Gioconda Belli: patria, democracia, exilio y escritura
La escritora nicaragüense Gioconda Belli, quien hace unos días ganó en España el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, siempre ha tenido un compromiso con los derechos de la mujer, la democracia, la libertad de expresión y la literatura. Su obra más reciente es el ensayo “Luciérnagas” (Seix Barral).
“Uno no escoge el tiempo para venir al mundo, / pero debe dejar huella de su tiempo. / Nadie puede evadir su responsabilidad. / Nadie puede taparse los ojos, los oídos, / enmudecer y cortarse las manos”. Este es un fragmento del poema “Uno no escoge”, lo primero que uno lee cuando abre el ensayo Luciérnagas (Seix Barral), lo nuevo de Gioconda Belli (Managua, 1948), quien el pasado 29 de mayo de 2023 fue la ganadora en España del XXX Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, una de las mayores distinciones a las que puede aspirar un poeta que escriba en español o portugués.
Luciérnagas es un compendio de ensayos, artículos, conferencias y discursos de Gioconda Belli, fechados entre los años 1990 y 2005. En 2019 inició la tarea de reunir este material que es su testimonio de una militancia política, social y feminista que inició en su juventud, cuando colaboró a la lucha armada, como integrante del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que derrocó 45 años dinastía de tiranos de su país: la dictadura de Anastasio, Luis y Anastasio Somoza hijo.
Octubre de 2022. Cuando Luciérnagas llegó a las librerías, la vida de Gioconda Belli era bastante distinta, ya que desde junio de 2021 vive en el exilio, en España, por orden del gobierno de Daniel Ortega. A esto se le suma que, en febrero de 2023, ella y otras 94 personas perdieron “sus derechos ciudadanos de forma perpetua” por decisión de la justicia nicaragüense.
“No hay distancia para mí con Nicaragua. Porque el mío es un país portátil y que anda conmigo siempre. Estoy pendiente de él y con él. La distancia que tengo con Nicaragua es metafísica, más que real”, afirma la responsable de nueve novelas, nueve poemarios, un libro de memorias, uno de ensayo y cuatro cuentos para niños.
Proceso de desintegración
Cree que Luciérnagas es un libro importante dentro de una profesión de imaginar, pensar, inventar y escribir que comenzó un sábado de noviembre de 1970, cuando el poeta Pablo Antonio Cuadro publicó sus primeros versos en el suplemento cultural La Prensa Literaria del diario La Prensa de Nicaragua. “Siempre me preguntan: ‘¿qué pasó con la revolución sandinista?’ ‘¿Cómo pasaron de santos a Satán?’ Realmente el problema no era un individuo sino la propia estructura del FSLN, cómo concibieron ese mando colectivo y por qué le dieron a Daniel Ortega un puesto entre esos 9 puestos. Eso no significa que alguno fuera más poderoso, aunque algunos tenían mayor visibilidad como Daniel. Debimos reestructurar nuestro partido luego de las derrotas electorales, pero no lo hicimos. Perdimos esa batalla. Eso fue dramático porque el Frente pasó a ser el feudo de unos pocos. En Luciérnagas explico ese proceso de desintegración”.
“En Luciérnagas soy yo en directo. Porque no soy yo hablando desde la ficción sino diciendo cómo pienso sobre la realidad. Es un documento sobre Nicaragua, el feminismo y la escritura”, comenta la poeta y novelista en Santo Domingo (República Dominicana), en el marco del festival literario Centroamérica Cuenta, una iniciativa cultural creada por los también nicaragüenses Sergio Ramírez y Claudia Neira.
Desde hace un tiempo lee más textos del género literario de no ficción, aunque para no perder la costumbre de la ficción también está releyendo En busca del tiempo perdido, del novelista y crítico francés Marcel Proust. “Necesito entender mejor el mundo. Los parámetros para entenderlo han ido cambiando. Se necesita urgentemente ver de otra manera la realidad, poner a prueba los paradigmas y buscar otros diferentes. La derecha ha montado su discurso bien hilvanado montado sobre falsedades, y los progresistas y liberales están muy titubeantes sobre cómo enfrentar los retos de la sociedad moderna y de la globalización. Encima, el mundo lo estamos destruyendo a nivel ecológico. Esto no es broma. Mira los calores y los fríos intensos en todas partes del planeta”.
Aquel día
Febrero de 2021. Gioconda Belli estaba en España haciendo quehaceres literarios cuando una amiga poeta le mandó un mensaje a su cuenta de Twitter: “¿ya te enteraste?”. No sabía de lo que le estaba hablando su colega de letras. “Algo pasó’, dije yo”. Y se puso a buscar en medios de comunicación electrónicos.
Fue cuando leyó la noticia de su exilio forzado. “Sentí un bajón y una indignación ante la injusticia, como que el alma se me había escapado. Era una crueldad sin nombre y absurda. No hemos hecho nada más que usar nuestro derecho a la libre expresión como periodistas y escritores, y como defensores de los derechos humanos. Ninguna persona en esa lista merecía este castigo. Además, nos quitaban todo con una orden de confiscación. Eso fue algo tan burdo, dañino”.
Desde antes del exilio ya era una de las más relevantes voces críticas contra el gobierno de una nación centroamericana, tropical, volcánica y multiétnica. Reitera que seguirá denunciando lo que no está bien y siempre estará allí para colaborar en todos los intentos de resolver las diferencias desde el diálogo y la paz. “Les quitaron la nacionalidad a los presos políticos. Eso nunca había ocurrido en el pasado democrático. La Constitución de Nicaragua indica en su artículo 20 que ningún nacional puede perder su nacionalidad. Se dice en mi país que nunca dejas de ser nicaragüense, aunque decidas tener 20 nacionalidades. Luego me enteré de que habían hecho una reforma, que es ilegal porque requiere de dos legislaturas y la hicieron el mismo día del anuncio”.
Estas medidas le recuerdan la fuerza demoledora que aún posee la palabra ejercida desde las artes literarias y periodísticas. “El gobierno tiene una política de tierra arrasada. Quiere silenciar a todos, a los que están dentro de Nicaragua porque los han aterrorizado y a los que han tenido que irse. Es una arbitrariedad que no había ni siquiera en los tiempos de la dictadura familiar de los Somoza. Es alarmante y escandaloso que no tengan ni un prurito de guardar la mínima decencia con sus ciudadanos”.
“Ahora en el país están haciendo mucha presión a los familiares de los que estamos afuera. Llaman a su puerta y le dicen: ‘ustedes están bajo investigación’. Tienen que ir a firmar todos los días a la Policía o les hacen juicios exprés. El mensaje es: ‘si sigues hablando le pasará algo a tu familiar’. También hay casos de familiares de presos políticos que no les permiten el ingreso al país”, señala quien ha recibido premios por su obra literaria como el Biblioteca Breve, el Sor Juana Inés de la Cruz y el Jaime Gil de Biedma, entre otros.
“Sin la solidaridad que he recibido hubiera sido todo mucho más difícil. Unas de las consolaciones más grandes ha sido el apoyo de mucha gente, de los españoles, sobre todo. En España he recibido cariño, me he sentido valorada, acuerpada, no es caritativa sino una solidaridad activa. He vuelto a ver a viejos amigos y he hecho nuevas amistades. He tenido mucha oportunidad de hablar sobre Nicaragua en distintos foros”, destaca.
¿El exilio se vive igual de joven que cuando se tiene 75 años? “Es distinto. Porque el primer exilio fue para mí una época de trabajo intenso contra los Somoza. Teníamos un proyecto de país y una estructura clara. Yo vivía afuera, pero realmente en función de lograr un objetivo. No queremos los nicaragüenses volver a vivir otro episodio de lucha armada. Quisiéramos que esta dictadura terminara de una manera cívica, con elecciones. Eso requiere una unidad de pensamiento”.
Como manifestó en 1991 durante una ponencia en Claremont College, en New Jersey (Estados Unidos), que está recogida en Luciérnagas: “Al que no necesite utopías y duerma tranquilo y feliz en el planeta este en que habitamos, lo felicito. Yo, como nicaragüense, como mujer latinoamericana, no puedo vivir sin esperanzas y sin creer en la posibilidad de los sueños”.