Dineros para la educación: ¿En qué se invierten?

Educación en Panamá

El sistema educativo panameño invierte gran cantidad de dinero en educación. / Pixabay

Ciudad de Panamá, Panamá/El Gobierno Nacional acordó ante la mesa única de diálogo en Penonomé, Coclé, entre otras cosas, aumentar el gasto público en el sector educativo hasta 5.5% del producto interno bruto (PIB) en 2023, llegando hasta el 6% en 2024.

A la fecha, el gasto público en el sector educativo equivale a 4.9% del PIB, según cifras de la base de datos públicos El Tabulario. Para alcanzar la meta acordada, el gobierno deberá incrementar el gasto educativo por alrededor de $320 millones anualmente, por los próximos dos años, un total cerca de los mil millones de dólares.

¿A qué debería ir el dinero?

La teoría

Según Nadia De León, directora del Centro de Investigación Educativa de Panamá, cuando hablamos de gasto en el sector educativo “hablamos principalmente del recurso humano, que es el gasto más grande, el recurso más costoso y la variable más importante”.

Esto lo confirman las cifras. Aunque el gasto en inversión educativa ha oscilado alrededor de los $500 millones anuales durante la última década, quedando en $452 millones para el año corriente, el gasto en funcionamiento —empujado principalmente por el aumento de la planilla y los salarios— ha crecido alrededor del 80% en el mismo periodo, quedando en $2,171 millones para el año actual, de los cuales $1,100 millones están destinados al pago de salarios de docentes.

Estudiantes de escuelas primarias de Panamá

En el sector educativo, que el dinero vaya a los docentes no es anómalo y, de hecho, debe ser la prioridad. “Lo más importante es el educador”, dice De León. “Un docente en un sistema difícil, con pocos recursos, que haya sido capacitado adecuadamente, puede hacer maravillas, mientras que un docente que no recibe una buena capacitación y un buen apoyo, le podemos dar recursos y tecnología y no logrará los resultados”.

¿Cuánto se destina hoy día a la capacitación docente?

El Ministerio de Educación contempla un ítem presupuestario para el desarrollo educativo, bajo la categoría de inversión, por alrededor de $30 millones, aunque los centros educativos también ofrecen ciertos programas de capacitación docente, que caen bajo su presupuesto regular de funcionamiento, por lo que la cifra es superior.

Quizás la pequeñez relativa de este rubro, en comparación a una planilla que supera los mil millones, tiene algo que ver. Después del gasto en recurso humano, el segundo gasto más importante es aquel de capacitación, en particular, la formación inicial.

La formación inicial del docente es la raíz del asunto, la formación que recibe en la universidad antes de enseñar,” indica De León. “Podemos ofrecer a los docentes beneficios y otros incentivos para motivarlos, pero si no fueron formados bien, incluso un buen sistema de perfeccionamiento de docentes solo estará poniendo curitas.

Mesa de Diálogo en Penonomé donde se definió el aumento del 6% del PIB para educación. / TVN Noticias

La formación inicial debe ser acompañada por programas de capacitación continua y aquí es donde entra la creación de una estructura de incentivos. “Los docentes deben tener opciones para avanzar en su carrera y así beneficiar a todo el sistema a su alrededor. Yo creo que esta es probablemente una de nuestras debilidades”.

Un ejemplo de avance en carrera, según De León, sería pasar de ser docente a curriculista. ¿Qué es un curriculista? “Es un especialista en el diseño de los objetivos de aprendizaje. ¿Qué queremos que los estudiantes del país aprendan?

La definición de estos objetivos, asegura De León, es una de las falencias más importantes de nuestro sistema educativo. “Nos perdemos mirando al costado, nos distraemos con todo el bosque y perdemos el destino, porque en educación, hay tantas variables que distraen. Hablamos muy poco de los aprendizajes. Si logramos mantenerlos al frente, las piezas del rompecabezas caerán en su lugar”.

Esta definición actual de objetivos es fundamental, según De León, ya que el currículo educativo del país ha quedado desfasado. “Está muy anticuado y necesita mayor flexibilidad. Un currículo necesita cierta estabilidad, pero no puede ser el mismo que hace 50 años”.

¿Qué significa flexibilidad curricular? Significa que los docentes, y la comunidad, tienen la libertad de dar contexto a la educación”. Esta flexibilidad se permite alrededor de una base que garantiza la enseñanza de “creatividad, pensamiento lógico, pensamiento crítico y tecnología”, a diferencia del currículo actual que es “muy memorístico y se quedó en el siglo pasado”, comenta De León.

Para referencia, De León apuntó a Cuba, país que puede ser considerado controvertido por algunos como ejemplo. “Me limito a lo educativo y me remito a la evidencia, el sistema educativo cubano ha logrado cosas que otros sistemas no han logrado, y aunque no participa de las pruebas internacionales, cuando participa sale bien”.

¿Qué se podría aprender de Cuba? De León repite los temas claves ya mencionados: formación inicial y capacitación continua.

Estudiantes se dirigen a sus escuelas acompañados de sus acudientes en La Habana, Cuba / EFE

Y la práctica

Ahora bien, ¿de dónde saldrá el dinero para financiar mil millones de dólares en gasto educativo en los próximos dos años?

El banquero Carlos Araúz considera que este tipo de gasto es buen candidato para el uso adecuado de la deuda pública. “El uso de la deuda a nivel estatal ha carecido siempre de planificación, por eso es que vamos sobre la marcha, improvisando. En lugar de apalancar el país para lograr obras de inversión o que generen algún tipo de sostenibilidad o que hagan sentido en el largo plazo, nos seguimos endeudando desde una perspectiva muy cortoplacista para llenar huecos”.

La deuda nacional tiene que estar vinculada, idealmente, a la resolución de carencias sociales que crean un tipo de beneficio en el corto y mediano plazo, pero que también vayan de la mano de una identificación de cómo se va a pagar”, dice Araúz.

En este sentido, la inversión educativa —como en formación inicial o capacitación continua— podría ser bastante rentable. Un estudio de 2012 de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) calculó que por cada dólar estadounidense —o su equivalente— que invierte un país en educación, puede generar retornos en crecimiento económico de entre $10 y $15.

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