La poco conocida historia de Buenaventura Correoso: el caudillo del arrabal
Historia en Panamá
Ciudad de Panamá/“Gloria a Dios en las alturas y en el arrabal Ventura”, era el grito de guerra que lanzaban los arrabaleros de Santa Ana para celebrar a uno de sus caudillos más destacados y queridos: Buenaventura Correoso.
Se trata de una figura compleja en una época de la historia del Istmo muy convulsa en la que cuartelazos, revueltas, conspiraciones y golpes de estado, de los bandos conservadores y liberales estaban a la orden del día, trastocando a vida de los habitantes de Panamá y del interior.
¿Quién era Correoso?
Para el historiador Ernesto J. Castillero Reyes fue uno de los caudillos más inquietos del siglo XIX, mientras Jorge Conte Porras en su libro sobre Santa Ana lo describe como “la figura de mayor significación entre los que acaudillan a los más bajos estratos sociales, tanto en el arrabal, como en las zonas rurales del país”.
Aunque Conte Porras afirma que no le fue posible encontrar la partida de nacimiento, se dice que nació el 14 de julio de 1831. Al parecer tampoco hay datos sobre su madre, pero su padre fue el escribano público y prócer de 1821, José de los Santos Correoso.
Desde muy pequeño asiste en Santa Ana a la escuela de Miguel Morales, lo que despierta en él esa naturaleza de “servicio” que lo lleva a iniciar su carrera pública como “simple maestro de escuela primaria”.
A lo largo de su vida se desempeñó como juez, periodista, diputado provincial, magistrado, representante y senador, ministro plenipotenciario, hasta llegar a ocupar en tres ocasiones la presidencia del Estado de Panamá (1868, 1871 y 1878).
Su vinculación como juez del crimen, junto a su inseparable colaborador Juan Mendoza, en los importantes acontecimientos del “Incidente de la tajada de sandía” de 1856, le lleva a examinar los hechos tras una larga investigación y a recomendar el sobreseimiento de los inculpados.
Esto consolida su posición pública como señala Conte Porras al afirmar que, “es probable que su vinculación a este difícil acontecimiento [tajada de sandía], en el que jugó papel primario la gente del arrabal santanero, le permitiese a Correoso llegar a identificarse con las raíces de una causa que representan los marginados de la ciudad”.
El resentimiento de los de “adentro”
A medida que aumenta su popularidad, la prensa lo hacevíctima de frecuentes críticas, burlas, apodos y glosas sobre todo por sus intervenciones parlamentarias afirmando que “no es un buen orador y que al intervenir en los debates tiene que hacer muchas pausas”; y destacando que su mayor habilidad es “despertar los instintos bozales del populacho beodo y halagador de los facinerosos y ladrones”, como publica La Matraca del 5 de diciembre de 1858.
De acuerdo con Conte Porras, Correoso “en realidad jamás pronunciaba un discurso, pues al reunirse con la gente, realizaba una prolonga conversación con chistes, anécdotas y frecuentes alusiones personales a los que asistían al mitin. Algunas veces evitaba la tribuna, y se iba a conversar con el grupo”.
Cuenta el historiador como acumuló “resentimientos en la gente de adentro por su actuación de juez del crimen, y de ahí los ataques de que es objeto de la prensa. Pero la figura de correoso se va ensanchando con el apoyo del arrabal, que son más, por lo que obliga a los liberales de adentro a fundar lo que ellos denominan La Unión de San Felipe, que fundan Gil Colunje y Pablo Arosemena”.
Les molestaba la popularidad del general entre la gente de Malambo, Curundú, Pico Sucio, así como entre los negros de las islas a quienes consideraban gente ignorante y analfabeta.
Llegada al poder
Para el novelista Andrés Villa, autor de Correoso: arrabal ardiente, “la segunda mitad del siglo XIX panameño es una época compleja en la que estaban dándose importantes cambios sociales, políticos y económicos que crean una fuerte tensión entre ‘los de adentro’, la clases dominante, blanca y europea; y el arrabal santanero, con una mayoría mestiza, negra y populachera que empieza a reivindicar esas libertades que van surgiendo como el fin de la esclavitud, la apertura política, este populacho quiere participar”.
En este contexto de tensiones entre los de adentro y el arrabal llega Buenaventura Correoso al poder del Estado Federal del Istmo en 1868 y de una forma bastante singular.
Según Conte Porras, al morir el presidente Vicente Olarte Galindo, no se sabe a ciencia cierta si de fiebre amarilla o por envenenamiento del que es sospecho el propio Correoso, lo reemplaza temporalmente Manuel María Díaz, decisión que no satisface al general que decide trasladarse a Panamá para evitarlo.
“Acompañado de Juan Mendoza y Mateo Iturralde, se dirige a Santa Ana y a Calidonia, donde recoge firmas y cita a la población a un cabildo abierto el 5 de julio de 1868, en el que se dicta un manifiesto en que exige que se acepte la voluntad del pueblo. Así toma por primera vez el poder del istmo y lo retiene por cuatro años”, relata Villa.
Para Conte Porras, “ese movimiento popular que encabeza Correoso marca definitivamente los linderos de una etapa histórica en nuestra vida política del siglo XIX, en la que el pueblo vence finalmente a la gente de adentro. Santa Ana va a ser desde entonces el epicentro de todas las grandes decisiones y el de las grandes concentraciones de masa”.
Correoso en el gobierno
Uno de los rasgos que destaca Villa sobre Correoso es que siempre apostó por la educación. Tal vez por sus orígenes humildes.
En un artículo Mónica Guardia destaca que, bajo su liderazgo, se adoptó un nuevo Código administrativo, redactado por Justo Arosemena. También, con el apoyo del ingeniero Manuel José Hurtado, conocido como “padre de la educación panameña”, se hicieron extraordinarios esfuerzos por el desarrollo de la educación pública: se aprueba la Ley Orgánica de Instrucción Púbica, se crea la Dirección Nacional de Educación Pública; se establece la primera biblioteca; las primeras escuelas vocacionales en el interior del país; se fundan centros de estudio en San Felipe y Santa Ana; escuelas normales de señoritas; se otorgan las primeras becas del estado para hacer estudios universitarios.
Fomentó la caficultura en las tierras chiricanas; dictó normas de saneamiento sobre el uso de las aguas servidas, la muerte de los animales y la vacunación, en momentos en que Santa Ana sufría de serios problemas de salud ocasionados por la falta de higiene.
Villa destaca que, “cuando surgió una epidemia de viruela y la gente del arrabal, sumida como estaba en la ignorancia, se negaba a vacunarse, Correoso lideró un piquete de soldados que iba de casa en casa, convenciendo u obligando a vacunar”.
Numerosos enemigos
Pero como bien señala el escritor, Correoso fue odiado y tuvo muchos enemigos, sobre todo entre los poderosos, que no le perdonaron la muerte del gobernador Santiago de la Guardia en 1862.
Tuvo que exiliarse en el año 1865, tras ser perseguido por las autoridades para someterlo a un juicio por su participación en una serie de disturbios. Luego fue encarcelado por el gobernador Gil Colunje quien lo envía a las mazmorras de Las Bóvedas donde casi muere, pero luego de varios intentos del pueblo por rescatarlo a la fuerza, lo liberan.
En la famosa Marcha del Silencio, el pueblo lleva en hombros a su líder por las calles desde la cárcel hasta su casa en calle 13 de Santa Ana.
Correoso se retira de la vida pública en el año de 1872, no sin antes haber garantizado la sucesión presidencial, tras un proceso electoral intachable, las primeras elecciones honestas del siglo XIX, tras las que entregó el cargo a su adversario, el General Gabriel Neyra.
Murió el 12 de enero de 1911, a los 80 años y su entierro fue multitudinario. Castillero Reyes afirma que “su sepelio constituyó un acto imponente por la concurrencia popular. Fue velado el cadáver, de acuerdo con sus deseos en la iglesia de Santa Ana, el templo del arrabal; ese arrabal del cual no quiso verse separados en la muerte, como no lo fue en vida, pues en el barrio nació y habitó siempre”.
En él hicieron uso de la palabra Eusebio A. Morales en representación del Partido Liberal, Juan B. Sosa en representación de la Asamblea Nacional y el propio presidente de la República, el doctor Pablo Arosemena, quien había sido su adversario durante largos años.
Para Andrés Villa, Buenaventura Correoso ha sido ignorado por la historia oficial. “Lo ocultan porque en 1903, ya retirado, no apoya la separación de Panamá de Colombia. Él considera que fue una chapucería, donde los norteamericanos se tomaron el país y lanza un llamado al pueblo para que proteste ya que el tratado a perpetuidad le estaba dando muchas concesiones a los gringos. Por eso no tiene estatuas junto a otros próceres como Justo o Pablo Arosemena”.
La vida de Buenaventura Correoso está llena de episodios fascinantes que vale mucho la pena rescatar dentro de esa historia profundamente reveladora del arrabal de Santa Ana que el próximo año cumple tres siglos de fundación para entender mejor eso que nos ha marcado de manera muy determinante y que se refleja en la identidad diversa de la sociedad panameña.