El guatemalteco Dante Liano: cuando leer y escribir te salvan la vida
Dante Liano conversa sobre sus años de docente de secundaria y cómo logró cautivar a sus estudiantes hasta convertirlos en grandes lectores. El novelista y cuentista guatemalteco también nos habla sobre su novela más reciente: Réquiem por Teresa.
Tendría 4 ó 5 años cuando Dante José Liano Quezada (1948, Guatemala) se sentaba en el portal de su casa en Chimaltenango a recibir los rayos del sol. “Pasaban las señoras laboriosas. Hacían unas bolas de chicle deliciosas. ¡Cómo las envidiaba! Me preguntan en maya: ‘¿qué tal estás?’ Yo les respondía en maya: ‘bien, señora”.
Todo cambia. También los países. Recuerda que hubo una época en Guatemala en la que no se podía vivir: violencia, desapariciones, inestabilidad política. Por lo que cerró los ojos y echó a andar en 1980 rumbo al Viejo Continente para ver cómo le iba esperando al astro rey en otro territorio. Así terminó residiendo en Italia, donde es profesor universitario este hijo de madre española y padre italiano.
“Había que irse. Son esos momentos alucinados de la Historia. Cuando uno los recuerda cree que no es posible que esas cosas pasaran”, rememora Dante Liano en la librería Cuesta Libros, en Santo Domingo (República Dominicana), una de las sedes que tuvo Centroamérica Cuenta, festival literario que se desarrollará en Panamá del 22 al 26 de mayo de 2024.
¿Docente? Jamás
Este ensayista, investigador y crítico literario se juró de muchacho que nunca sería profesor. Porque recuerda de chico el sacrificio de ejercer ese oficio entre sus adultos en Ciudad de Guatemala y, para qué negarlo, como alumno era bastante inquieto en el aula.
Pero el azar tiene sus casualidades. A los 17 años, en cuanto se graduó de estudios de secundaria, se llevó a cabo un experimento en los colegios salesianos: poner de docentes a jóvenes para que el alumnado se sintiera más identificado en el proceso formativo y lo llamaron para proponerle empleo.
Dante Liano pertenece a esa generación que, si le ofrecían un trabajo, había que aceptarlo. Diferente a lo que pasa hoy. “Los jóvenes europeos actuales son un sector donde hay mucha desocupación porque, cuando van a una entrevista de trabajo, son ellos los que entrevistan a los patronos: ‘¿cuál es el periodo de vacaciones? ¿cuánto me va a pagar? ¿qué días tengo libres?’ Si no les parece agradable las respuestas, te dicen que no. Eso me ha pasado cuando he entrevistado gente para vacantes en la universidad donde trabajo (Universidad Católica del Sacro Cuore, donde es catedrático de Literatura Española y Literatura Hispanoamericana)”.
Regresemos al ayer. Se siente orgulloso de ver cómo estudiantes suyos, gracias a la lectura, terminaron siendo profesionales de bien. Se los encuentra siendo médicos en un hospital o en puestos gerenciales en un banco.
Al principio los muchachos le hacían de todo en el salón: se tiraban papeles entre ellos, gritaban sin necesidad, vaya, se portaban mal. “Fue cuando un docente adulto me aconsejó: ‘en la docencia vale más maña que fuerza’. Me enseñó trucos de docencia: no trabajar uno solo con ellos, si no que los muchachos también trabajen en la clase”.
“Luego vino la motivación, motivarlos para que sigan adelante es importantísimo. Así entré en la onda y me gustó mucho la docencia”, indica quien ha enseñado en las universidades italianas de Bolonia, Feltre y Brescia.
Cómics y revistas
Como la pasión por la lectura y la literatura la ha tenido toda la vida, esa pasión se la transmitió a sus alumnos. “La docencia es lo que me mantiene vivo. La docencia te alimenta el alma y te da juventud. Entre más jóvenes son los estudiantes, los vas moldeando mejor en la literatura. Me decían: ‘a mí no me gusta la literatura’. Yo les respondía de vuelta: ‘magnífico, no lea, pues’. Luego veía los temas que les interesaba conversar y buscaba libros afines”.
Después se le ocurrió poner una biblioteca en su salón, pero no compuesta por los clásicos universales de la literatura sino por cómics y revistas que pensaba podía atraerlos. Después les fue ampliando la oferta editorial. “Como decía Cervantes: hay que leer hasta los papeles que están tirados en el suelo. Luego pasas a algo más profundo. Hay que educar la lectura. La misma lectura los va llevando a otra clase de libros. Yo no hice como Jorge Luis Borges que, como lector, comenzó con la Ilíada y la Odisea”.
Sí, su biblioteca funcionó. “Varios ya ni iban al recreo por estar leyendo. Ahora voy a cualquier sitio y me los encuentro. Me dicen: ‘gracias a usted, yo leo’. Eso te paga todos los esfuerzos como profesor. Lo importante es que no han dejado de leer, a pesar de todo. No tienen que convertirse en escritores, aunque alguno siempre habrá que le gustará eso, lo que uno quiere es que la palabra escrita se mantenga viva en ellos”.
Un dúo ganador
Leer y escribir, un dúo ganador. “Nosotros no estamos conscientes, pero la gramática con la que pensamos, es la misma gramática con la que construimos nuestra conciencia. Porque la gramática es una estructura: si eres desordenado para escribir, eres desordenado para existir. Tener una gramática, como pensaba Nebrija, te permite hablar correctamente, porque pensar es poner una cosa detrás de la otra con un orden lógico. El orden de las palabras es el orden de la conciencia”.
Dante Liano afirma que el cerebro tiene una necesidad de crear relatos a partir de los hechos más cotidianos. “Como una manera de controlar la realidad. Es crear un relato alrededor de los datos desordenados que te da la realidad. Es como cuando vas a un baño y te quedas viendo los azulejos convencido de que estás observando una serie de caritas diferentes. No hay caritas, pero tu cerebro te lleva a configurar esas formas. Es una necesidad que tiene el cerebro de controlar el mundo a través de lo que puede y debe reconocer. Observas nubes y también te quedas convencido de que tienen formas de animales, por ejemplo. Ese es el cerebro trabajando desde la imaginación”.
Réquiem por Teresa
Los primeros textos de Dante Liano salieron publicados en el periódico del Colegio Don Bosco cuando no llegaba a los 12 años. Este novelista y cuentista ganó en 1974 el Primer Premio en la sección Novela con Casa de Avenida. Desde entonces ha publicado obras como La vida insensata, El lugar de su quietud y Pequeña historia de viajes, amores e italianos, entre otras.
Su novela más reciente es Réquiem por Teresa (2020). Tuvo ocasión de hacer presentaciones de este libro en Ciudad de México, Oaxaca, Pachuca… “Luego llegó la pandemia y allí muere el asunto”.
“Lo lindo, cuando haces presentaciones de libros en México, es que eso se llena de gente. Los mexicanos son muy buenos lectores. Las ediciones son baratas y eso ayuda muchísimo. Me recuerdo que, en el Zócalo, en Ciudad de México, le hablé como a dos mil gentes. Aquello fue impresionante”, comparte quien fue homenajeado en julio de 2023 durante la vigésima edición de la Feria Internacional del Libro de Guatemala.
Réquiem por Teresa ha gustado a lectores y a críticos. Todo comenzó cuando se hizo su bautizo durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y la responsable de hablar sobre su obra fue la narradora ecuatoriana Fernanda Ampuero, quien al principio le confesó que ella presentaba solo escritoras, pero le impresionó tanto la trama de esta obra que aceptó gustosa la tarea de comentarla.
Réquiem por Teresa se basa en hechos reales por partida doble. “Es la historia de una tarde en que dos hermanos van a un show de un imitador guatemalteco de Elvis Presley, un personaje que realmente existió. Era su manera de recordar la muerte de su hermana Teresa, quien sabemos desde el primer capítulo que se suicidó. Durante el show recuerdan e indagan los diversos hechos de su vida familiar y social del país”.
Para que no fuera tan pesado el conflicto, por eso lo alterno con un espectáculo de entretenimiento. “Las personas iban a divertirse a costilla del imitador. Era gordo, rubio y se ponía un traje de seda con capa parecido al que usaba Elvis Presley en su última etapa en Las Vegas. Como estaba gordito, la ropa le quedaba apretada. El público le decía de todo. El imitador les hablaba en un mal inglés. Allí el gusto era comer, beber, burlarse del tipo y cantar todo el repertorio de Elvis. El imitador se tomaba bien las burlas porque era una persona irónica”.
“Aunque lo interesante es que al guatemalteco es difícil que lo hagas reír. Somos muy serios. Es un público dificilísimo. Nuestro sentido del humor es como el de Tito Monterroso (cuentista guatemalteco), quien te decía algo y diez minutos después te dabas cuenta que te había tomado el pelo”, comentó durante un almuerzo en el Hotel Nicolás Ovando, en Santo Domingo.
El humor guatemalteco también se parece al que tenía Miguel Ángel Asturias (Premio Nobel de Literatura 1967), quien en una ocasión estaba en Rumania. “Allá había un muchacho guatemalteco que se enteró que el escritor estaba de visita. Por lo que se le presentó y, para rendirle homenaje, fue con un abrigo típico de Guatemala. ‘Maestro, soy guatemalteco’, le dijo serio y Miguel Ángel le responde también serio: ‘¿y dónde dejó la marimba usted?”.
Réquiem por Teresa tiene otro plano más íntimo. “Es un estudio sobre la familia hasta el tuétano. Pensé que mis familiares no me iban a hablar luego de la publicación porque también se inspira en una experiencia personal. En cambio, les sirvió como una especie de catarsis. Porque todos teníamos algo como atorado en la garganta, un suicidio marca a una familia. Con la novela ese atoramiento se desbloqueó”.
Al principio no la quería publicar, ni le tenía fe. La escribió en 1997 y la dejó guardada. Cuando lo llamó el narrador mexicano Paco Ignacio Taibo II, quien le comentó que había una colección que estaba gestionando a través del Fondo de Cultura Económica y que si tenía algo que aportarle.
Dante Liano le respondió que sí, pero que mejor no. “Porque estaba convencido de que no era una buena novela. Pensaba que no la había desarrollado como se merecía la obra. Paco me pidió que de todas maneras se la mandara por correo. Se la mandé un viernes. El lunes siguiente me volvió a llamar para decirme: ‘es buenísima, eres un pendejo’. La publicó”.
Quedó satisfecho con la novela. “Tanto, que luego quedé un poco bloqueado por el modesto éxito que obtuvo”.
Con el tiempo volvió a transitar por la ancha carretera narrativa. “Estoy trabajando en una historia de un niño que quería ser payaso y se puso de nombre el Guasón”. Luego mira fijamente a su interlocutor: “No cuento más”.