BID propone multimillonaria agenda de inversión verde
Reunión en Panamá
Ciudad de Panamá, Panamá/El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) —fundado en 1959 y hoy con 48 países miembros— y su brazo de crédito privado, BID Invest, celebraron la reunión anual de sus asambleas de gobernadores al cierre de esta semana en la ciudad de Panamá. El encuentro es notable por ser el primero de forma presencial en cuatro años, luego de que la reunión de 2020 fuera suspendida por una controversia con la elección de China como país anfitrión, la de 2021 se sostuviera de forma reducida en Barranquilla, Colombia, y la de 2022 ocurriera de forma virtual, con base en Washington, D.C.
Visión verde
El evento atrajo a varias miles de personas al fuertemente protegido Centro de Convenciones en Amador, cuyas galerías y pasillos bullían con el estruendo de las discusiones, potenciadas por cafeína ilimitada, entre banqueras, ministros, administradores de fondos, ecologistas, inversionistas, presidentes ejecutivos de empresas, directores de organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación y representantes de la sociedad civil, entre otros, versando alrededor de un tema central: el desarrollo de una agenda de inversión verde para el capital del banco, el cual financia una cartera de préstamos de más de $100,000 millones, de los cuales alrededor de $4,000 millones corresponden a Panamá.
El mensaje clave: la naturaleza es la principal fuente de valor económico de la que dispone la humanidad y hoy se encuentra en un grave riesgo. El sector público y el sector privado deben trabajar en conjunto para proteger la naturaleza, lo cual requerirá importantes sumas de dinero y complejos procesos de cambio. Y el BID se plantea ser el principal agente estructurador de ese trabajo para América Latina y el Caribe, con una población de más de 660 millones y necesidades de inversión en los trillones de dólares estadounidenses.
La pregunta clave: ¿de dónde saldrá todo ese dinero? La respuesta bajo discusión tiene dos partes. Primero, saldrá de la productividad y las tesorerías de los países con más capital del mundo, en particular Estados Unidos y la Unión Europea, pero también con una importante participación asiática. Los gobiernos de esas naciones han entendido que las soluciones ambientales requerirán de acciones más allá del ámbito territorial de sus países, por lo que están comenzando a disponer de presupuestos crecientes para asistir a las naciones de menor capital en la protección de sus ecosistemas. Y el BID busca servir como un operador e intermediario de ese capital.
La segunda fuente del capital —y éste es quizás uno de los puntos de innovación financiera más discutidos durante el encuentro— serán los mismos países de menor capital que necesitan el financiamiento, a través de un nuevo esquema crediticio: acreedores internacionales, tanto estatales como institucionales, renegociarán los términos de la deuda nacional de estos países para reducir los pagos en principal e interés, a cambio de que los ahorros sean invertidos en la protección de la naturaleza.
Natalia Arango, directora ejecutiva de Fondo Acción, que canaliza flujos de capital para la protección ambiental en Colombia, explica un caso específico: “Existen deudas de los países en desarrollo con la banca en Estados Unidos, en este caso. Entonces, por un acuerdo de los gobiernos, parte de los intereses de una deuda en particular, el gobierno de los Estados Unidos acepta o pacta con el colombiano para que no se paguen a la banca, sino que se inviertan en Colombia en programas de medio ambiente o niñez. Por eso se llama un alivio de deuda, porque no significa que no lo tenga que desembolsar el ministerio de Hacienda, sino que no lo desembolsa a la banca, sino que lo invierte en conservación. Esa es la lógica de un canje de deuda”.
Agilidad oportuna
Uno de los puntos más subrayados durante la conferencia tiene que ver con la agilidad de esta inversión. La naturaleza requiere de protección inmediata por lo que el BID está dispuesto a trabajar más de cerca con el sector privado, menos atado a la restrictiva burocracia gubernamental, para lograr su cometido de aumentar exponencialmente los niveles de inversión verde en América Latina y el Caribe. Por esto, uno de los temas seguramente tratados por los gobernadores del BID — aunque no lo sabremos hasta que se publique el informe final— fue el incremento del capital de BID Invest, el prestamista del BID al sector privado. La estrategia es tener un impacto financiero ambiental fuerte en el mediano plazo, en vez de continuar con un financiamiento a cuentagotas, para así evitar grandes gastos a largo plazo.
El presidente actual del banco y economista brasileño, Ilan Goldfajn, incluso sugirió en su discurso inaugural que más allá de contener la destrucción ambiental en la región, los países latinoamericanos tenían también el potencial de asistir a las otras regiones del mundo en sus esfuerzos de protección, evitando así caer en la trampa económica causada por el choque entre un creciente número de demandas sociales y más restricciones fiscales producto de una voluminosa deuda pública con la presión de un débil crecimiento económico.
De hecho, dos de los participantes —Shari Friedman, directora administrativa del centro de análisis de riesgo geopolítico Eurasia Group, y Alberto Torres, director administrativo para América Latina de Citi— apuntaron a que el proceso de desacoplamiento entre Estados Unidos y la República Popular de China estaría creando una oportunidad para América Latina y el Caribe de reforzar su posición global a través de una alianza con la Unión Europea. Esto, de cara a un lento, pero seguro, reordenamiento del punto focal geopolítico del mundo hacia Asia, producto del tamaño de los mercados de China e India.
Otro de los temas seguramente tratados por los gobernadores del BID tuvo que ver con los estándares de crédito que mantiene la entidad. Olivier Mussat, presidente ejecutivo de Atome Energy, argumentó durante las discusiones que las entidades multilaterales de la región están pidiendo como requisitos para préstamos, cosas como garantías de precio a largo plazo y certificaciones de experiencia administrativa previa a empresas que están creando nuevos mercados verdes con demandas inestables. Esto limitaría de forma importante el grupo de posibles deudores que pueden administrar el capital en oferta dentro de los mercados.
Capital natural
Como es de esperar en una congregación de este tipo, casi todo tema vinculado al desarrollo fue discutido, debatido y analizado, desde el desarrollo de infraestructura —tanto física como digital— hasta la agricultura regenerativa, la educación, las telecomunicaciones, la electrificación rural, la reducción de la pobreza y la contención del alza de precios. Pero un tema que sirvió como conector para los demás fue aquel del capital natural: los valores económicos de los servicios ecosistémicos que provee la naturaleza a la humanidad. Estos se empezaron a contabilizar desde finales del siglo pasado y hoy incluso pueden servir como garantías crediticias.
Gregory Watson, director del laboratorio de capital natural del BID, desarrolla: “Si pensamos sobre la naturaleza —un concepto fácil y familiar— tenemos plantas, animales, minerales, agua, todos aspectos del mundo natural que nos rodea. Todo esto nos provee de servicios. Así que no es solo que nos importan las aves y los peces porque son hermosos, sino que todo esto está ofreciendo servicios a la gente, a la regulación climática, a las economías. Y eso es el concepto de capital natural. Tenemos capital humano, capital social y capital natural. Y es éste último el que permite que muchos de los sistemas del mundo funcionen”.
“Un excelente ejemplo de esto es pensar sobre el servicio de la polinización. El servicio y el valor de la polinización que las abejas le proveen a la agricultura. Sustituir eso con una solución mecánica o tecnológica sería demasiado caro, por lo que es un servicio que la naturaleza nos provee. […] Una solución basada en la naturaleza, por ejemplo, sería preservar una arrecife de coral, en vez de construir un malecón. Si miras únicamente los números económicos del malecón, podría verse más atractiva esta opción, pero si das un paso atrás y tomamos como referencia todos los diferentes planes nacionales —el plan ambiental, el plan social, el plan de trabajos, el plan de biodiversidad— y ver todos los valores que provee el arrecife, es pan comido darse cuenta que preservar el arrecife es una mejor inversión que construir un malecón”.
Esto apunta a la transversalidad que es necesaria entre diferentes ministerios a nivel gubernamental para administrar las inversiones basadas en capital natural, además de su reconocimiento en la esfera de políticas públicas. “Algunos países ya están bastante avanzados y, junto a sus bancos centrales, tienen cuentas de capital natural, y el BID ha apoyado a países como Costa Rica para desarrollarlas, mientras que en Chile tienen un comité de capital natural, que incluye a los ministerios de finanzas y de ambiente, y al banco central, para ver estos valores,” dice Watson.
Riqueza biodiversa
Y uno de los elementos fundamentales del capital natural es la biodiversidad, la cual posibilita gran parte de estos servicios ecosistémicos, con América Latina y el Caribe siendo casa de 40% de la biodiversidad del mundo y una parte importante de ésta, concentrada en Panamá y el norte de Colombia. Es la valoración económica de este tipo de stock de capital natural lo que podría habilitar importantes flujos financieros a la región, mediante la compensación monetaria de los servicios que proveen.
Arango, de Fondo Acción, explica nuevamente: “Las especies se están extinguiendo. Ya no tenemos murciélagos nocturnos como los teníamos antes. Las abejas se están muriendo. Esas cosas que se piensan que son ‘problemas de los ambientalistas’ van a terminar generando problemas de inseguridad alimentaria en escala mundial. El punto es que el mundo tiene que transformarse para que cada ciudadano entienda que eso que está sucediendo allá en el bosque amazónico, en el tapón del Darién, en los Andes, son problemas que afectan su realidad. Entonces, la crisis es muy mala, nadie la quiere, pero está haciendo que la sociedad transforme como ve su relación con el mundo. Y la banca de desarrollo, incluso la banca privada, están viendo opciones de crecimiento económico en esa dirección. Creo que se está ampliando el espectro, se está ampliando la visión. La atención a la biodiversidad ya no es la locura de unos fanáticos sino que es un problema de todos.”