La fulminante ley marcial: crisis en Corea del Sur
El panorama político de Corea del Sur se ha tornado fuertemente polarizado en los últimos años, con divisiones marcadas entre facciones progresistas y conservadoras.
Ciudad de Panamá/Ayer, 3 de diciembre, el presidente surcoreano Yoon Suk Yeol —en coreano los apellidos se escriben primero— declaró ley marcial en su país, algo que no había ocurrido desde hace cuarenta años, alegando una necesidad urgente de combatir supuestos agentes pro-Corea del Norte y preservar la seguridad nacional. Las fuerzas militares surcoreanas fueron enviadas a su Asamblea Nacional —un imponente edificio a orillas del río Han en la capital, Seúl— suspendiendo efectivamente su funcionamiento.
La medida provocó una reacción inmediata. Manifestantes llenaron las calles y los legisladores convocaron una sesión de emergencia para anular el decreto. Luego de una creciente presión, Yoon retiró la orden. No obstante, los dados ya están tirados y la oposición a su gobierno ahora tiene argumentos legítimos para exigirle a Yoon su renuncia.
¿Qué llevó a esta decisión tan inesperada? ¿Bajo qué contexto sucede? ¿Y qué nos dice sobre la historia política de Corea del Sur? Veamos.
Sombras
La democracia de Corea del Sur es relativamente joven, surgiendo a finales del siglo XX con la Lucha Democrática de Junio, en 1987, tras décadas de dictaduras militares. Y aunque el país se ha movido de manera indudable hacia gobiernos democráticos desde entonces, aún persisten elementos de su pasado autoritario en su cultura política.
Poderes de emergencia, como aquellos invocados por Yoon la noche de ayer, recuerdan a los surcoreanos una era en la que sus líderes justificaban decisiones autocráticas bajo el pretexto de proteger la seguridad nacional.
Entendido dentro de este contexto, la declaración de ley marcial de ayer no solo fue una movida dramática por parte de Yoon para intentar consolidar su poder, sino que también obedece a viejas prácticas del pasado de dictadura de Corea del Sur donde disentir era considerado una deslealtad.
La situación provocó alarma a nivel internacional, elevando preocupaciones por lo que los estadounidenses han denominado democratic backsliding o retroceso democrático. Si una democracia sólida como Corea del Sur puede caer bajo ley marcial, ¿qué pueden esperar las demás?
No obstante, la democracia parece haber prosperado, con la Asamblea Nacional reuniéndose y votando en contra de la declaración de Yoon, quien cerró el episodio diciendo que desistiría de impulsar la medida.
Polarización
El panorama político de Corea del Sur se ha tornado fuertemente polarizado en los últimos años, con divisiones marcadas entre facciones progresistas y conservadoras. Y la polarización se expresa en su estructura de poder: el presidente que declaró la ley marcial, Yoon, es conservador y ha enfrentado la oposición constante de una asamblea dominada por progresistas.
En parte por no saber navegar esta oposición, la popularidad de Yoon está en caída y su partido se encuentra debilitado tras resultados desfavorables en las elecciones generales de abril pasado.
La declaración de ley marcial habría sido un intento de evitar el naufragio de su administración, una apuesta arriesgada pero no del todo inesperada en Corea del Sur, donde varios líderes políticos de la época democrática han enfrentado caídas abruptas del poder.
Presión
Parte de lo que evitó la imposición total de la ley marcial fue la respuesta de la ciudadanía. A horas del anuncio de Yoon, protestas comenzaron en todo el país.
Cabe notar que Corea del Sur tiene una fuerte tradición de activismo cívico, desde los movimientos pro-democráticos de la década de 1980 hasta las protestas con velas de mediados de la década pasada. Estas últimas llevaron a la salida de la presidenta Park Geun-hye luego de acusaciones de corrupción e influencia indebida.
Ansiedad
Un último elemento clave en todo este episodio fue la ansiedad económica que vive una parte importante de Corea del Sur. La tasa de desempleo juvenil allá es relativamente alta, los costos de vivienda en la capital se han elevado significativamente y la desigualdad económica alimenta la frustración pública. Estos desafíos erosionan la confianza en el gobierno.
Y la presidencia de Yoon, caracterizada por una actitud severa sobre la seguridad nacional, no ha logrado abordar esta ansiedad económica de manera efectiva, restándole legitimidad y poniendo en jaque a su administración.