos a tiempo", indicó Rodríguez.

Al igual que Eira Santos, la mujer que permanece con sus hijos en uno de los albergues habilitados en Río Sereno, las familias alojadas en la casa de la madre de Rodríguez todavía no regresan a sus viviendas, porque no estaban autorizados y tampoco cuentan con los servicios de agua y energía eléctrica.

Mientras las labores para ubicar a los desaparecidos continúan, el productor de la región de Caizán, distrito de Renacimiento, Martín Ríos asegura que la cifra de muertos podría superar las 35.

Ríos basa esta afirmación en que existen productores que desconocen dónde se encuentran algunos de sus trabajadores. “Todavía son rumores, pero cuando todo pase y se vuelva a la normalidad se va a tener que contar”. señala.

Añade que todas las veces que se dan alertas sobre tormentas y huracanes se prevé un aumento de lluvia en la región, pero no esperaban lo que ocurrió en lugares como Río Sereno, Santa Clara, Tierras Altas y Cañas Gordas, por mencionar algunos lugares afectados por las inundaciones y los derrumbes.

Las autoridades también informan que hay unos 25 deslizamientos, pero para Ríos, quien recorre los puntos afectados en Renacimiento, pueden ser muchos más, dado que algunos de estos derrumbes ocurrieron en el interior de las fincas, cerraron caminos y destruyeron cultivos.

El río arrastró todo a su paso.
El río arrastró todo a su paso. / Cortesía.

Mientras en el corregimiento Soloy, del distrito de Besikó de la comarca Ngäbe Buglé, la alcaldesa Felipa Gallego explica que todos los días recorren la comunidad en busca de nuevos damnificados.

En ese lugar el Sistema Nacional de Protección Civil mantiene las labores de rescate y búsqueda de desaparecidos.

La fuerza de un viejo

El río Chiriquí Viejo no tuvo la misma paciencia que el río Sereno al momento de entrar con su ola de destrucción a las viviendas de las familias de nueve de las 13 comunidades que conforman el corregimiento Baco del distrito de Barú.

Así lo cuenta Paola Acosta, una chica de 22 años de edad, miembro de una de las familias damnificadas de la comunidad San Valentín – Tanque de Agua, quien a pesar de las circunstancias montó un comedor en su casa para brindar comida caliente tres veces al día a personas que se quedaron sin posibilidad de prepararlas, porque perdieron sus estufas y víveres.

Acosta relata que a las 7:20 de la noche salió de su casa para ayudar a unos vecinos que viven cerca de un canal de agua. A esa hora ya había afectaciones en la comunidad, porque una calle estaba cerrada y los vehículos de instituciones como el Sinaproc no podían pasar.

Agrega que cuando venía de regreso escuchó un “ruido feo”, semejante a un zumbido intenso, que un segundo después, descubrió que provenía de la velocidad que llevaba la corriente del río Viejo al entrar a la comunidad e inundar las casas. Incluso la de ella, algo que nunca antes había pasado.

En cuestión de segundo hubo casas que quedaron anegadas hasta las vigas. Algunos de sus propietarios se negaron a abandonarlas y se quedaron sobre el techo cuidando las pertenencias que lograron salvar, recuerda la joven.

Acosta cuenta que a su casa llegaron por la parte de atrás tres familias con niños en edades de 3 a 5 años, mojados, llorando y amarrados de una cuerda para evitar que la fuerza de la corriente los desprendiera de los brazos de sus padres. Para su mala fortuna encontraron que el agua les llegaba hasta el pecho. Todos salieron en busca de un punto más alto.

La adversidad convertida en agua llegó el 4 de noviembre para moradores del corregimiento Baco, quienes a pesar de la solidaridad de particulares, fundaciones y empresas que durante estos días les tendieron la mano, todavía no logran superarla.

Miles de personas han sido llevados a albergues. La solidaridad ha sido clave para apoyar a las familias afectadas.
Miles de personas han sido llevados a albergues. La solidaridad ha sido clave para apoyar a las familias afectadas. / Cortesía.
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