Barbie gana en la taquilla mundial y Oppenheimer seduce a los críticos de cine
La comedia satírica Barbie fue la reina de la venta de tiquetes a nivel mundial. Mientras que el drama biográfico Oppenheimer obtuvo el beneplácito de los especialistas. Ambas producciones reactivaron un verano cinematográfico 2023 que iba a una velocidad modesta. Gracias a las dos, Hollywood ha obtenido su mejor desempeño del año.
Son dos producciones industriales del verano de Hollywood 2023 que estaban obligadas a medir fuerza en la taquilla y en la preferencia de los críticos. ¿Por qué? Porque ambas se estrenaron el mismo mes y día, lo que bajo otras circunstancias hubiera sido un desastre (enfrentar a dos colosos que eran potenciales imanes de espectadores), en esta ocasión la prueba salió perfecta.
Porque ambas recibieron una agresiva publicidad previa por parte de sus respectivos estudios (lo que es la regla a seguir) y porque a través de las redes sociales se creó un sensacional nivel de expectativa, orgánica y espontánea, que, por algún motivo, no lograron este año Ant-Man and the Wasp: Quantumania, Indiana Jones and the Dial of Destin, Transformers: Rise of the Beast, Fast X, Elemental, Puss in Boots: The Last Wish y Mission: Impossible – Dead Reckoning Part One. Largometrajes eminentemente comerciales, que, de paso, tampoco hicieron todo el dinero deseado ni dentro ni fuera de Estados Unidos.
Era de esperarse los resultados en cada una de las áreas donde triunfaron los dos títulos que les mencionaré. La comedia satírica Barbie (Warner Brothers), dirigida por Greta Gerwig, venció en lo financiero a nivel mundial y el thriller dramático Oppenheimer (Universal Pictures), a cargo de Christopher Nolan, sobresalió en el favor de los especialistas alrededor del planeta. La película sobre la muñeca que reside en Barbieland fue la más vista en Estados Unidos, así como en otros 50 mercados. ¿Quién se ubicó en el segundo puesto en esos territorios? La biografía en torno al físico estadounidense Julius Robert Oppenheimer, el principal padre de la bomba atómica, esa que destruyó las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial.
Más allá de supremacías en las boleterías, lo que es música de ángeles para sus respectivas compañías productoras, es que ambas pagaron sus gastos de producción en sus primeros cuatro días de proyección en la unión americana, cumpliendo así el sueño de todos los que construyen realidades en celuloide en Hollywood: salir a la conquista internacional con las deudas saldadas de sus filmes.
Además, toda la Meca del Cine, más allá de qué empresas hicieron posible Barbie y Oppenheimer, está complacida porque trajeron de vuelta, en volúmenes enormes, a un público de distintas edades a las salas de cine, algo que no se veía con esa intensidad durante el coronavirus (por razones sanitarias obvias), ni durante el 2022, ya que una parte significativa de la audiencia global se quedó con la costumbre de consumir el séptimo arte desde las plataformas de streaming.
Libertad creativa
En cuanto a la opinión de la comunidad de los críticos de la unión americana, a Barbie le fue bastante bien (con un 89% de un total de 100), tomando en cuenta que es una producción liviana, en términos argumentales, porque está demasiado amarrada a la marca que la produjo, por lo que los guionistas Greta Gerwig y Noah Baumbach (colegas, compañeros y esposos) no tuvieron la casi absoluta libertad creativa que sí ostentó Pixar en las cuatro entregas de esas obras maestras que son la serie de Toy Story, que también son sobre juguetes conscientes de su condición y donde Barbie era uno de los personajes secundarios; y ni hablar de la carta blanca que se le dio al planteamiento que desarrolló Christopher Nolan en Oppenheimer.
Para Greta Gerwig era bistec de dos vueltas superar las expectativas de su Barbie por encima de las creaciones anteriores de esa marca. Para que tengan una idea, entre los años de 1987 al 2023 se han rodado más de 55 producciones (sin contar las de Pixar), entre cortos, medios y largometrajes, donde la protagonista es la conocida muñeca, la mayoría pensados para la televisión (esta cifra no incluye los episodios de los programas diarios o semanales para la pantalla chica), y el resto, pocas veces, tenían como destinatario la pantalla grande.
De esos, ninguna de las producciones tuvo una emocionante reacción por los medios de comunicación social tradicional o electrónicos, ni en los blogs o podcasts. Ninguno obtuvo una nota tan alta como el 89% de aprobación que alcanzó la Barbie de 2023. A lo más que llegaron fue a recibir una calificación de C menos, cuando les iba bien.
Claro, era lógico que Oppenheimer dominara ese aparte por encima de Barbie, y lo hizo de manera contundente, con el 94% del apoyo de los críticos. ¿Las razones? Tiene ritmo, guion, conflictos de personajes, actuaciones, diseño de sonido, fotografía… Pueden leer más sobre esta película en mi columna dominical del 23 de julio en TVN Media.
Un estereotipo con causa
Elaborar una película sugerente no era imposible para Greta Gerwig, quien, como representante del cine más libertario, ha sido recompensada con tres nominaciones al premio Oscar: mejor dirección y guion original por la maravillosa Lady Bird (2017) y mejor guion adaptado por la fenomenal Mujercitas (2019).
Lo que sí era titánico para ella era desarrollar una propuesta solvente sobre un producto de consumo muy popular, pero también muy cuestionado tanto por los conservadores como por los liberales (cada uno por razones filosóficas y doctrinales diferentes). Es de sobra conocido que por mucho tiempo Barbie instituyó un estándar de belleza único entre las niñas (blanca, delgada, rubia) y al inicio (antes de las 200 diferentes profesiones de Barbie) sus aspiraciones era estar rodeada del glamour más frívolo posible, encarnando un estilo de vida superficial (inalcanzable para la mayoría de los mortales), basado en hacer nada en su lujosa mansión de Malibú, usar sus autos deportivos descapotables para ir de compras, salir a pasear con un novio guapo (un Ken blanco, bronceado y rubio) tipo trofeo como ella misma era, divertirse con las otras Barbies sin compromisos ni problemas básicos (por ejemplo, no tendrían motivos para irse a huelga como sí han tenido que hacer los guionistas y los actores de Estados Unidos).
Lo positivo es que Greta Gerwig ha sobrevivido con solvencia a una película de estudio como Barbie, ofreciendo una pegajosa banda sonora, elaborados números de bailes y mucho color rosa en decorados y vestuarios, y a la par, lo hace cumpliendo con casi todo lo que de ella espera una comunidad cinéfila que exige el fin del patriarcado, de la discriminación y el racismo como dejan en evidencia movimientos justos como el MeToo y el Black Lives Matter.
La propia relación de Greta Gerwig con Barbie fue intrincada en su infancia. Ella proviene de un hogar donde no había televisión en la casa (por decisión de sus adultos más que por falta de recursos) y en la que sus padres no gustaban de estar a la moda, por lo que no eran dados a gastar plata en adquirir vestuarios de temporada. Las Barbie que tuvo durante su niñez fueron muñecas desechadas (iguales a las que encarna Kate McKinnon en su tercera película en solitario) y heredadas de las hijas de las vecinas de su madre. Su progenitora tardó años en ceder para comprarle una Barbie de paquete para Navidad.
Hay algo confuso (por decir lo menos) en la Barbie de Greta Gerwig. Quien vea esta película, sin el contexto y los antecedentes necesarios, va a creer que los responsables de este producto de consumo siempre fueron progresistas, feministas, contemporáneos y fieles creyentes de la diversidad. Cuando la verdad es que tardaron mucho en romper los paradigmas que ellos mismos diseñaron desde 1959 cuando la primera de millones de muñecas llegó a una estantería. Por ejemplo, no fue hasta el 2016 cuando apareció con cuatro tipos de cuerpo y nueve tonos de piel. Mejor es tarde que nunca, decía mi tía.