La desconocida historia de las afroantillanas que vinieron solas durante la construcción del Canal
Historia de Panamá
Ciudad de Panamá/Recientemente asistí a una presentación organizada por el Instituto de Estudios Democráticos, INED, del primer libro de la historiadora e investigadora venezolana Joan Flores-Villalobos que con el sugestivo título de The Silver Women How Black Women´s Labor Made the Panama Canal, narra parte de la historia de las mujeres afroantillanas que vinieron solas durante la construcción del Canal de Panamá desde las islas de Barbados y Jamaica, buscando mejores oportunidades de vida.
Me resultó sumamente interesante la investigación, que por más de una década, realizó Joan para llenar esos vacíos que encontró en esa narrativa épica que deja por fuera el importantísimo aporte de las mujeres afroantillanas y que ella considera que, “sin ese trabajo invisibilizado por la historia oficial no habría sido posible el éxito de la construcción de la vía interoceánica”.
Para conocer a fondo esta realidad consultó miles de documentos de la Comisión del Canal Ístmico en archivos en Estados Unidos, así como en el Archivo Nacional de Panamá, repositorios en Jamaica y Barbados, e incluso viajó al Reino Unido donde también encontró cartas y documentos de estas mujeres que desde las colonias reclamaban derechos de familiares fallecidos mientras trabajaban en el megaproyecto estadounidense.
En una entrevista me contó que le fue de gran utilidad en el Archivo Nacional de Panamá una serie que bajo el título de Alcaldías y Corregidurías registraba casos que traían personas del vecindario al corregidor local. Eran peleas entre vecinos en Calidonia que es donde queda el Marañón y dentro de esa corregiduría muchas mujeres afroantillanas presentaban sucesos que describían cómo era la vida diaria de ellas en la ciudad.
Para la autora, “el principal hallazgo de esta investigación fue que el trabajo doméstico de las mujeres afroantillanas fue completamente esencial para la construcción del Canal de Panamá. Sin los servicios que ellas ofrecían alrededor de la construcción, esta no se habría podido realizar. Ellas cocinaban, vendían alimentos, ofrecían vivienda, limpiaban casas, lavaban ropa, planchaban, cuidaban niños. Era un apoyo necesario durante la construcción, especialmente en los primeros años, cuando la Comisión verdaderamente no pudo suplir de estos servicios a la fuerza laboral”.
Sabemos que, aunque la compañía daba vivienda y comida a los trabajadores del “silver roll”, la calidad de estos servicios no era buena. Mientras los trabajadores estadounidenses, del “gold roll”, vivían en buenas casas, los antillanos subsistían hacinados en barracas militares y muchas veces los alimentos que recibían estaban en tan mal estado que no se podían comer.
Otro detalle interesante es que las mujeres afroantillanas no solo atendían a la fuerza laboral de plata, sino que además realizaban mucho del trabajo doméstico para los estadounidenses en sus casas y cuidando a sus niños.
Buscando una mejor vida
De acuerdo con la autora es un poco complicado establecer de cuántas mujeres estamos hablando. Si bien sabemos la cantidad de individuos, en su mayoría hombres, contratados por la constructora, es difícil precisar el movimiento migratorio de las mujeres durante ese periodo, porque no existen esos registros.
Las cifras no oficiales hablan de alrededor de 30 mil mujeres afroantillanas que entraron y salieron durante los años que duró la obra.
La principal motivación era la misma que la de los hombres: dinero, ya que las oportunidades de trabajo en las islas eran muy limitadas y mal pagadas. Por lo que ellas venían solas buscando mejorar sus condiciones de vida y la de sus familias.
“Entonces la construcción del canal ofrece además de un trabajo diferente, la posibilidad de ganar tres o hasta cuatro veces más por la misma labor que hacían sus ancestros como esclavos. Así que la motivación era ir a un lugar diferente, conectarse a un trabajo que se percibía como ultramoderno y ganar más dinero”, afirma la historiadora.
La diferencia era que las mujeres no llegaban a Panamá de la misma manera que los hombres. Los agentes de la compañía llenaban a tope los barcos con hombres contratados en las islas y que en su mayoría también venían solos. Desembarcaban en Colón y los llevaban directamente a la Zona del Canal.
Las mujeres “no llegaban de esa manera no les ofrecían contratos oficiales y tampoco les ofrecían los barcos”, aclara el libro.
Pocas venían siguiendo a esposos o parejas, porque con frecuencia no estaban casadas legalmente y buscaban la forma de llegar en embarcaciones pequeñas e informales y cuando desembarcaban en Colón, no iban a la Zona, sino que se instalaban primero en las áreas panameñas”.
Mujeres con poder económico
Otro de los hallazgos que más impresiona de esta investigación es entender “que las mujeres afroantillanas tenían algo de poder económico, ya que al ser las únicas que ofrecían productos y servicios que necesitaban tanto los hombres del silver roll como los del gold roll, ellas podían establecer sus propias reglas laborales y eso fue muy emocionante leerlo en las fuentes documentales. Hay evidencia que ellas podrían exigir que les pagaran en plata o en oro y también negociar sus tarifas. Si alguien no estaba dispuesto a pagar el precio, simplemente ofrecían sus servicios en otra casa o a otras personas y muchas veces por más dinero”, señala.
Además, disfrutaban de cierta libertad de movimiento especialmente las mujeres que vendían comida en el mercado informal en la Zona del Canal. Este era uno de los trabajos más importantes para las afroantillanas. Vendían tanto comidas preparadas como frescas, en parte porque la Comisión solo importaba alimentos de los Estados Unidos, así que en los comisariatos de la Zona no había nada fresco, o se acababan rápidamente ya que no alcanzaban para la demanda.
Entonces son las mujeres afroantillanas las que empiezan a vender frutas, vegetales, pescados que compraban en los mercados panameños y estaban en muy buen estados para su consumo.
El sector laboral más grande era el trabajo doméstico, limpiar casas o trabajar dentro de viviendas de otras personas. Sin embargo, ser trabajadora doméstica en una casa estadounidense era el trabajo más limitado, igual la demanda era tan alta que ellas en verdad podían irse y buscar trabajo en la casa de al lado y le pagaban mucho más que en la primera.
Redes solidarias
Al parecer se agrupaban de acuerdo con su isla de origen, recordemos que venían principalmente de Barbados y Jamaica y vivían en las mismas casas de inquilinato en donde muchas veces trabajaban junta en un patio central. Ahí lavaban la ropa, cocinaban y fueron creando comunidades para apoyarse unas a las otras en los oficios de mayor demanda. Esto les permitía maniobrar sus negocios.
Un dato importante es que estas redes comunitarias incluían a algunas mujeres panameñas especialmente migrantes del interior hacia la ciudad. Eran de Chiriquí o alguna otra provincia, pero se encontraban viviendo en las mismas casas que las afroantillanas y realizando los mismos oficios: cocinar, lavar, planchar, en aparente amistad y colaboración.
Todas eran sospechosas
Sin embargo, a pesar de la aparente facilidad para gestionar sus vidas y negocios, sufrían violencia y discriminación sobre todo de las autoridades gringas que sospechaban de las afroantillanas y las acusaban de ejercer la prostitución por el simple hecho de que la mayoría no estaba legalmente casada.
El ejemplo típico era las mujeres que trabajaban en las cantinas o restaurantes sirviendo bebidas y comida. Para la Comisión del Canal eso era básicamente trabajo sexual. También eran mal vistas las que trabajaban en otras actividades, pero que tenían una pareja estable que frecuentaban sin estar casados legalmente, y sobre todo si se trataba de una relación interracial, lo que era totalmente ilegal en la Zona.
De acuerdo con Joan “las mujeres afroantillanas vivían siempre bajo la sospecha de las autoridades. Sobre todo, si eran independientes y trabajaban en algunas de las actividades que se percibían como lugares donde florecía el crimen, como una cantina o una pensión. y por supuesto, cualquier relación con un hombre que no fuera su esposo legal, especialmente si era un hombre americano”.
En el libro se menciona el caso en el que cuatro mujeres trabajaban en dos cantinas en la Zona del Canal que estaban muy cerca la una de la otra. Una persona mandó una carta anónima a las autoridades acusándolas de prostitución y pidiendo que las expulsaran.
Tras una investigación las autoridades descubren que dos de ellas estaban en relaciones regulares con estadounidenses. Así que consideraron que había intercambio de dinero y sexo, por lo que las acusan de ejercer la prostitución.
A los hombres simplemente les ordenan terminar esas relaciones, pero a las mujeres las expulsan de la Zona del Canal, a pesar de que el documento oficial del caso revela que no se encontró evidencia de comportamiento ilegal. Las envían al otro lado de la frontera: a Panamá donde a los ojos de las autoridades gringas se encontraban todos los vicios.
Se trata de un libro de fácil lectura y a mí me resultó sumamente iluminador descubrir las vidas de estas mujeres afroantillanas y su papel, como bien dice Joan Flores-Villalobos, “esencial” en la construcción de la vía interoceánica.
Recomiendo mucho su lectura. Bajo el título The Silver Women How Black Women´s Labor Made the Panama Canal fue publicado por University of Pennsylvania Press, se puede conseguir en Amazon y por el momento está solo en inglés. Ojalá la valiosa información que contiene anime a alguna institución a realizar pronto una traducción al español.
Es una parte de la historia de las mujeres que construyeron este país y que no está en la “historia oficial” que invisibiliza el aporte que hemos hecho al desarrollo de Panamá y que forma parte de nuestra identidad como nación.
Solo conociendo el pasado podremos entender nuestro presente.