Guillermo Arriaga conversa de literatura, fútbol, cine y la función de ser padre
Guillermo Arraiga nos conversa sobre la importancia de tener padres que te apoyen y sobre cómo educar a los hijos. El escritor mexicano también habla sobre su nueva novela (Extrañas, editada por Alfaguara) y sobre su presencia en el Festival Internacional de Cine de Venecia con la película A cielo abierto.
Los padres de Guillermo Federico Arriaga Jordán (México, 1958) eran una pareja de comerciantes. Aunque lo cotidiano para Amelia y Carlos eran los números y la prestación de servicios, para ellos, la cultura era fundamental. Por lo que uno de sus hijos se dedicara a ser escritor, guionista y director de cine les pareció la mejor de las ideas. Siempre lo alentaron a seguir adelante. Nunca estorbaron, ni juzgaron, ni le vaticinaron que se moriría de hambre.
El deseo y la necesidad de contar nace en Guillermo Arriaga cuando comenzaron a gustarle las niñas a los 8 años. Era tan tímido que no le quedaba de otra que redactarles tiernas cartas de amor. Las misivas las enviaba a través de intermediarios, pero nunca de vuelta recibió respuestas alentadoras.
“Me di cuenta de que me sentía más a gusto escribiendo. Mi cabeza, que era bastante caótica, se ordenaba cuando escribía”, recuerda quien desde los 10 años sabía que quería dedicarse a los libros, a los largometrajes y al deporte.
Entre defensa y centro delantero
Desde chico también le daba al fútbol. A veces era defensa y en otras era centro delantero. Se dedicó de manera profesional a este deporte hasta los 23 años. Su última etapa fue jugar en la selección de la universidad donde estudió comunicación social.
Preguntado sobre cómo va la selección nacional de fútbol de su país, comenta que “está mal, muy mal. Los guatemaltecos nos robaron a nuestro mejor entrenador, Luis Fernando Tena. Si él dirigiera nos iría bastante bien”.
Hablando de esos temas terminamos conversando sobre la final de la Copa Mundial de la FIFA Catar 2022 entre Argentina y Francia. “Tenía a mi socio argentino viendo un partido en mi casa. Él estaba nervioso. Me decía: ‘Guillermo, tú como sabes de fútbol, ¿qué va a pasar?’ Porque en el Holanda contra Argentina le dije, cuando Argentina iba ganando 2 a 0: ‘los van a empatar, pero va a ganar Argentina”.
En ese último encuentro volvió a coincidir con su socio y le respondió que a la larga el onceno albiceleste se alzaría campeón. “Los dos países y los dos equipos me caen muy bien, les tengo mucho cariño, tanto a Argentina como a Francia, pero obviamente Argentina es Argentina”.
Perseguir sus sueños
A los 14 años dibujó lo que sería su carrera como artista. “Me faltan cosas por lograr, pero es parecido a lo que me planté de chico. Mis padres nos dieron confianza en lo que queríamos ser de grandes. Siempre nos decían: ‘Quieres hacer esto. Venga”.
Aunque su padre murió hace cinco años y su madre hace dos, Amelia y Carlos sí tuvieron oportunidad de ver muchos de sus logros. “A papá no le tocó cuando gané el premio Alfaguara de novela (por Salvar el fuego, en el 2020), pero sí cuando gané en el Festival de Cine de Cannes (por el guion de Los tres entierros de Melquíades Estrada en el 2005). A los dos los invité a la ceremonia de premiación del Oscar con Babel (que recibió 7 nominaciones a la estatuilla dorada, incluyendo mejor guion original escrito por Arriaga). Les tocó ver cómo se traducían mis libros a otros idiomas y cuando gané en el Festival de Venecia (fue productor y coescritor de Desde allá, vencedora del León de Oro en el 2015)”.
Aunque el verdadero orgullo que siente es que sus papás fueron testigos de que él educó de la mejor manera a sus hijos Mariana (México, 1991) y Santiago (México, 1992). “Estaban contentos de que sus nietos se hubieran convertido en buenas personas. Lo demás no tiene sentido. ¿De qué sirve ganarte cualquier premio?”.
La evolución de Extrañas
En su nueva novela Extrañas (Alfaguara) se plantea que, en Inglaterra, en 1781, ser médico, naturalista, botánico, farmacéutico o anatomista causaba indignación en las clases adineradas de entonces. “Para los nobles esos eran trabajos para sirvientes. Ellos estaban para mandar, no para servir”.
En el presente, los poderosos, opina, siguen pensando que ellos no están para ir a donde nadie, sino que el mundo debe ir donde ellos. Que hoy uno de los empleos menores para un sector pudiente de la sociedad es ser escritor (se echa a reír con una energía volcánica).
El punto inicial de Extrañas se le apareció durante un viaje por carretera en Texas (Estados Unidos). Iba en compañía de un amigo, a quien en un momento dado del trayecto le comentó: “ya tengo mi nueva novela”.
En principio iban a hacer varias historias que ocurrirían en Mongolia, Noruega y México, pero la que creció fue la que se desarrolla en Inglaterra. “La idea fue contar sobre seres extraños en diferentes situaciones: en lo social, en la guerra, en la religión y en la medicina”.
Siempre va directo a escribir. No hace un borrador de los posibles ejes argumentales de sus obras. Para cuando tuvo claro los recovecos de Extrañas, estaba terminando su novela El Salvaje (2016) y después venía en fila Salvar el fuego (2020).
Por lo que Extrañas tuvo que esperar su turno en su imaginación. Cuando ya tuvo el tiempo le dedicó 42 meses de trabajo.
El poeta José Emilio Pacheco decía que todo escritor debía comprar un lápiz que tuviera un enorme borrador, ya que su tarea era redactar y borrar mucho. La versión original de Extrañas la componían 284 mil palabras y acabó en 171 mil palabras.
“Hay escenas que se deben eliminar porque son redundantes. Los adjetivos estorban. Hay pasajes que realmente no agregan nada a la historia. A veces escribo algo en tres frases y después llego a la conclusión que se puede decir mejor en una”. Porque recuerda las palabras del autor estadounidense Ernest Hemingway: “el primer tratamiento de una obra es una mierda”.
La importancia de los derechos humanos
Cuando trabajaba en un documental sobre personas con discapacidad fue al sur de México y encontró a un muchacho desnudo, atado a un árbol como si fuera una bestia. El chico tenía parálisis cerebral.
Esa imagen marcó a Guillermo Arriaga. “Siempre quise escribir un libro que hablara de esta ignominia. Es horrible. Si las escenas del libro son lacerantes, ahora imagínate verlo en la vida real”.
Se han registrado cambios sustanciales en cuanto al trato justo y digno hacia las personas con discapacidad. “No son cambios óptimos, pero sí hay avances radicales. Ya no se esconden a los niños, ya nadie los amarra”.
El personaje central de Extrañas comienza a ver como seres humanos a esas personas sometidas a toda serie de vejaciones. “En la naturaleza las crías con malformaciones son a veces asesinadas o abandonadas por sus padres. Hay una tendencia natural a que si no eres lo suficientemente fuerte no mereces vivir”.
Aunque la tendencia de una civilización debe ser diferente. “Porque todos somos iguales. Todos tenemos derecho a un camino hacia la felicidad y a que nos brinden oportunidades”.
Comparte que en México hay toda una política pública pensada a favor de este sector de la sociedad. “Hay una rama del Estado específicamente preocupada por la inclusión. Es el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, creada por Gilberto Rincón Gallardo (activista y jurista), quien tenía una discapacidad provocada por la talidomida. Un tipo brillante”.
El cine en familia
Sus padres estaban felices de que sus hijos Guillermo y Patricia (México, 1952) se vincularon a la industria del entretenimiento. Tan distintos a los tiránicos, dañinos y tóxicos progenitores del protagonista de Extrañas.
De los abuelos solo escucharon palabras de aliento cuando sus nietos Mariana y Santiago se plantaron que lo suyo eran los quehaceres de la pantalla grande. Los hijos de Guillermo Arriaga acaban de dirigir a cuatro manos A cielo abierto (2023), ópera prima en la que el papá fungió como productor y guionista.
El largometraje, basado en una historia que se le ocurrió a Arriaga hace 30 años, tuvo su estreno mundial en la sección oficial del Festival de Cine de Venecia y luego se proyectará en Toronto. “Sin ver la película, al saber que están en esos festivales, ya a Mariana y a Santiago los están buscando de Hollywood. Es increíble trabajar con ellos. Es todo muy familiar. A veces me decían: ‘papá tal cosa’ y yo les respondí: ‘qué papá, soy su productor”, ríe con la fuerza de un huracán tropical este hombre de 1.88 metros.
A cielo abierto tuvo en la fotografía a Julián Apezteguia (El Clan), la música de Ludovico Einaudi (Nomadland) y un elenco que incluye a Cecilia Suárez (La casa de las flores) y Manolo Cardona (Narcos). “Aunque no es fácil en tu primera película trabajar con gente de peso y con una infraestructura tan fuerte, Mariana y Santiago tenían claridad de lo que querían contar”.
Le brillan los ojos al hablar de sus retoños. “Son respetuosos. No tienen un gramo de prepotencia. Son unos humanistas. Se sabían el nombre de todos los que trabajaban en la película. A todos saludaban al llegar y se despedían de todos al irse”.