100 Años del Partido Nacional Feminista: Pioneras del sufragio femenino en Panamá
Historia de Panamá
En las próximas elecciones generales del 5 de mayo, el 50.3 % del padrón electoral está compuesto por mujeres, que ejercerán su derecho al voto para elegir a quienes dirigirán el país en los próximos cinco años.
Sin embargo, no siempre fue así. Hace solo 79 años que las panameñas podemos votar y ser elegidas.
El primer mito que es necesario derrumbar en relación con el voto femenino en nuestro país es la idea equivocada de que fue Arnulfo Arias quien nos dio el voto a las panameñas.
Nada más alejado de la realidad. Fueron las propias mujeres quienes desde las primeras décadas de la República se organizaron para alcanzar sus plenos derechos, entre ellos el sufragio universal.
La historia del voto va muy ligada con el feminismo, cuya explosión se marca en el Istmo a principio de 1923.
La idea de establecer el sufragio femenino se propone por primera vez en Panamá en 1921 en medio de las transformaciones que surgen del movimiento obrero internacional que promovía la participación de las mujeres de la clase trabajadora en los cambios sociales.
También fue una gran influencia la existencia de organizaciones de mujeres estadounidenses en la zona del Canal. Algunas de ellas profesionales enfermeras y maestras, que tenían relación con las panameñas y realizaban actividades conjuntas, convirtiendo este vínculo en otro impulsor fundamental para que estas se vieran a sí mismas como sujetos con plenos derechos.
En medio de estas transformaciones sociales, Clara González se convierte en la primera mujer en graduarse de la Universidad de Panamá como abogada con un trabajo de graduación titulado La mujer ante el derecho panameño, considerado el primer estudio sistemático sobre la situación legal de las mujeres en el país, desde los fundamentos de la opresión femenina.
En su tesis, Clara sostiene algunas posiciones muy novedosas, pero lo más impactante para la sociedad de su época fue la rotunda defensa de los derechos políticos de la mujer.
Centro Feminista Renovación
Es así como junto a un grupo de mujeres, maestras en su mayoría, funda en diciembre de 1922 la primera asociación feminista de la república: el Centro Feminista Renovación. Participan en esta iniciativa Elida L. Campodónico de Crespo como primera vicepresidenta; Sara Sotillo, como segunda vicepresidenta; Sara María Barrera era secretaria y Enriqueta Morales, tesorera.
El centro tenía como principal objetivo la promoción y difusión de la cultura entre istmeñas, así como su mejoramiento desde el punto de vista social y moral, la independencia económica, así como la igualdad con el hombre ante los derechos y responsabilidad ante la ley.
Para González, “el feminismo es la lucha de la mujer por alcanzar la plenitud de su vida, o el esfuerzo supremo de la misma por la adquisición de todos los derechos que por naturaleza le corresponden en igualdad de condiciones al hombre”, destacó en una conferencia titulada Orientaciones del feminismo en Panamá, dictada en el Aula Máxima del Instituto Nacional el 20 de enero de 1923 y que tuvo un fuerte eco y resonancia en los medios de comunicación en ese periodo”.
En el libro de Yolanda Marco, Mujeres que cambiaron nuestra historia, se explica que “el argumento que Clara González y las feministas panameñas esgrimieron en esa época, hasta que Arnulfo Arias cambió la Constitución en 1941, era el siguiente: la Constitución de 1904 no excluía explícitamente a las mujeres de los derechos de la ciudadanía, ya que decía que ‘todos los ciudadanos mayores de 21 años de edad tienen derecho al sufragio’. Para ellas, hubiera bastado con que las mujeres ejercieran el derecho que la Constitución les daba, y, por supuesto, era necesario que las leyes electorales no interpretasen la Constitución de otra manera como ocurrió a partir de la reforma de la ley electoral Nº.60 de 31 de marzo de 1925”.
Sociedad Nacional para el Progreso de la Mujer
Por otra parte, el 11 de enero de 1923, Esther Neira de Calvo dio una conferencia titulada El feminismo, triunfante, en el Conservatorio de la ciudad. Había participado como delegada nacional en el Congreso Feminista de Baltimore en 1922, de donde regresa con el compromiso de fundar en nuestro país una agrupación semejante a la recién nacida Asociación Panamericana de Mujeres.
Con un grupo de mujeres se organiza en la Sociedad Nacional para el Progreso de la Mujer (SNPM) desde donde promueve que el principal objetivo del feminismo era lograr, “igualdad de educación para la mujer, para darle conciencia de su propio valor, de su poder y de su misión para que tenga una noción bien definida de su personalidad con toda la plenitud y con toda la dignidad que la palabra encierra, para que reconozca sus deberes antes de reclamar sus derechos”.
Para este grupo, el derecho al voto era menos urgente, decía que: “el sufragio es una de las actividades del feminismo, un factor de importancia capital, pero insuficiente para una solución general”.
A la SNPM pertenecieron Angélica Ch. De Patterson, Tomasita Casís, Aminta de Osses, que constituían la junta directiva del Comité de Educación; Hilda Mª Vallarino, Lucila Aguilar, Lastenia Lewis, Julia Julio de Mora, Juana R. Oller, que formaban la junta directiva del Comité de Bienestar del niño.
Es evidente la diferencia entre las visiones de las dos agrupaciones femeninas. Mientras el grupo de Clara González daba una importancia fundamental a la conquista del voto, el grupo liderado por Esther Neira de Calvo consideraba que la educación de la mujer era el factor determinante para su empoderamiento.
El Partido Nacional Feminista
Todo este revuelo de pensamiento y activismo entre mujeres llevó al Centro Feminista Renovación a trabajar arduamente para la convocatoria del Congreso Feminista que se reunió el 20 y 21 de septiembre de 1923 (el año pasado hizo 100 años) con 43 delegadas de siete provincias del país, a excepción de Chiriquí y Coclé.
La directiva estaba formada por Linda Smart, presidenta; Felicidad Hauradou, vicepresidenta; Carlota Calvo, secretaria y Carmen Yánez, subsecretaria.
El primer acuerdo del congreso fue la fundación del Partido Nacional Feminista (PNF), cuyos objetivos fueron:
“Aspiramos a la total emancipación de la mujer: a su emancipación de las garras de la ignorancia por medio de la educación; a su emancipación social, mediante la extirpación de los prejuicios que la mantienen aherrojada al funesto carro de la tradición; a su emancipación económica por medio de la nivelación de los salarios con los de los hombres en las empresas comerciales e industriales; y por último, y este es nuestro fin más importante, a su emancipación política, mediante el reconocimiento de la igualdad absoluta con el hombre ante la majestad de la ley”.
El Partido Nacional Feminista tenía un programa de 20 puntos, de los cuales: seis se referían al tema de la educación (reformas a la educación femenina, escuelas para adultos, reformas de los planes de educación); uno a la lucha contra la prostitución; tres a las necesidad de crear establecimientos reformatorios para mujeres y menores; cinco a la expedición de leyes protectoras de la mujer y la niñez (reconocimiento de hijos ilegítimos); uno relacionado con el trabajo de la mujer (salario, jornadas, condiciones higiénicas, descanso dominical); uno sobre la creación de casas cunas y comedores infantiles; uno sobre los derechos políticos de la mujer (sufragio, representación legislativa y municipal, ejercicio de la judicatura); uno para crianza y educación de los huérfanos indigentes, uno acerca de la creación de ligas femeninas para la construcción y embellecimiento de calles, parques, etc.; y uno sobre la intensificación de campañas sanitarias contra la anemia, sífilis y tuberculosis.
En ese congreso feminista, también fue proclamada la candidatura de Clara González para las siguientes elecciones legislativas, decisión que no pudo ponerse en práctica porque le ley electoral Nº 60 de 31 de marzo de 1925 determinó que los ciudadanos con derecho a voto eran solo los varones.
El camino hacia el voto femenino
Como parte de los acuerdos del congreso se crea la Escuela de Cultura Femenina en 1924, con mucho orgullo para las fundadoras. “Era para mujeres casadas y solteras mayores de 16 años, existió por siete años y en ella colaboraron unas 20 maestras. Funcionaba de 7 a 9 de la noche con matrícula constante de entre 400 a 500 alumnas.
Desde el año de su constitución el PNF presentó sistemáticamente a la legislatura un pliego de aspiraciones sobre reformas civiles y judiciales, y el sufragio. En octubre de 1924, el Partido presentó por primera vez un memorial a la Asamblea Nacional en el que pedía las reformas que proponía su programa. Algunas fueron aceptadas, otras rechazadas.
Ya para finales de la década de 1920, se registran algunos cambios en la vida de las panameñas. Sobre todo, los que tienen que ver con la participación de estas en organizaciones diversas que contribuyen de manera general al desarrollo de la sociedad. Entre ellas, la Cruz Roja Nacional, el Hospital Santo Tomás, los Talleres Escuelas para Mujeres, la Escuela de Cultura Femenina.
Todas estas agrupaciones eran oportunas para demostrar y hacerle entender a los hombres la justicia de sus reclamaciones a fin de equipararse con ellos en la responsabilidad de los cargos y las cargas de las funciones públicas.
Aun así, fue necesario casi dos décadas para que las mujeres panameñas vieran cristalizada su aspiración máxima: el sufragio.
Ya para 1944 cuando el presidente Ricardo Adolfo de la Guardia anunció la convocatoria para las elecciones para la constituyente, Clara González y las mujeres del Partido Nacional Feminista se organizaron para participar y fundaron la Unión Nacional de Mujeres el 31 de diciembre de 1944.
Esta nueva organización tenía como objetivo principal garantizar que las mujeres tuvieran las mismas posibilidades de participación que los hombres en esta contienda electoral en la que por primera vez ejercería el voto y serían elegidas.
Fue largo y complicado el camino del voto femenino, pero el compromiso y las convicciones de estas mujeres nos abrieron el camino a las que ahora podemos disfrutar e incluso "tomar por sentado" un derecho que tardó décadas en ser alcanzado.
Conociendo nuestro pasado podemos entender el presente.