La desconocida historia del cacique Emberá que entrenó a los astronautas que llegaron a la luna
Historia en Panamá
Utilizó un conocimiento ancestral para enseñar a los astronautras a sobrevivir en la selva tropical.
Hace 52 años, mientras millones de personas observaban por televisión la primera caminata de dos hombres en la superficie de la luna, Manuel Antonio Zarco, un cacique emberá, miraba hacia el cielo pensando que ahí, donde estaban sus amigos en ese momento, se encontraba el alma de sus ancestros.
Sí porque si hay algo poco conocido en la historia de las primeras misiones que se enfrascaron en la conquista del espacio es la participación de nuestro país en ello. Y entre los protagonistas de estos acontecimientos se destaca el “Chief Zarco”, quien fue uno de los encargados de enseñar a los astronautas cómo sobrevivir en caso de que el módulo, a su regreso a la tierra, cayera en las selvas tropicales del Pacífico Sur.
Manuel Antonio Zarco nace en Río Chico de Darién y cuando tiene 20 años migra hacia Panamá, siguiendo la corriente de los ríos a lo largo de los cuales funda varias comunidades. Por su cultura y posición, era jefe tribal, chamán y jaibaná, proyectaba una visión del mundo armónica con la naturaleza y predicaba la comunicación y el respeto entre todos los seres vivos.
Y es esta comprensión de la naturaleza lo que lo convierte en uno de los más destacados instructores en supervivencia en la selva del ejército de Estados Unidos.
Es así como en 1963, varios años antes de la hazaña de la luna, la NASA buscaba un lugar donde entrenar a los astronautas del programa Apolo en técnicas de supervivencia en la selva. Ya se tenía como principal objetivo la luna, pues John Glenn, un año antes, se había convertido en el primer estadounidense en orbitar la tierra y la quinta persona en el espacio.
La NASA desde la década de 1950 estaba desarrollando el programa espacial y buscaba un entrenamiento complementario para los astronautas de las tres misiones Apolo, ya que los cálculos físicos-matemáticos que se hacían, indicaban que la entrada a la tierra de la nave, al regresar del espacio, sería por el Pacífico sureste, es decir cerca de Borneo y Sumatra. Estas islas quedan en la región tropical, por lo que tienen las mismas características de las selvas panameñas.
Una amistad hasta la muerte
Abdiel Iván Batista, profesor, rescatista de la Cruz Roja quien fue discípulo y amigo de Zarco, cuenta la anécdota del encuentro entre el grupo de la siguiente manera: “los astronautas llegaron a Panamá a finales de mayo de 1963 ya que el entrenamiento sería en junio. Morgan Smith, quien dirigía la Escuela de Supervivencia en el Trópico de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos los reúne para hacer las presentaciones de rigor y explica que los hombres que van a instruir, son los que se preparan para viajar a la luna. En ese momento Zarco emocionado comenta que para la cultura Emberá, cuando ellos mueren su espíritu asciende a la luna. Es entonces cuando John Glenn, pide que le traduzcan lo que ha dicho y da un paso al frente y le tiende la mano. Se dan un fuerte apretón que sella el comienzo de una amistad que duraría hasta la muerte del 'jefe' en el 2010”.
Neil Armstrong, Buzz Aldrin, John Glenn y Michel Collins, estaban entre el grupo de 16 astronautas que estuvieron en Panamá durante 15 días. En la ciudad se hospedaron en el antiguo Hotel Tivoli. Empezaron su entrenamiento en lo que hoy es el Parque Metropolitano, que era la sede de la Escuela de Supervivencia en el Trópico, de ahí siguieron hacia Emberá Purú, una aldea indígena en el río Chagres y terminaron en la frontera de Panamá con Colombia, en Darién. La idea era llevarlos a conocer los diferentes ambientes del trópico.
La escuela de supervivencia
Pero cuando Zarco conoce a los famosos astronautas, él también ya era una leyenda de la supervivencia de la selva. Desde la década de 1950 venía colaborando con el antropólogo estadounidenseMorgan Smith, mientras hacía una tesis doctoral sobre las costumbres de los asentamientos humanos no solo de los indígenas, sino también de grupos campesinos que migraron y vivían en los alrededor del río Chagres.
Como Estados Unidos ya estaba involucrado en varios conflictos armados importantes sobre todo en Ásia, deciden que lo mejor para el entrenamiento de sus tropas era mudar la Escuela de Supervivencia en el Trópico de California a Panamá y la Fuerza Aérea, que tenía su base en Albrook, nombra a Morgan Smith para encargarse de la misma y este inmediatamente busca a su amigo y colaborador.
“Entonces Zarco hace un acuerdo de enseñanza con la Fuerza Aérea de los Estados Unidos por medio de Morgan y en ese momento se convierte en el instructor asignado para enseñar técnicas de supervivencia en selva y también comunicación con poblaciones nativas, con la intención siempre de establecer una buena relación con los pueblos indígenas”, recuerda Batista.
Así que desde el principio de su trabajo con el ejército se encarga de buscar a los soldados que se perdían en la selva, “era muy ducho con el rastreo humano”. A medida que avanzaba la guerra de Vietnam fueron surgiendo testimonios entre las tropas estadounidenses de cómo los conocimientos adquiridos en Panamá les ayudaron a sobrevivir en el campo de batalla.
Estas experiencias fueron recopiladas en un informe que da origen al primer libro de supervivencia de la selva de las Fuerza Aérea y que se llamó “Supervivencia en tierra y en el mar”. Es así como los conocimientos del “Jefe Zarco” le fueron convirtiendo en una leyenda.
Para Batista, “se trata de un conocimiento en ese momento incipiente que él ayudó a desarrollar con su razonamiento lógico, con su hablar pausado y tranquilo, que ya con el tiempo no necesitaba de traductores, pues se hacía entender muy fácilmente con todos sus alumnos”.
Es por este motivo que la NASA manda a sus astronautas a entrenarse a Panamá, para hacerlo con el mejor.
Condecoraciones y reconocimientos
Recibió un sinnúmero de premios, distinciones y condecoraciones, entre ellas la “Medalla por Servicio Público Distinguido”, el más alto honor civil que concede el Departamento de Defensa de los Estados Unidos y se le dio el grado de General del Ejército, siendo condecorado en la Casa Blanca en 1971.
También recibió el Silver Snoopy Award, que es un honor especial de la NASA por logros vinculados a la mejora de la seguridad o el éxito de una misión. Se trata de un simpático pin del perro Snoopy vestido de astronauta.
Por otra parte, dictó una serie de conferencias en universidades e instituciones estadounidenses renombradas como la Universidad del Aire, del ejército ubicada en Alabama y el Museo del Indio Americano en Washington DC, donde entrega su bastón de jaibaná (chamán) y parte de su vestuario autóctono para que formen parte de la colección de esta institución que pertenece al prestigioso Smithsonian Institute.
Un legado poco conocido
Sin embargo, a pesar de estos reconocimientos, el legado de Manuel Antonio Zarco al desarrollo de las técnicas de superviciencia y rescate es casi desconocido en Panamá.
Tanto Abdiel Batista como Natalia Sarco (sus hijos escriben el apellido con S), hija de Manuel Antonio coinciden en que es importante rescatar la historia de este cacique Emberá y atribuyen el desconocimiento de su contribución al hecho de que su trabajo se desarolló dentro de la antigua Zona del Canal y para el ejército de Estados Unidos.
Además, al tratarse de una actividad reservada al ejercicio militar, ha sido limitada la proyección de su contribución, ya que no es hasta recientemente cuando el entrenamiento para acciones de búsqueda y rescate se ha popularizado y extendido a otros ámbitos.
“Esta historia tiene que darse a conocer, su aporte fue enorme a un conocimiento que estaba empezando y del que él tenía pleno dominio. Además, tenía todo un camino recorrido como jaibaná, chamán y líder tribal que fundó varias comunidades Emberá”, afirma Batista.
La Escuela de Superviviencia en el Trópico cierra sus operaciones en Panamá en 1975, sin embargo Zarco continúa dictando cursos esporádicos a las tropas y asesorando a los estadounidenses.
Empieza su trabajo con la Cruz Roja, se involucra con la escuela Panajunglade las Fuerzas de Defensa y pasa a formar parte del personal de la sección de Hidrografía delCanal de Panamá como maestro artesano, haciendo canoas y apoyando al cuerpo de ingenieros encargados de monitorear la cuenca de la vía interoceánica. Su labor en el canal se extiende durante dos décadas.
Hombre amable, sereno y generoso
Quienes lo conocieron lo describen como un hombre sereno, amable, observador y generoso. Siempre buscaba explicar, con una forma de hablar muy tranquila, las bondades de la naturaleza y cómo a través de entender la lógica de las cosas podemos establecer una armonía con nuestro entorno.
Sus amigos le llamaban Tomé, que significa escalera, sus compañeros de trabajo le llamaban Chapá que es hermano. Murió el 25 de marzo de 2010 a la edad de 96 años, aunque su edad oficial era de 89. Siempre vivió en Gamboa, en su comunidad indígena y tuvo 16 hijos.
Algunos todavía le recuerdan caminando lentamente hasta una playita en la que se despojaba de su ropa de latino y se colocaba su atuendo emberá para montar a su canoa y regresar a su comunidad después del trabajo.
Su hija, Natalia cuenta que aunque no había nacido cuando los astronautras vinieron a Panamá, sí vivió el desarrollo de su carrera como profesor de búsqueda y rescate. Además, su padre le transmitió el amor y el respeto por la naturaleza. Recuerda que estaba poco en casa, pero el tiempo que pasó con ella le ayudó a entender la riqueza de su cultura y la importancia de la armonía entre todos los seres vivos.
“A mi sí me gustaría que los panameños reconociéramos su labor y que conocieran esta historia porque está bajo la sombra de otras y es importante, la mayoría de los panameños desconocen que era un indígena que no tuvo estudios, pero compartió con gente importante y fue partícipe de la conquista de la luna. Quisiera que más voces compartan la historia de mi papá, que solo la conocen los gringos. También que el legado que ha dejado se siga impartiendo porque es algo de lo que todos los panameños nos deberíamos sentir orgullosos”, destacó Natalia.
Manuel Antonio Zarco fue un escalón en esa escalera que llevó a los primeros hombres a caminar por la luna, el mismo lugar en el que, según la cultura del pueblo Emberá, ahora reposa su espíritu.