Descubriendo el Pasado: Los tesoros de Sitio Conte

Historia de Panamá

Los descubrimientos arqueológicos en Panamá han revelado un pasado precolombino de riqueza y complejidad sorprendente.

Excavación de Sitio Conte del Museo de la Universidad en 1940. / The University Museum

La historia de los descubrimientos arqueológicos en el Sitio Conte, ubicado en la región central de Panamá, es fascinante y ha revelado una gran cantidad de información sobre las culturas precolombinas, particularmente la llamada cultura de los Coclés, que floreció en la región desde aproximadamente los años 750 hasta el 1000 d.C.

Una serie de extraordinarios artefactos de estas culturas fueron encontrados a finales del siglo XIX, cuando el río Grande en Coclé cambió su curso arrastrando impresionantes piezas de oro y piedras preciosas que fueron recolectadas y vendidas. 

Hasta que en 1915 la familia Conte, propietarios de la finca, mostraron los espectaculares ejemplos de la cerámica policromada de las culturas en la Pacific-Panama Exposition, organizada para conmemora la inauguración del Canal de Panamá.

En 1927 nuevamente el río cambió su curso exponiendo más objetos, ya evidentemente de un enterramiento que incluía fragmentos de huesos humanos, cerámica y objetos de oro.

En el libro River of Gold: Precolumbian Treasures from Sitio Conte, se explica que varios de estos objetos, algunos de los cuales se vendían en tiendas de antigüedades, llamaron la atención de varios científicos de la Universidad de Harvard que se encontraban trabajando en Panamá.

Finalmente, en 1928 los arqueólogos del Peabody Museum of Archeology and Ethnology, de la Universidad de Harvard Alfred M. Tozzer y Earnest A. Hooten visitaron el lugar para hacer los arreglos de futuras investigaciones arqueológicas. Las primeras se llevaron a cabo en 1930 y 1931 bajo la dirección de Henry B. Roberts. 

Sin embargo, fue en 1933 cuando el arqueólogo Samuel Lothrop llega a liderar el proyecto de Sitio Conte para realizar las últimas excavaciones y publicar el resultado de las investigaciones.

El libro explica que, durante las tres temporadas de trabajo de campo, el equipo del Peabody desenterró 59 tumbas y 38 hoyos de uno a dos metros de profundidad con objetos escondidos tal vez con intensiones ceremoniales o rituales. 

 

Nueva Pompeya en Coclé

Pero antes de profundizar en el trabajo de Lothrop hay que conocer las incursiones del explorador A. Hyatt Verril que en 1925-1926 excavó el sitio arqueológico El Caño, ubicado a 117 kilómetros al oeste de la capital panameña, tras ser comisionado por la Heye Foundation. De ahí Verrill no solo envió piezas talladas con rostros, columnas y megalitos al Museo del Indio Americano de Nueva York, sino que publicó en su libro Viejas civilizaciones del nuevo mundo, haber encontrado una nueva Pompeya en la provincia de Coclé, en Panamá. Todo esto sin el contexto y las investigaciones necesarias para entender a las culturas que habitaban en esas tierras, sino más bien inventando extrañas historias y leyendas al respecto.

En un artículo de Mónica Guardia en La Estrella de Panamá titulado Las imaginables riquezas de Sitio Conte, cita una parte del libro del aventurero de la siguiente manera:

A juzgar por las ruinas que he estado descubriendo durante los últimos 5 años, fue un grupo humano maravilloso el que una vez habitó la costa del Pacífico y las montañas de Panamá, hace 4 mil años”. Así comenzaba un artículo sindicado de la autoría de Verril, con el que intentaba promover su libro para aficionados. En él decía haber hallado un inmenso número de tumbas, así como monumentos de piedra y cerámica que probaban la existencia de una cultura avanzada anterior a los mayas o los incas”.

Verril incluso detallaba la existencia de un supuesto “Templo de los mil ídolos”, un lugar de adoración que cubría un área de más de cien acres, del que había encontrado sus gigantescos pilares, enterrados tras un terremoto o una erupción volcánica procedente de un “cráter pelado y quemado” del cercano cerro Guacamaya.

Placa de oro, Sitio Conte / The University Museum

Desenterrando una rica cultura

En 1933, el Museo Peabody regresó con un equipo dirigido por el arqueólogo Samuel K. Lothrop. Entre el grupo se encontraba Eleanor Lothrop esposa del científico y quien escribió en 1948 un simpático libro que bajo el título Throw Me a Bone: What happens When You Marry an Arqueologíst narra la aventura panameña. En sus páginas podemos conocer cómo eran sus días, a la gente de la comunidad que les ayudó a excavar las tumbas, así como a los patriarcas de la familia Conte. Son muy pintorescas las descripciones del mercado de Penonomé y los demás pueblos alrededor en esa época. Se puede leer online.

En el relato, Elizabeth también explica que en 1928, la Universidad de Harvard y Miguel W. Conte habían llegado a un acuerdo, aceptado por el gobierno panameño. La institución pagaría una renta por el uso de la finca y correría con los gastos de una exploración científica. A cambio, adquiría el derecho de posesión sobre todos los artículos de metal, hueso y piedra que fueran encontrados, con excepción de los duplicados, que serían entregados a los Conte, quienes también recibirían el equivalente al valor de mercado de todos los artículos de oro obtenidos.

Lothrop clasificó sus hallazgos de acuerdo con el número de personas y la cantidad de objetos encontrados en los enterramientos. De esta manera seis tumbas fueron clasificadas como grandes, conteniendo entre tres a 22 esqueletos, alrededor de 200 vasijas de cerámica y una gran cantidad de artefactos de oro.

La tumba 26 considerada la más importante y rica incluía 22 esqueletos y un tesoro de ornamentos de oro como cascos, pendientes, pectorales, collares, varillas para orejas y brazaletes, así como también muchas piezas de cerámica policromada y objetos de piedras. 

Además, esta tumba tenía una forma única “con un piso muy cóncavo y con lados inclinados hacia afuera del borde. Las tumbas que fueron clasificadas como intermedias contenían solo uno o dos esqueletos, pocas joyas y algunas vasijas de cerámica, mientras que, en las pequeñas, 22 en total, se encontraba solo un esqueleto flexionado y con pocas vasijas".

 

Vasijas de cerámica de Sitio Conte. / Youtube

Antes y un después para la cultura panameña

Para el arqueólogo Carlos Fitzgerald, lo más interesante del descubrimiento de Lothrop y luego de Mason es que cambió totalmente la percepción de lo que era el pasado panameño hasta ese momento.

 “A partir de mediados del siglo XIX, que hubo los hallazgos de orfebrería y de cerámica en Chiriquí, durante la fiebre del oro se sabía que había cosas interesantes en el área del occidente de Panamá, pero del centro no se sabía casi nada. Todo esto vino a surgir con el desborde del río Grande. Al entrar Harvard en el 33 a Sitio Conte hay un cambio de paradigma en la concepción de importancia del pasado de Panamá. Lo que pasa es que Lothrop en esa época no había fechamiento de carbono 14 y equivoca la antigüedad de lo encontrado, los coloca algo más reciente de lo que realmente son, pero igual, se puede afirmar que este es el hallazgo más importante del siglo XX en Panamá. A partir de entonces, de las publicaciones de Lothrop y la exhibición de las piezas en diferentes lugares se comprobó que era una cosa maravillosa, extraordinaria. Tanto es así que las artesanías panameñas, el imaginario panameño al respecto de su pasado se ve totalmente marcado por la iconografía que aparece en el Sitio Conte”, afirma el arqueólogo.

 

El arqueólogo J. Alden Maison quien excavó en Sitio Conte en 1940. / The University Museum

El interés se extienda a otros actores

 Como la Universidad de Harvard no estaba interesada en seguir con las excavaciones en Sitio Conte, la familia hace contacto con el University Museum in Philadelphia quienes en 1940 envían al arqueólogo J. Alden Mason por seis meses para dirigir una nueva etapa de excavaciones.

El nuevo contrato con los Conte, basado en el del Peabody Museum, especificaba que se autorizaba al Museo de la Universidad a excavar en la propiedad durante seis meses en 1940 por la suma de $250 dólares. El museo retendría todo espécimen único de metal, pero pagaría la mitad de su valor en el mercado a la familia. También aceptaba ceder a los Conte cualquier duplicado de artefacto de metal y pagar la mitad de su precio en el mercado por los duplicados con los que se quedara el museo. Piezas intactas de piedra y cerámica serían propiedad del museo y las piezas quebradas se embarcarían para su restauración en los laboratorios de la institución. Luego una colección representativa de artefactos debidamente restaurados sería devuelta a la familia. Por otra parte, un 1% del valor del oro, de acuerdo con mercado sería grabado, como impuestos de exportación por el gobierno panameño. 

Para Fitzgerald, “es importante destacar que la metodología de investigación y la técnica, la parte de campo que llevó a cabo Lothrop, así como Mason fueron de punta, fueron lo más actualizado posible. Hoy en día nosotros podemos ver en los dibujos y las fotos, como se hace una buena y precisa excavación arqueológica a pesar de las limitantes que tenían en esa época, por ejemplo, tu no podías ver la foto inmediatamente tenías que saber la foto que tomabas, los dibujos tenían que ser a mano, vieja escuela totalmente, pero al mismo tiempo más delicada y preciosa, eso se nota particularmente en las publicaciones de Lothrop de 1937 y 1942”.

 En los meses de excavación del Museo de la Universidad se excavaron 41 tumbas. Miles de artefactos de oro, piedras, huesos y cerámica fueron empacados en 60 cajas de madera. Más de tres toneladas de piezas fueron transportadas en carretas de bueyes hasta Penonomé desde donde fueron cargadas en camiones para llegar a la ciudad de Panamá.

Según la publicación, el Museo le pagó a la familia Conte $1,611.93 dólares por las piezas de oro y todo fue enviado por barco a su sede en Estados Unidos para su correspondiente análisis, conservación y estudio.

Para el arqueólogo, “en su momento esto fue muy novedoso, porque se hicieron acuerdos con las universidades más prestigiosas y con especialistas reconocidos para hacer este trabajo. Los Conte se enorgullecían, yo llegue a conocer a alguno de los antiguos ellos se enorgullecían de que eso había sido con ese altísimo nivel de trabajo científico”.

Las excavaciones dirigidas por Samuel K. Lothrop en el Sitio Conte durante la década de 1930 y posteriormente las de Alden Mason en 1940, cambiaron radicalmente la forma en que se veían las culturas precolombinas panameñas.

Piezas de oro de Sitio Conte en la exposición River of Gold de The University Museum / The University Museum

Los descubrimientos en el Sitio Conte, especialmente las tumbas elaboradas y los sacrificios humanos, mostraron que estas culturas eran altamente jerarquizadas y organizadas. Las tumbas de caciques o líderes, acompañadas por sacrificios humanos y lujosos objetos funerarios, indicaban una estructura social sofisticada, con una marcada división entre las élites y los comunes. Esto rompió con la visión de que las sociedades precolombinas panameñas eran "tribales" o carentes de complejidad.

Uno de los aspectos más impresionantes de las excavaciones fue el descubrimiento de una extraordinaria riqueza de objetos de oro, cerámica y artefactos hechos con otros materiales preciosos. Las tumbas contenían elaboradas piezas de oro finamente trabajadas, como placas pectorales, colgantes y figuras, muchas de las cuales representaban animales poderosos y símbolos religiosos. Estas piezas demostraron el dominio de técnicas avanzadas de metalurgia, lo que sorprendió a los arqueólogos de la época.

La sofisticación de los artefactos indicaba que las culturas precolombinas de Panamá no solo tenían una capacidad técnica notable, sino también un sistema de creencias religiosas y rituales bien desarrollado. Estos descubrimientos pusieron a las culturas de Coclé y otras relacionadas en el mapa arqueológico mundial, al nivel de otras precolombinas más estudiadas en América Latina.

Solo conociendo la historia podemos entender nuestro presente.

 

 

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