La historia poco conocida del ‘hombre-barco’ que cruzó el Canal
Historia en Panamá
El martes 14 de agosto de 1928 un nutrido grupo de personas se reunieron en los alrededores del Stranger´s Club en Colón para presenciar el disparo de partida de una de las hazañas más extravagantes de la historia del Canal de Panamá. Un hombre cruzaría de océano a océano la vía interoceánica, pero nadando.
Este intrépido personaje era Richard Halliburton y tenía 28 años. Fernando Iwasaki lo describe en un artículo de El País de 2017 así: “fue un rico y caprichoso explorador norteamericano cuyas aventuras fascinaron a ilustres contemporáneos como Hemingway y Scott Fitzgerald. La aureola romántica de Halliburton no se apagó ni siquiera después de su muerte, pues desapareció en el Pacífico mientras navegaba en un junco chino y su épica de niño rico malogrado conmovió a Susan Sontag, Paul Theroux...”.
Esa “aureóla romática” que menciona Iwasaki había sido construida por su naturaleza inquieta, que le llevó a recorrer varios continentes donde destacaba por sus hazañas, cada una de las cuales más audaces.
Sus andanzas se recogen detalladamente en varios libros publicados por él entre 1925 y 1935. Entre los más destacados: The Glorious Adventure de 1927, New Worlds to Conquer de 1928 y The Flying Carpet de 1932.
También publicó crónicas de viajes en varios diarios estadounidenses y en algunos llegó a tener colaboraciones importantes como en el Boston Globe.
En New Worlds to Conquer relata, según Iwasaki, “un viaje fastuoso que comenzó en México, siguió por Guatemala y continuó por Panamá —donde, como buen sportman, atravesó a nado el canal— hasta que recaló en Perú. Después de conocer Machu Picchu, Halliburton visitó la isla chilena de Juan Fernández en busca del rastro del náufrago escocés Alexander Selkirk, luego pasó a Buenos Aires y enderezó el rumbo a las cataratas del Iguazú, atravesó la selva amazónica hasta Río de Janeiro y ahí embarcó hacia el presidio de la Isla del Diablo en la Guyana francesa, porque había decidido vivir unos meses como Robinson Crusoe. El libro consiente una lectura intertextual, pues son reconocibles las citas de Prescott, Ricardo Palma, el Inca Garcilaso, Voltaire, Cunninghame Graham y Daniel Defoe, entre otros autores que salpimentan la lectura de sus capítulos. Es decir, que Richard Halliburton viajaba para contrastar lo que había descubierto en los libros”.
En este libro, del que me encontré un ejemplar en la biblioteca Presidente Roberto F. Chiari, Halliburton, dedica cuatro capítulos a su paso por Panamá. Ilustrado con fotografías, no solo se refiere con mucho detalle a la experiencia de cruzar a nado el Canal de Panamá, sino también a un corto recorrido por el Darién del que nos deja interesantes descripciones y agudas reflexiones.
Del Atlántico al Pacífico
En el mencionado libro, Halliburton relata en un tono muy novelesco todo lo relacionado a su aventura panameña. Empieza con su reunión con el gobernador de la zona del Canal L.M. Walker quien trata con todos los argumentos posibles —desde el ataque de animales peligrosos hasta enfermedades tropicales—, de disuadirlo de la temeraria hazaña. Sin embargo, ante la determinación del joven termina cediendo y le concede la autorización en los siguientes términos:
Mr. Richard Halliburton
Hotel Tivoli,
Ancón, Canal Zone
Señor: Con referencia a nuestra conversación personal en el día de hoy, le informo que no existe ninguna objeción por parte de las autoridades del Canal hacia su proyectado nado de Colón a Panamá.
Relacionado con este punto se le advierte que necesita una serie de vacunas antitifoidea. También se le informa que con frecuencia caimanes han sido vistos en el Corte Gaillard.
Igualmente, se le autoriza ser acompañado por un barco de remos con un tirador experto. También se le autoriza nadar a través de las esclusas.
Aclaramos que los gastos en que incurra la expedición serán cubiertos por usted y que el Canal de Panamá no será responsable de ningún daño y perjuicio que se le presente.
Atentamente,
M. L. Walker
Gobernador
El hombre-barco
Entre los acuerdos realizados por Halliburton con las autoridades del Canal estaba registrarse para cruzar como lo hacían los barcos, hacer los ascensos y descensos en las esclusas, y pagar de acuerdo con la tarifa por tonelaje.
Se registró como el SS Richard Halliburton, de Menphis, Tennessee. Con cinco pies de largo, 10 pulgadas de manga y un peso de 140 libras.
Halliburton describe una conversación con el sorprendido encargado de las esclusas de Gatún, quien al hacer los cálculos correspondientes aseguró que se trataba de “el barco más pequeño de la historia del Canal de Panamá”, y le cobró un peaje de $0.36 centavos. El peaje más barato pagado por cruzar la vía.
Este dato hizo que la prensa de la época y quienes contaban su aventura le apodaran “el hombre-barco”.
La logística fue compleja. Ante la amenaza que representaban los caimanes, las barracudas y los tiburones se le permitió que le acompañara en la travesía un bote de remos llamado Daisy manejado por Quentin, un negro de Jamaica con 10 años de servicio en el Canal y que conocía a la perfección el área.
También iba abordo el sargento Thomas Wright, experto tirador, quien armado con un rifle de gran precisión tenía la responsabilidad de cuidar al nadador ante el peligro del ataque de caimanes y barracudas.
Además, solo le era permitido nadar durante el día, por las noches debía retirarse a descansar en algunos de los hoteles cercanos o en alojamientos improvisados alrededor al área donde estaba nadando.
Perseguido constantemente por la prensa, tanto nacional como internacional, el Star & Herald del 15 de agosto registra en su primera plana el desempeño del nadador el 14, publicando que ese primer día no había alcanzado la meta. Entró al agua a las 2:45 de la tarde en el Stranger´s Club, nadó durante cuatro horas y se retiró a las 6:45 cuando ya casi anochecía. Aunque llegó cerca no alcanzó las esclusas de Gatún. Había declarado a los medios que haría el cruce en siete u ochos días.
Esa noche declaró en el Hotel Washington donde se hospedaba: “siento que concluiré el viaje tal y como lo he planeado. Esta tarde no tuve ningún problema y después de un buen descanso lo haré mejor mañana. Espero avanzar bastante en el lago Gatún”.
En el libro describe la sensación al estar en medio de las esclusas y como sentía muchas veces la fuerza de las corrientes al abrirse las compuertas. Narra su lucha contra el inclemente sol y lo que tenía que hacer para protegerse —en esa época no existía el bloqueador solar—, así como también las dificultades durante las torrenciales lluvias, el temor ante el ataque de caimanes, así como de insectos y otras alimañas.
También dedica varias líneas a relatar sus visitas a los barrios y campamentos de los trabajadores de la vía, y en un momento describe el almuerzo con 90 presos de la penitenciaría de la Zona, donde se detuvieron para pedir algo que comer.
El final fue cardiaco. Ya en Balboa fue sacado con violencia del agua por sus guardianes ante el peligro de varias barracudas, sin embargo, su compromiso era tal que regresó al agua después de un rato y nadó lo poco que le faltaba, haciéndolo despacio, a ras del agua y muy cerca del bote.
Fue recibido por miles de personas, con vítores y aplausos; y esa noche, según relata, celebraron en el Kelly´s Ritz, un club nocturno en la plaza 5 de Mayo “con toda la champaña de Panamá”.
Richard Halliburton cruzó del Atlántico al Pacífico en 10 días con un total de 50 horas dentro del agua.
Después de la hazaña de cruzar nadando el Canal de Panamá se dirigió a la provincia de Darién para explorar su territorio y luego partió para Perú donde lo esperaba Machu Picchu para continuar sus aventuras.
Richard Halliburton desapareció en marzo de 1939 mientras trataba de llegar desde Hong Kong en un “junco”, una especie de barco chino, llamado Sea Dragon a través del Pacífico hasta San Francisco.
Fue declarado muerto el 5 de octubre de 1939. Su tumba vacía está en el cementerio de Forest Hill en Memphis con el epitafio “Lost at sea” (perdido en el mar) y se cuenta que su fantasma ronda su última residencia la famosa Hangover House diseñada por el arquitecto William Alexander Levy en Laguna Beach, California.
Dicen que quería ser recordado como el hombre más viajado que jamás haya existido.
Otros intentos de cruzar a nado
El sueño de cruzar a nado el Canal de Panamá ha estado en la mente de los aventureros casi desde el inicio de su construcción.
Investigando para esta historia me tropecé con un escrito de Alonso Roy, titulado Nadadores en el Canal de Panamá que enumera los diferentes intentos de cruzar a nado la vía interoceánica. En total fueron 10.
De acuerdo con Roy, los primeros que se arriesgaron fueron el capital Allan Borran y Hellen My Golding, esta última la única mujer que lo ha realizado, a quienes se les dio un permiso especial el 12 de noviembre de 1913, aun no había sido terminado la vía por lo que no se incluyó el corte Culebra.
“El capitán Borran lo realizó el 22 de noviembre desde las esclusas de Gatún hasta unas 20 millas de distancia, de 5:20 am a 6:15 pm, reanudando su travesía dos días más tarde, a las 10:00 am para llegar a Balboa a las 2:30 pm. Treinta millas en total, cubiertas en 16 horas y 35 de minutos, con el período de descanso ya citado”, señala Roy.
A quienes el autor atribuye el primer cruce del Canal océano a océano, es a JR Bingaman y a James Wendell Green, este último mencionado por Halliburton en su libro.
Iniciaron su travesía el 22 de agosto de 1914, pero como eran empleados del Canal, solo se les permitió nadar los domingos, por lo que terminaron el trayecto de 45 millas el 18 de octubre. Lo hicieron en 26 horas y 34 minutos de tiempo en el agua.
Fueron acompañados por botes con alimentos, tomadores de tiempo y por oficiales. Se les autorizó para nadar en las esclusas, pero solo cuando no estuvieran funcionando, de manera que se vieron forzados a subir o bajar de ellas, por medio de las escaleras.
Después del éxito de Halliburton, en las décadas de 1950 y 1960 otro grupo de intrépidos aventureros completaron el cruce con diferentes modalidades.
Charles McGinn lo hizo en 1950, Robert F. Legge en 1958, George W. Harrison en 1959, Albert H. Oshiver en 1962.
El último fue en 1966. Mihir Sen tuvo que abandonar la prueba tras 15 horas debido a malestares físicos.
Desde entonces no se ha concedido autorización para realizar este tipo de hazaña nuevamente.